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De exposiciones por Estocolmo (y III): el dandy y la muerte (Fisionomías XXIII)

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Nils Dardel. La muerte del dandy. Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Nils Dardel. La muerte del dandy. Detalle (autorretrato). 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

En la exposición de la Real Academia de Bellas Artes de Estocolmo que venimos comentando hay un cuadro del artista más cotizado del mercado del arte sueco en el siglo XX,  Nils Dardel (1888-1943), miembro del grupo de “los ocho” artistas suecos  que coincidieron en París en los primeros años del siglo pasado. Además de Dardel  lo formaban Tor Bjurström, Birger Simonsson, Leander Engström, Isaac Grünewald, Sigrid Hjerten, Einar Jolin y Gösta Sandels (de la mayoría de ellos hemos mostrado obra en este blog).

Para algunos críticos, el más hermético aunque puede que el más  socialmente activo y trotamundos del grupo, fue este dandy de familia aristocrática, que comenzó bajo la influencia del fauvismo, pero también del expresionismo de Munch y, tras afirmarse como retratista neo-impresionista, cultivó también unas temáticas de la ensoñación que algunos han calificado como proto-surrealistas.

Pero puede que su más significativa obra de arte fuese él mismo, identificado con su propio rol y representando con su vida la figura del dandy que, mientras morían millones en las trincheras, se autorretrataba moribundo, fiel a su papel.

Nils Dardel. La muerte del dandy. 1918

Nils Dardel. La muerte del dandy. 1918

Tres años antes, Georges Paul Leroux (1877 – 1957), un pintor bien conocido entonces en Francia, contemporáneo de Dardel y combatiente de la I Guerra Mundial  representaba la muerte de forma muy diferente.

Georges Paul Leroux. Slodados enterrando a un camarada. 1915. weimarart.blogspot.se

Georges Paul Leroux. Soldados enterrando a un camarada. 1915. weimarart.blogspot.se

Y un impresionista que combatió del otro lado, Otto Dix (1891 – 1969), daba también su visión en grabados que reflejaban su experiencia directa.

Otto Dix. Transporte de un herido. Grabado. 1924.British Museum

Otto Dix. Transporte de un herido. Grabado. 1924.British Museum

No es que el sueco fuese distinto del resto de sus compañeros escandinavos en el grupo de París -síntoma quizás de la vivencia artística en aquella Suecia neutral- , al menos por la obra que yo conozco. Lo que ocurre es que él fantasea con la muerte, pero sin ponerla en relación con las muertes que se vivían en el continente europeo por esos mismos años.

Y, de los conflictos bélicos, apenas una alusión a la revolución rusa en una representación de los vagones de Transiberiano, donde los viajeros van custodiados por soldados cosacos, unos de guardia y otros roncando, lo que más parece un detalle exótico captado por un adinerado viajero.

Nils Dardel. El expreso transiberiano. 1918. Fuente. Dardel.info

Nils Dardel. El expreso transiberiano. 1918. Fuente. Dardel.info.php

De hecho Nils viajaba por Japón en aquellos años y mientras estallaba la revolución rusa atravesaba Rusia en el Transiberiano. Cuando comienza la II Guerra Mundial deja Suecia para instalarse en Nueva York, viaja por Centroamérica y muere de un infarto a los dos días de inaugurar su última exposición en Manhattan.

El resto de los rostros de El dandy moribundo están trabajados con cuidado y a mi modo de ver reflejan otras influencias además de las del expresionismo y el fauvismo de aquellos años.

Nils Dardel. La muerte del dandy. Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig.

Nils Dardel. La muerte del dandy. Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig.

La joven triste que apoya el mentón sobre la almohada del moribundo recuerda a la niña enferma que Edvard Munch pintó entre 1885 y 1886 (Galería Nacional de Oslo), pero también tiene un aire a las fisionomías de los prerrafaelitas.

Los otros dos rostros femeninos son una muestra del retrato delicado y de línea clara que caracteriza uno de los estilos que cultivó Dardel, puede que anticipándose al recuento de las tres mujeres que desempeñarían un papel importante es su vida.

Nils Dardel.  La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Nils Dardel. La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Nils Dardel. La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Nils Dardel. La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

En todo caso, la evocación de las santas mujeres de un santo entierro o de los protagonistas de un descendimiento se refuerza con el otro personaje, una especie de discípulo doliente, que enjuga sus lágrimas

Nils Dardel.  La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Nils Dardel. La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Mi opinión es que Dardel ha representado, consciente o subconscientemente, una parodia de su propia muerte, que además de los personajes necesarios incluye la preparación de un sudario, el paño de lágrimas y en el lugar del árbol de la cruz, una especie de palmera.

Nils Dardel. La muerte del dandy. 1918

Nils Dardel. La muerte del dandy. 1918

Hablábamos de prerrafaelismo y pues no en vano los pintores de esa corriente se inspiraron en el Quattrocento italiano, me viene a la mente el Perugino.

Perugino. Pietà. National Gallery of Ireland

Perugino. Pietà. National Gallery of Ireland

Nils Dardel, no debieron serle extraños los enterramientos y descendimientos de Cristo de los muchos museos que en sus correrias tuvo que encontrar.

Correggio. Descendimiento. Galería Nacional de Parma.

Correggio. Descendimiento. Galería Nacional de Parma.

No me alargaré con otros muchos ejemplos. En literatura se habla de intertextualidad, de forma parecida a como el las artes plásticas se puede hablar de la transmisión de modelos iconográficos y de composiciones que se repiten a lo largo de las épocas. El que los artistas los repitan a propósito o sin casi darse cuenta no cambia el resultado. La corriente fluye de unos a otros.

….

Lo que supongo que no se imaginaba Dardel es que más de 70 años después de su muerte su forma de vestir por aquellos comienzos del siglo XX sería recuperada por un modisto sueco.

Nils Dardel. Fuente. Oscarjakobson.com

Nils Dardel. Fuente: Oscarjakobson.com

Y que conste que mi intención no es publicitaria sino todo lo contrario, pues detesto el slim fit y no me afecta el que, si ando yo calientese ría la gente. Prefiero la holgura, pasada de moda, ay, de la vestimenta de Humphrey Bogart. 

Los pantalones de Humphrey Bogart

Los pantalones de Humphrey Bogart. Fuente: elle.com

 



Esculturas olvidadas de las calles de Gotemburgo: imaginarios de latitudes lejanas.

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Carl Miles. Réplica del nonumento a la Nueva Suecia en Wilmington USA. 1938. Gotemburgo. Stenpiren. Foto R.Puig

Carl Milles. Réplica del monumento a la Nueva Suecia en Wilmington USA. 1938. Gotemburgo. Stenpiren (1958). Foto R.Puig

Las zonas portuarias de Gotemburgo guardan muchos recuerdos de los tiempos de la navegación mercante hacia las Indias Orientales y también de la emigración de colonos suecos hacia Norteamérica. Algunos están bien a la vista, como la copia exacta de un monumento que inauguró el presidente Roosevelt en 1938 con motivo del 300 aniversario de la fundación de “La Nueva Suecia” en el estado de Delaware en 1638. Una colonia que fue fundada por emigrantes suecos, para pasar quince años después a manos holandesas y posteriormente ser ocupada por los ingleses.  Es una obra en bronce de Carl Milles (1875-1955).

Lo característico de estos monumentos que evocan los tiempos de las colonias es que se adornan con escenas de aquellos mundos lejanos. Otro, aquí mencionado hace casi cuatro años, la Fuente de los cinco continentes, de principios del siglo XX, refleja también ese imaginario occidental.

Otro, prestigioso y bien emplazado, es la base del mástil de la bandera en la plaza del consistorio, con bajorrelieves que se refieren a la historia de la ciudad, obra de Bror Chronander (1880 – 1964).

Gustaf Adolfs Torget. Mastil de la bandera

Gustaf Adolfs Torget. Bror Chronander. 1932. Pedestal del mástil de la bandera. Wikipedia: Lista de obras de arte públicas en Gotemburgo.

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Pero no he encontrado en los repertorios disponibles mención alguna de otro mástil de bandera, en bronce y ornado con altorrelieves, con el que me tropecé hace días en uno de mis paseos primaverales, junto a la Casa del Mundo (Världshuset), un edificio conocido como el Trasatlantic.

La Casa del Mundo. Fachada. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Fachada. Gotemburgo. Foto R.Puig

Aquí estuvo la sede de las compañías navieras que servían las rutas de América y África.

Cartel de la Svenska Linien

Cartel de la Svenska Linien

El edificio, en la zona del antiguo puerto, es de 1943, aunque se alza en el solar donde otros le precedieron. En él se aprecia la influencia de la época final del art déco en sus fachadas y altorrelieves en piedra.

La Casa del Mundo. Manteniendo la ruta. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Manteniendo la ruta. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. En la proa. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. En la proa. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. En tierras lejanas. Gotemburgo. Foto R.Puig.

La Casa del Mundo. En tierras lejanas. Gotemburgo. Foto R.Puig.

Los motivos se refieren en su mayoría a la navegación, con algún elemento de carácter exótico.

Pero menos solemnes, algunas son ingenuas y algo toscas, las figuras de la base de mástil de bandera en la esquina de la plaza, a pesar de la pátina que las desdibuja, me parecen más interesantes desde el punto de vista escultórico y simbólico. 

La Casa del Mundo. La enseña. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. La enseña. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Las esculturas en su base. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Las esculturas en su base. Gotemburgo. Foto R.Puig

 

Estos altorrelieves son un testimonio del imaginario que los marinos mercantes de principios del siglo XX transmitían a quienes se quedaban en tierra.

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Una cierta idea del transporte rural en México (con aire de cómic) y con una pirámide mesoamericana al fondo…

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Mexicano tirando del burro. . Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Mejicano tirando del burro. Gotemburgo. Foto R.Puig

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Del acarreo de mercancías en China o en el Tibet a lomo de yak…

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Comerciantes chinos. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Comerciantes chinos. Foto R.Puig

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De los habitantes de las islas de la Polinesia…

La Casa del Mundo.  Pedestal de la enseña.  Mujer polinesia.  Detalle. Gotemburgo. Foto R.Pui

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Mujer polinesia esperando a su navegante. Gotemburgo. Foto R.Puig

 

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Navegante polinesio. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña.  Navegante polinesio que vuelve a casa. Gotemburgo. Foto R.Puig

 

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De la vida en lo que parece una plantación de cacao, el macho tropical con su cigarro y la mujer que carga con el peso del trabajo…

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Que trabaje ella. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Que trabaje ella. Gotemburgo. Foto R.Puig

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Y hablando de la mujer y de sus cargas cotidianas…

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Aguateras en el trópico. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Aguatera y madre con el niño a la espalda en algún lugar del trópico. Gotemburgo. Foto R.Puig

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De la esclavitud en tierra de hipopótamos…

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. El amo y los esclavos.. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. El amo y los esclavos. Gotemburgo. Foto R.Puig

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De un taxista oriental con gesto de cansancio, al que un perro incordia entre las piernas…

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Tirando de la riksha. . Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Tirando de la riksha. Gotemburgo. Foto R.Puig

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De los esquiladores de ovinos en las estancias de América del Sur y de un carnero agresivo que se les resiste…

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Esquiladores de las pampas. . Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Esquiladores de las pampas. Gotemburgo. Foto R.Puig

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De un esquimal cazador de focas sobre los hielos del Ártico con su perro y su trineo…

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. China. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. En el Ártico. Gotemburgo. Foto R.Puig

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Sin olvidar la vida diaria de los trabajadores del puerto de Gotemburgo, del que partían las rutas hacia esos mares lejanos…

La Casa del Mundo.  Pedestal de la enseña.  Trabajadores portuarios. Gotemburgo. Foto R.Puig

La Casa del Mundo. Pedestal de la enseña. Trabajadores portuarios. Gotemburgo. Foto R.Puig

A modo de conclusión

Mi intención ha sido simplemente la de compartir mi cosecha de figuras olvidadas, captadas durante uno de mis paseos. Estas pequeñas esculturas son de una singular belleza. Están dotadas de la ingenuidad de un escultor meticuloso (o puede que más de uno) que se ha debido de guiar por las estampas o fotografías de relatos de viajes del primer tercio del siglo XX.

Refleja un amoroso trabajo de modelado, guiado quizás por las sugerencias de marinos que habían visitado esas latitudes lejanas. A eso hay que añadir el buen hacer de los talleres de fundición en bronce de Gotemburgo, a los que se deben tantas esculturas y estructuras en lugares públicos de la ciudad, como balaustradas, decoraciones de puentes o farolas ilustradas. No me extrañaría que este trabajo proviniese de alguno de los coetáneos de Bror Chronander, de cuando éste, por aquellos años treinta, terminaba su pedestal para la plaza del Ayuntamiento.

Hemos hablado de la fundición en este mismo blog, en concreto de como se enseña en los talleres en la Facultad de Bellas Artes de Altea donde por cierto, del 20 al 24 de junio, se va a desarrollar un curso de verano sobre fundición exprés (microfusión), abierto a quien quiera aprender esa técnica. El trabajo de modelado y de vaciado en bronce se sitúa en la tradición de la que forman parte estas pequeñas obras de arte, aunque hoy no atraigan la atención de los apresurados transeúntes de las calles de Gotemburgo, prendada como va su mirada de la pantalla de su androide.


Esa tierra que se aleja…

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The Children of Sir Richard Croft by John James. 1803. Croft Castle. Herefordshire

The Children of Sir Richard Croft by John James. 1803. Croft Castle. Herefordshire. Inglaterra

Hay muchas cosas inexplicables, pero cantando el propio himno nacional ya no se da uno cuenta.(Robert Musil, “El hombre sin atributos”, capítulo 109)

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Estuve en Inglaterra poco más de una semana antes del voto contra “el gobierno de los eurócratas”, a quienes los autóctonos menos finos llaman “esos bastardos de Bruselas” (sic) como me ha espetado un vancancier de Manchester al que veo cada verano por la Costa Blanca alicantina. Aunque también han votado contra los inmigrantes polacos, contra  los refugiados invasores, etc.

En cualquier caso, pasé un maravilloso fin de semana en una Manor House georgiana del Herefordshire en casa de unos colegas de la universidad en la que enseña mi hija, junto con ella y mis nietos. Exquisita hospitalidad y espíritu europeo de un matrimonio que aún está tratando de recuperarse del impacto del resultado de ese referendum que han propiciado las viejas huestes eurófobas votando contra el futuro de sus propios hijos y nietos.

Ovejas de Herefordshire. Foto R.Puig

Ovejas de Herefordshire. Foto R.Puig

La ocasión me ha permitido comprender (un poquito) sobre el terreno las distinciones entre un castillo o una mansión de estilo georgiano  y las edificaciones posteriores de los períodos victoriano y eduardiano.

Georgian Manor. Photo R.Puig

Georgian Manor. Photo R.Puig

La mansión (Manor House) donde nos hemos alojado es georgiana y sus campos y  jardines, libres dentro de un orden, invitan al paseo junto a sus estanques, fuentes y riachuelos.

Jardín japonés en una mansión georgianas del  Herefordshire. Foto R.Puig.JPG

Jardín japonés de Herefordshire. Foto R.Puig

Las ovejas de la raza Herefordshire, recostadas y pastando por sus meadows, son parte del paisaje ondulado de esa Inglaterra amable que los olvidadizos del pasado quieren alejar de los pueblos de Europa.

Ovejas de Herefordshire. Foto R.Puig.JPG

Ovejas de Herefordshire. Foto R.Puig

La verde Inglaterra. Foto R.Puig.JPG

La verde Inglaterra. Foto R.Puig

Parece que la natural hospitalidad de nuestros anfitriones se viste de un aire prerromántico, que, en esos interiores de sobriedad neoclásica, enlaza a través de los siglos con las tradiciones de la arquitectura europea que se ha inspirado durante décadas en las modelos palladianos.

Georgian interior. Photo R.Puig

Georgian interior. Photo R.Puig

Hasta el mismo Monet se habría sentido a gusto pintando los reflejos sobre las aguas en el estanque del jardín japonés de nuestros amigos ingleses.

A Monet le hubiera gustado. Foto R.Puig

A Monet le hubiera gustado. Foto R.Puig

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En un castillo eduardiano

Y, además, con un salto que nos llevó del siglo XVIII al pasaje entre los siglos XIX y XX (finales de la época victoriana y años anteriores a la 1ª Guerra Mundial),  nos invitaron a un concierto de música de cine en la Stokesay Court, que comenzó con secuencias e interpretación en vivo de música de cámara de Atonement (Expiación), dirigida por John Wright (2007), filmada en ese mismo castillo, y finalizó con Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore (1988). En total fueron seis secuencias y miniconciertos durante una sesión mágica, en el hall, un tanto misterioso, de un lugar de película.

Stokesay Court. Foto R. Puig

Las galerías del hall de Stokesay Court. Foto R. Puig

De este modo, no sólo disfrutamos de una tarde de cine y música entre lo más granado de la sociedad de Herefordshire, sino que tuvimos una segunda sesión práctica sobre la arquitectura inglesa de los últimos siglos, en este caso la de influencia gótica, menos luminosa, pero perfecta para el drama de Expiación de la novela de Ian MacEwan en la que se basa el film, y cuya lectura no puedo menos que recomendar. Por cierto que en ella se describe el sacrificio de muchos jóvenes ingleses durante la retirada de Dunkerque en 1940, batiéndose por esa Europa que a los partidarios del Brexit tanto les molesta.

Stokesay Court. Foto  R.Puig

Stokesay Court. Foto R.Puig

Desde la terraza de Stokesay Court. Foto R.Puig

Desde la terraza de Stokesay Court. Foto R.Puig

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Tercera clase práctica

La última visita nos llevó de la mano de nuestros anfitriones al Croft Castle, de orígenes medievales pero destruido por los parlamentaristas en el siglo XVII, reconstruido en estilo georgiano en la segunda mitad del mismo siglo y con unos interiores redecorados en el estilo bastante libre del Gothic Revival en la segunda mitad del XVIII.

El Croft Castle. s.XVIII y su capilla de San. Miguel s.XVII. Foto R.Puig

El Croft Castle. s.XVIII y su capilla de San. Miguel s.XVII. Foto R.Puig

En sus interiores hay huellas de un legado cultural y decorativo variado, con predominio de la influencia victoriana, el neogótico de sus artesonados, acorde con las ojivas de sus fachadas, la ornamentación de sus revestimiendos y los muebles victorianos, sin que falten signos de la afición a las chinoiseries. 

Interior. Croft Castle.  Foto R.Puig

Interior. Croft Castle. Foto R.Puig

Interior. Croft Castle. Foto R.Puig

Interior. Croft Castle. Foto R.Puig

Mi anfitrión me fotografió ante la fachada posterior, desde la que se divisa una campiña inglesa de aires románticos, por la que en cualquier momento podríamos ver sin extrañarnos algún caballero salido de las novelas de Sir Walter Scott (1731-1832) o alguno de aquellos normandos que servían a las órdenes de Walter de Lacy (-1085) a quien se atribuye la fundación del castillo de Ludlow, no lejos de donde estamos y de la localidad de Stanton Lacy en el Shropshire.

Mi abuela habría querido estar aquí…

En la fachada posterior del Croft Castle. Foto R.Munro

En la fachada posterior del Croft Castle. Foto R.Munro

Por las paredes del palacio se exhiben los retratos y los recuerdos de quince generaciones de los Croft. Sería aburridísimo  entrar a detallar toda esta fisionómica familiar. Así que destacaré dos de sus baronets.

Uno de ellos, el Reverendo Sir Herbert Croft (1751-1816)m, se arruinó a causa de su voracidad erudita que llevó a descuidar la administración de su enorme propiedad, enfrascado en corregir y aumentar el monumental diccionario inglés (1755) de Samuel Johnson.

El Reverndo Sir. Herbert Croft. Croft Castle. Foto R.Puig

El Reverndo Sir. Herbert Croft. Croft Castle. Foto R.Puig

Aunque  lo más apasionante de su producción fue la novela epistolar Love and Madness basada en una historia real de pasiones y crímenes.

Portada de Love and Madness. Google Books

Portada de Love and Madness. Google Books

Lo descubrí, pero no pude hojearlo, tras los cristales de la biblioteca  de este castillo. Por cierto que los voluntarios del National Trust que se prestan gustosos a explicarte todo lo que vas viendo son gente culta y muy bien informada. La pena fue no poder enrrollarme más pues la visita con niños tiene sus límites y en los jardines nos esperaba un playground que premia la paciencia de los pequeños. A pesar de eso, uno de los guías voluntarios tuvo tiempo de contarme la triste historia de las tres hijas del reverendo Croft.

Tres eran tres las hijas del Reverendo Sir. Herbert Croft. Croft Castle. Foto R.Puig

Tres eran tres las hijas del Reverendo Sir. Herbert Croft. Croft Castle. Foto R.Puig

Murieron solteras, pues su padre nunca tuvo el capital requerido para la dote de ninguna de ellas. ¡Estúpido siglo y miserables pretendientes! A juzgar por el retrato, debieron ser valerosas y bellas y, sobre todo, inteligentes y cultas.

El padre estuvo en la cárcel por deudas y perdió las propiedades de la familia. Ante una segunda denuncia, escapó a Francia. Entonces no había Unión Europea, pero las leyes no escritas del asilo funcionaron. Aunque también habría otros farages entonando eso de “we want our money back”…

Nigel Farage. Foto The Guardian

Nigel Farage. Foto The Guardian

Yo no sé cómo le habría representado Oscar Kokoschka al cabecilla de UKIP. Menos mal que el pintor autriaco no se tropezó con un eurófobo parecido cuando escapó de los nazis y se refugió en Gran Bretaña. Puede que el lápiz de Otto Dix hubiera sido el apropiado para reflejar el aura de este campeón de la xenofobia y la mentira.

El caso es que Kokoschka (quien obtuvo la nacionalidad británica en 1947) se hospedó en el Croft Castle pra cumplir con el encargo de retratar a Lord Michael Croft (1916-1997), a quien pintó bañado en esa atmósfera psicodramática que dicen pretendía reflejar el mundo del personaje retratado, en este caso con al fondo la imagen de su abuelo y una bandera roja comunista ondeando a la izquierda.

Retrato de Michael Croft por Kokoschka. Croft Castle. Foto National Trust

Retrato de Michael Croft por Kokoschka. Croft Castle. Foto National Trust

Por cierto, si algún día visitan el castillo de los Crofts pidan en su cafetería un té con scorns, son exquisitos.

Acceso al Croft Castle. s.XVII. Foto R.Puig

Acceso al Croft Castle. s.XVII. Foto R.Puig

Al día siguiente de nuestra vuelta a Leicester, paseando por el New Walk, una semana antes del referendum del Brexit, hay algo que me dió mala espina, aunque, optimista yo, procuré desechar esa sensación. Uno de los prohombres de la historia de la ciudad, reverendo y escritor también de obras varias, entre ellas una de 1803, titulada Sentiments proper to the present Crisis (Sentimientos apropiados para la presente crisis) me hacía un gesto de adiós…

Bye-bye. Foto R.Puig

Bye-bye. Foto R.Puig


Un arcángel voló desde Lima a Requena…

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Requena. Plaza de Albornoz. Foto R .Puig

Requena. Plaza de Albornoz. Foto R .Puig

Durante años he pasado cerca de Requena en mis desplazamientos entre Madrid y Valencia. La semana pasada, por fin, hice parada y fonda con vistas a la plaza de Albornoz, en el centro del barrio antiguo.

España está sembrada de villas, hoy menores, muchas de ellas prósperas, que tuvieron importancia histórica y estratégica. Requena es una de ellas y, como suele ser el caso, la ciudad vieja se fue formando y fortificando sobre una colina.

Requena. La Alcazaba. Siglo XIII. Foto R  .Puig

Requena. La Alcazaba. Siglo XIII. Foto R .Puig

Pero no me corresponde a mí contar su historia que el lector curioso encontrará en Internet con todo lujo de detalles.

Requena. Torre del Homenaje. Siglo XV. Foto R .Puig

Requena. Torre del Homenaje. Siglo XV. Foto R .Puig

Hoy se puede pasear por Requena rememorando otras épocas: la colonización árabe de la península, la Reconquista y el paso del Cid Campeador, la evolución de estilos arquitectónicos en sus templos y el vaivén de las guerras peninsulares reseñado por los restos de su fortaleza y sus murallas.

Requena. Del pórtico de Santa María. Foto R.Puig

Requena. Del pórtico de Santa María. Foto R.Puig

Pero, sobre todo, el sabor de sus calles, plazas, casas y casonas y el encuentro con su gente.

Requena. Arcos árabes.Foto R.Puig

Requena. Arcos árabes.Foto R.Puig

Requena. Iglesia Torre de El Salvador y cúpula del Sagrario.  Foto R.Puig

Requena. Iglesia Torre de El Salvador y cúpula del Sagrario. Foto R.Puig

Requena. Foto R.Puig

Requena. Foto R.Puig

Como es tiempo de vacaciones, la villa rebosa de jóvenes y niños, de sus voces y de sus juegos. Junto a los jubilados que se resguardan del calor a la sombra de un pórtico o en la umbría de las calles, hay un ir y venir  de los alumnos de escuelas e institutos, libres de clases y exámenes.

Requena. Calle Somera. Foto R .Puig

Requena. Calle Somera. Foto R .Puig

Estos chavales y estas chavalas son el futuro de España.

Requena. Juventud de vacaciones. Foto R.Puig

Requena. Juventud de vacaciones. Foto R.Puig

Ahí donde los ven, los “vándalos unidos”, que así me han dicho se llama su pandilla, todos han aprobado el penúltimo año de bachillerato y, al menos cuatro de ellos, ya saben la profesión para la que quieren estudiar el año que viene, cuando acaben los estudios secundarios.

Quizás también salga de esta villa algún artista destacado, si  es que los ejemplos del Museo de Arte Contemporáneo de Requena llegan a servir de inspiración.

Museo de Arte Contemporáneo de Requena. Foto R.Puig

Museo de Arte Contemporáneo “Florencio de la Fuente” de Requena. Foto R.Puig

Mi estancia me pilló fuera de los horarios de apertura, pero hay obras de Miró, Dalí, Tapies, Bores, Torner, Rueda, Mompó, Plensa, GuayasamínLam, y de otros menos conocidos pero activos. Así que volveré  en otra ocasión a visitarlo.

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El arcángel que llegó de Lima

Lo que no esperaba encontrar en Requena, en un rellano de la primera planta del hotel, era un San Miguel Arcángel de la escuela cuzqueña, con su espada desenvainada. Bajaba de la habitación para pasear al atardecer por la ciudad vieja, cuando, tocado con el típico sombrero virreinal entre sus alas de abundante pluma, como pintaban a los arcángeles los artistas del Perú en el siglo XVIII, el vencedor de Lucifer, con gesto de guasa, me observaba desde su antiguo marco rojo y oro .

El Sr.Jiménez en arcángel virreinal. Foto R.Puig

El señor Jiménez en arcángel virreinal. Foto R.Puig

Preguntando preguntando, he llegado a saber algo que en las clases de arte peruano de mis años en Lima nunca supe. Aunque es posible que alguno de mis condiscípulos del Perú me pueda aclarar si esta práctica, este reciclaje de óleos de la Escuela Cusqueña, sigue vigente.

El caso es que hace ya unos años un español afincado en Lima se trajo de allá y depositó en casa de sus parientes en Requena este lienzo, en el que, sobre el rostro original, un atrevido pintor de la Ciudad de los Virreyes superpuso el retrato del adquirente. Si prestamos fe a mi informante requenense, estos antiguos arcángeles retocados se obtenían en Lima por encargo.

Aunque tiene aspecto de ser un lienzo antiguo, mejores conocedores hay que yo para verificarlo. A pesar de la penumbra en la que pude observarlo, parece que el rostro contemporáneo haya sido un tercer componente superpuesto al estereotipo afiligranado, típico de aquellas obras, en el que a menudo parecen intervenir dos manos de un mismo taller, especializada una en el atuendo y otra en la persona del ángel. Los barnices habrían hecho el resto.

El Sr.Jiménez en arcángel virreinal. Foto R.Puig

El señor Jiménez en arcángel virreinal. Foto R.Puig

Para que ustedes comparen, he seleccionado, un ejemplo de este género de pintura virreinal del Perú que se puede ver en el Museo Pedro de Osma en Lima, con el que coincide en casi todo el retrato del señor Jiménez.

El arcángel San Miguel. Escuela cuzqueña ss.XVII a XVIII. Museo Pedro de Osma.

El arcángel San Miguel. Escuela cuzqueña ss. XVII a XVIII. Museo Pedro de Osma.

Si el arcángel de Requena es una copia contemporánea, hábilmente envejecida, o un lienzo antiguo salido del mismo taller, conforme al mismo modelo de los cuadros angélicos de la Escuela Cuzqueña, no he podido saberlo. En todo caso, hay que reconocer que al señor Jiménez no le faltó una buena dosis de humor irreverente, cuando quiso dejar un recuerdo a la familia. También confío en que el patrimonio artístico peruano no haya sufrido con ello.

Si así fuese, otro arcángel podría empuñar el arcabuz para tomarse la justicia por su mano. Claro que, para ello, tendría que volar hacia la ignota región en donde ahora moren los profanadores.

El arcángel con arcabuz. Escuela cuzqueña ss.XVII a XVIII. Museo de Arte de Lima

El arcángel con arcabuz. Escuela cuzqueña ss.XVII a XVIII. Museo de Arte de Lima

Pero, si el mismísimo San Miguel se sintiese ofendido, no quiero ni pensar la tremolina que armaría, cuando bajase a ajustar cuentas desde lo alto del Castel Sant’Angelo

 


Fisionomías (XXIII) en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid

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Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Fue en el mes de julio en Madrid cuando visité el Museo Lázaro Galdiano, un lugar apacible retirado del tráfago y de las riadas de turistas, en la parte alta de la calle de Serrano. No había estado en esa mansión de maravillas desde hace una eternidad. Sería difícil que yo pudiese dar una descripción general de esta generosa colección, engastada en el palacete que fue su casa y que refleja las pasiones y preferencias de un fecundo editor y mecenas, José Lázaro Galdiano (Beire, Navarra, 1862 – Madrid, 1947).

En mi caso, me reduzco a dar cuenta de una breve cosecha de fisionomías, fruto de mi manía de ir a la caza de ellas cuando visito algún museo. Es poca cosa, pero a pesar de haber disfrutado durante mi visita de muchas de las obras de la colección permanente y de las exposiciones temporales en marcha, el lector curioso puede encontrar suficiente información sin mi ayuda. Estos son los límites de haberme especializado en rostros.

No obstante, recomiendo la lectura del artículo Coleccionar para educar el gusto: José Lázaro Galdiano de Amparo López Redondo, Conservadora de la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid.

El texto concluye así:

Fuera de las peculiaridades de la personalidad de cada coleccionista es importante señalar la admirable labor llevada a cabo por un reducido grupo de esa burguesía emergente que como Lázaro supo asumir en la época de la restauración política, tareas de mecenazgo y de defensa del patrimonio artístico que tradicionalmente ostentaron la monarquía, la aristocracia y la Iglesia y que la administración del Estado no había asumido todavía. Gracias a las colecciones creadas por ellos se conservan hoy importantes obras de arte que en la mayor parte de las ocasiones fueron donadas al Estado para enriquecer los grandes museos o como en este caso permanecer unidas para honrar la memoria de su benefactor.

Colecciones que son un lamento por el pasado esplendor perdido y también constituyen la base de una nueva percepción de la obra de arte.

José Lázaro como otros muchos coleccionistas, crea con su selección de obras un microcosmos desde el que interpretar la historia recreando una estética y una moral. En este sentido puede considerarse que la Colección Lázaro Galdiano es una colección romántica pues en su creación hay algo más que la simple acumulación de objetos bellos, hay además la intención testimonial de reinventar la historia.

La colección es una parte muy activa de la experiencia vital del hombre. Lázaro viajó por toda Europa visitando museos y comprando libros de arte, su biblioteca es un claro reflejo de sus conocimientos artísticos; su entusiasmo por las exposiciones y los museos; también lo son. Escribió a su esposa más de treinta cartas comentándole sus compras de obras de arte y las visitas a museos como la Wallace Collection, la Dulwich, el Kensington, el Louvre o el Museo de Berlín. Visitas absorbentes que en ocasiones le dejaban exhausto pues en el placer contemplativo se olvidaba hasta de almorzar. Entre esas cartas, hay una escrita en Viena en Julio de 1926 en la que relata a su esposa unas reflexiones sobre el arte que en cierto modo resumen una parte de su experiencia como coleccionista: «El arte, al revés que la moda, gana todos los años en valor, sobre todo para mí que pienso que esos objetos me han dado tanta dicha educándome y refinando mi gusto».

Amparo López Redondo, UNED. Espacio, Tiempo y Forma Serie VII, H. a del Arte, t. 20-21, 2007-2008, págs. 301-314.

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Fisionomías de los varones

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

Comienzo por un niño castellano, bien nutrido y feliz, a quien sólo le falta que un hilillo de baba (o de leche materna) se deslice por la comisura de sus labios. Cuando vean ustedes a la mamá entenderán por qué el niño está contento. Nada de esos niños jesús q los que el barroco pintará pensando en su futura pasión, incluso con unos clavos en las manos. Quién lo tallase y lo policromase tenía otra visión y otros modelos en mente. Los aires y las reglas artísticas de Trento no le habían llegado aún.

En todo caso, este Jesús un poco andrógino no es desde luego el anterior niño castellano unos años después. Por muy admirable y misterioso que sea, hay una inseguridad de adolescente extraordinariamente captada por alguno de aquellos artistas que se formaron en el arte de mostrar los pliegues del alma y las ambigüedades del gesto. ¿Tuvieron algo que ver en todo eso la luz y las interminables nieblas del invierno lombardo que matizaban de palidez las apariciones del sol en la ribera lombarda de la llanura padana?

Círculo de Leonardo Da Vinci. El Salvador adolescente. finales del s.XV.Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R. Puig

Círculo de Leonardo Da Vinci. El Salvador adolescente. Final s.XV. Museo Lázaro Galdiano. Foto R. Puig

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En el el museo hay otras fisionomías, rostros prestados para la guerra. No entiendo nada de armaduras y por tanto no sé si rostros de hierro como este se estilaban en tiempos de Leonardo da Vinci (1452 – 1519) y si la moda había ya decaído cuando la batalla de Pavía (1525), librada en esa ciudad de las riberas del Po. El caso es que me ha interesado el contraste entre el rostro temeroso de arriba pintado por aquellas tierras y este yelmoque quizás siga el modelo de los  que campearon en actitud muy diferente por la llanura padana.

Yelmo del s. XVI. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Yelmo. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

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Narices

En julio, iniciaba mi crónica en el Jardín Botánico de Madrid con el perfil de Carlos III, en el que destacaba su prominente nariz. Pues bien, aquí también encontramos otras que no son mancas.

En la Antigüedad y en la Europa de los Habsburgo un buen apéndice nasal se consideraba signo de realeza, aunque parece que la cosa viene ya de Ciro el Grande. Comentaba irónicamente Erasmo que el tener la nariz como el pico de un águila era una muestra de poderío e imperio, a semejanza del pájaro rey de las aves. Incluso en este busto, que se estima fue esculpido en el siglo XVI siguiendo modelos romanos, nos hallamos quizás  ante un emperador. Claro que también pudo ser de algún adinerado pretencioso que quiso retratarse así, con su toga y sus rizos a la romana.

Anónimo del s.XVI. Busto de romano. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Anónimo del s.XVI. Busto de romano. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

Quien si era de verdad él mismo, con su hermosa nariz, es el aquí retratado, dicen que por Goya. Este hombre, que cuentan fue de muy afable trato, era un fraile que no por serlo dejó de pensar liberalmente en tiempos difíciles. se trata de Fray José de la Canal (Ucieda, Santander, 1768 – Madrid, 1845).

Extraigo aquí del blog del museo un resumen biográfico de este hombre que, sólo con mirar su retrato, me da que fue una buena persona:

Atribuido a Goya. José de La Canal. 1824 a 25. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a Goya. José de La Canal. 1824 a 25. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

Eminente historiador agustino de tendencias liberales, redactor de los periódicos madrileños El Ciudadano Constitucional y El Universal en los difíciles años de 1813-1814 y a causa de ello temporalmente represaliado, prior del convento de San Felipe el Real, miembro de la Société des Antiquaires de Normandía que fundara Arcisse de Caumont en 1823, y al final de sus días director de la Real Academia de la Historia. El 18 de abril de 1845 sus restos mortales fueron conducidos al cementerio de la Patriarcal en un humilde carro, acompañado de cinco coches ocupados por miembros de la Academia de la Historia y la Academia de la Lengua.

 

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Contemporáneo suyo fue Arthur Wellesley (Dublin, 1769 – Kent, 1852) más conocido por su título de duque de Wellington. Este cuadro no es de Goya, pero la nariz sí era también un signo de predestinación en este ilustre guerrero irlandés que tras sus campañas imperialistas en la India, desarrolló  una fulgurante carrera europea, a quien la historia colocó siempre en el lugar justo y en el momento oportuno, en especial en Portugal y en España. Cuando enarcaba las cejas ganaba una batalla. Y el triunfo le coloreaba los pómulos. La campaña de España contra las tropas napoleónicas le valió unos pocos títulos nobiliarios. Además, un Fernando VII  demasiado rumboso le regaló todas las obras maestras (unas 90) de colecciones españolas que Pepe Botella (José Bonaparte) estuvo a punto de llevarse de España. Ahora están en Londres, en la Apsley House, hoy Museo Wellington.

Atribuido a John Jackson. El Duque de Wellington. 1820 a 25. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a John Jackson. El Duque de Wellington. 1820 a 25. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

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Y el monarca que vemos a continuación ya estaba destronado y exiliado en Flandes, cuando como compensación pudo pagarse el honor de ser pintado por el retratista de Carlos V, me refiero a Bernard Van Orley (1487/1491 – 1541), quien no disimuló el malhumor del personaje.

Van Orley. Christian II de Dinamarca. s. XVI. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Van Orley. Christian II de Dinamarca. s. XVI. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

Cristián II (1481 – 1559) también tenía un buen apéndice nasal, signo de predestinación, no a un solo título real, no, pues a este hombre le cayeron sobre los hombros, por ser hijo de quien era, nada menos que tres reinos: Dinamarca, Noruega y Suecia. Además estuvo casado con la segunda hija de Felipe el Hermoso y la Reina Juana I de Castilla  (Juana la Loca), Isabel de Austria (Bruselas 1501 –  Zwijnaarde, Gante 1526) que durante un tiempo fue también reina de Suecia hasta que Gustav Vasa logró expulsar a los daneses del trono de  Suecia (para sustituir un régimen despótico por otro de la misma índole). De modo que por esos laberintos de la historia de las dinastías europeas, esta hija de Juana la Loca está enterrada con en la Iglesia de San Canuto en Odense (Dinamarca). Pero ella y su marido murieron en el exilio en Flandes.

En Suecia es recordado como Christian el Tirano, entre otras cosas por la matanzas que organizaba, so pretexto de herejía luterana, contra los opositores suecos, entre las cuales destacó el baño de sangre de Estocolmo (1519), una especie de noche de San Bartolomé, aunque unas decadas antes de la de París y de estilo escandinavo. De las matanzas de su sucesor cunero ya hemos hablado aquí.

Pieter Pourbus, El Viejo. Monje. Segunda mitad del s.XVI. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Pieter Janzs Pourbus. Monje . Detalle.  2ª mitad s.XVI. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

El pintor que retrató a este monje benedictino belga era otro reconocido retratista flamenco,  Pieter Pourbus (1523 -1584)  que en este cuadro ha captado el estado de ánimo de un joven religioso, no en actitud mística, sino ensimismado en sus preocupaciones, a saber por qué. La prueba de la fidelidad pictórica del artista es que ni siquiera ha olvidado un grano molesto que campea en la mejilla izquierda de este hombre, consagrado o en vías de pronunciar los votos que le van a apartar del mundo y de sus pompas.

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Fisionomías de mujeres

Y está es la joven señora castellana, satisfecha de tener su bebé bien alimentado y feliz al que hemos visto más arriba.

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

 

 

Justus Van Egmont. Retrato de dama. 1650 a 55. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Justus Van Egmont. Dama de medio cuerpo. Detalle. 1650 a 55. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

¡Ah! ¡Las perlas! ¿Que tendrán las perlas que fascinan a las señoras y a sus retratistas de postín?

Para empezar tenemos las perlas de las damas que inmortalizaron tres pintores flamencos y uno de la escuela inglesa que tanto le debió a los artistas de los Países Bajos, los cuatro de la segunda mitad del siglo XVII.  Aunque ninguna de ellas, a pesar de sus nutridos collares alcanza a la joven de la perla de Johannes Vermeer (1632 – 1675), obra de la misma época. Con una sola perla superó los collares que rodean el cuello de sus contemporáneas. ¡El mérito al pintor!

Ludolf De Jongh. 1655 a 1660. Retrato de dama.Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Ludolf De Jongh. 1655 a 1660. Retrato de dama.Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

 

Peter Lely. Retrato de dama. ca. 1665. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Peter Lely. Retrato de dama. ca. 1665. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

En el caso del siguiente retrato, da la impresión de que el salto de dos siglos ha traído consigo la multiplicación por dos de los collares.

Federico de Madrazo. Gertrudis Gómez de Avellaneda. 1857. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Federico de Madrazo. Gertrudis Gómez de Avellaneda. 1857. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

No sé si por fortuna familiar o por los derechos de autora, esta ilustre escritora y poetisa nacional cubana, hija de indianos españoles,  Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814 – 1873), pudo compensar un poquito sus sinsabores amorosos y matrimoniales dejándose retratar con una mirada desafiante por el mismo pintor que unos años antes había ya pintado a Isabel II.

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Pero yo me quedo con el retrato de una joven atribuido a otra mujer, Sofonisba Anguissola (1535 – 1625), una pintora italiana que llegó a nonagenaria, lo que para la época era una excepción

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Retrato de joven dama. 1560. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Joven dama. Detalle. 1560. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

No se identifica a la retratada, pero su fisionomía coincide con la del retrato que hizo Pantoja de la Cruz  de Isabel de Valois (1546 – 1598), a la que casaron con Felipe II  cuando aún no había cumplido los 14 años, a la misma edad en que lo habían hecho con su madre, Catalina de Medicis, casada con el rey de Francia. Da la casualidad que Sofonisba Anguissola no sólo llegó a la corte de España como pintora, sino que fue también dama de compañía de aquella Isabel de Francia que fue la tercera esposa del adusto monarca quien cuando los esponsales ya tenía 33 años de edad.

Este es sólo un detalle de un cuadro que así se describe en la ficha del museo:

De pie y casi de cuerpo entero, se representa la joven en un interior apoyando la mano derecha sobre una mesa. Mira al frente, con gesto sereno, ricamente vestida: saya de vivo terciopelo rojo sobre camisa, ambos bordados en oro. Lechuguillas de encaje y pelo oscuro recogido con un adorno de pedrería. Sobre el vestido, rico collar y cinturón de oro y pedrería.

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Retrato de joven dama. 1560. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Retrato de joven dama. 1560. Museo Lázaro Galdiano.

Nada que ver con el retrato que la misma artista le hizo a Felipe II que sólo tiene en común con su joven esposa la típica golilla de la época, y si maneja entre sus dedos unas bolitas, no son perlas, sino cuentas del rosario

Felipe II por Sofonisba Anguissola. Museo del Prado

Felipe II por Sofonisba Anguissola. Museo del Prado

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Pero a todo esto, buscaba yo, para terminar esta crónica, algún retrato al óleo del hombre que tantos coleccionó. Pero pareciera que aquí también vale lo de en casa del herrero cuchara de palo, pues sólo he podido dar con su retrato al pastel cuando el mecenas andaba por la treintena. Es obra del malogrado Joaquín Vaamonde (1872 – 1900)

Retrato al pastel de José Lázaro Galdiano por Joaquín Vaamonde. Pinterest.com

Retrato al pastel de José Lázaro Galdiano por Joaquín Vaamonde. Pinterest.com

Por desgracia da la sensación de que alguien lo estropeó emborronando la nariz del filántropo


Borgebyslott: la balada del artista triste

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Bandada de cigüeñas. Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Bandada de cigüeñas. Ernst Norlind. Foto R.Puig

El castillo de Borgeby (Borgeby Slott) ya no es un castillo, lo fue hasta que lo demolieron los daneses en el siglo XVII, si no todas las construcciones sí las que hacían del conjunto una fortificación con sus torres y sus murallas, aunque ya antes, en el siglo XV, un rey sueco le había pegado fuego. De un modo u otro siempre estuvo envuelto en los conflictos armados que asolaron esa zona estratégica de Escania.

Y a fines del siglo XIX un rico agricultor los compró y se lo regaló a su hija Hanna, quien se casó con el pintor, violinista, editor y escritor Ernst Nordlin, que se dio a conocer por pintar repetidamente a las cigüeñas que volaban y anidaban en la región de Lund, pero sobre todo por haber sabido, junto con la rica heredera,  emplear la fortuna de que esta disponía para atraer a su selecto cenáculo a artistas, escritores y otros protagonistas de la actualidad cultural de principios del siglo XX, algunos de ellos de renombre internacional.

Ernst Norlinds. Autorretrato. Borgeby. Foto R.Puig

Ernst Norlind. Autorretrato. Borgeby. Foto R.Puig

Hanna Norlinds por Axel Törneman

Hanna Norlind por Axel Törneman

Lo más interesante del lugar, gestionado por una fundación que el matrimonio dotó para después de su muerte, es la casa-museo, honesta y transparente en lo que se refiere no sólo al mundo creativo del pintor, sino a sus facetas menos logradas, sin que falten los episodios y frustraciones familiares. Es un ejemplo instructivo de como una casa-museo puede rememorar la vida de los protagonistas que la hicieron especial, en este caso Ernst (1877-1952) y Hanna (sin datos), y en la que creció y se deterioró mentalmente su hijo Staffan (1909 – 1978). Ocupa la mansión medieval, atravesada por lo que debió de ser un pasaje a la ciudadela del antiguo castillo, que seguramente en su época guerrera estuvo protegido por un grueso portón y sus rejas. Hoy comunica la fachada de la casa-museo con las instalaciones y edificios agrícolas en parte destinados a eventos sociales y exposiciones.

La casa museo de los Nordlins. Borgebyslott. Foto R.Puig

La casa museo de los Nordlin. Borgebyslott. Foto R.Puig

Lo que queda de las fortificaciones, una torre, que no se visita, en la que casi todo es de nueva planta, es lo menos interesante aunque resulte vistosa.

Borgebyslott. Lo que queda de las fortificaciones. Foto R.Puig

Hay un panel instructivo sobre el medio natural en el que se sitúa el conjunto, donde las aves son abundantes y, en particular las cigüeñas y algunas rapaces.

Area natural de Lundalan (región de Lund). Del cartel explicativo

Area natural de Lundalan (región de Lund). Del cartel explicativo

Bandada de cigüeñas. Detalle de un cuadro de Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Bandada de cigüeñas. Detalle de un cuadro de Ernst Norlind. Foto R.Puig

La instalaciones de antiguo uso agrícola son genuinas y bien mantenidas, características del sur de Suecia.

Borgebyslott. Almacenes agrícolas. Foto R.Puig

Borgebyslott. Almacenes agrícolas. Foto R.Puig

No extraña pues que, invitado a este castillo sueco, Rainer María Rilke, que era no sólo un gran poeta, sino también muy aficionado a hospedarse en románticos torreones y castillos, en los que la inspiración le visitaba, no se hiciese de rogar y se acogiese a la hospitalidad de los Nordlin en agosto del 1904. Como era agradecido les dejó un poema dedicado a Borgeby, a las sensaciones de aquella estancia y a sus piedras.

Foto de Rilke en Borgeby

 Rilke en Borgeby. Foto Ernst Nordlin

De las actividades editoras de Ernst Nordlin se expone un ejemplar de la revista en la que publicó algunos de su poemas

Portada de Sacrum. Universidad de Lund. 1928. editada por Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Portada de Sacrum. Universidad de Lund. 1928. editada por Ernst Norlind. Foto R.Puig

Y algunos de los libros de los que fue autor.

Obras de Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Obras de Ernst Norlind. Foto R.Puig

Hay también muchos de sus cuadros, en los que las aves ďominan

Halcón. Detalle de un cuadro de Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Halcón. Detalle de un cuadro de Ernst Norlind. Foto R.Puig

en especial muchas, muchas cigüeñas.

Cigüeñas. Detalle de un cuadro de Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Cigüeñas. Detalle de un cuadro de Ernst Norlind. Foto R.Puig

Pero estas aves no fueron motivo de felicidad para el hijo. Aparecen en sus pinturas como obsesiones de la herencia paterna. Fue un hombre marcado por una adolescencia en la que se sentía obligado por el mundo de artistas y creadores que rodeaba a sus padres y obsesionado por devenir él también un creador de éxito. El lugar ya era de por si triste, los cuadros de su padre son una muestra de cómo eran allí los inviernos y las luces del atardecer.

Staffan Nordlin escribió sobre los intentos de su adolescencia y juventud, preso de un deseo que le oprimía, el  de ser reconocido como artista y escritor

Mi juventud idiota y dividida, en la que fui coleccionista de mariposas, pianista, bailarín, dibujante, pintor, arqueólogo, enterrador y delirante

Escena onírica con cigüeñas. por Staffan Norlinds.1943. Borgeby. Foto R.Puig

Escena onírica con cigüeñas. por Staffan Norlind.1943. Borgeby. Foto R.Puig

El conflicto con su padre estaba servido, de tal modo que hijo y padre no aparecían nunca juntos. Tan es así que el padre se fue a vivir unos años a Asís.

Cigüeña disecada. Borgeby. Foto R.Puig

Cigüeña disecada. Borgeby. Foto R.Puig

Ernst Norlinds

Ernst Norlind

Hanna Norlinds por . Foto R.Puig

Hanna Norlind por Axel Törneman. Foto R.Puig

La imagen de la maternidad pintada por Staffan presentaba en su fondo un niño que parece alzarse al cielo llevado por unas esquemáticas cigüeñas y no estaba inspirada en su madre real

Maternidad por Staffan Norlinds. 1939. Borgeby. Foto R.Puig

Maternidad por Staffan Norlind. 1939. Borgeby. Foto R.Puig

sino probablemente en la talla de una virgen gótica y coronada que sostiene al niño y  que aún se ve en una hornacina de la casa-museo

Talla gótica en el castillo de Borgeby. Foto R.Puig

Talla gótica en la casa-museo de Borgeby. Foto R.Puig

Por aquellos años, el joven intentó también consagrase como escultor, aunque no se exponga  otro testimonio que el de esta foto en el estudio de un conocido escultor amigo de la familia

Staffan Norlinds durante sus estudios de escultura.

Staffan Norlind durante sus estudios de escultura.

Borgebyslott. Fachada posterior de la casa museo. Foto R.Puig

Borgebyslott. Fachada posterior de la casa museo. Foto R.Puig

Años más tarde, en 1949, a Staffan le practicaron una intervención quirúrgica que disparatadamente se aplicaba entonces a los enfermos mentales: una lobotomía

Figura ascendente con cigüeñas.por Staffan Norlinds.Borgeby. Foto R.Puig

Figura ascendente con cigüeñas.por Staffan Norlinds.Borgeby. Foto R.Puig

Ya no fue capaz de producir ni una sola imagen. Sus últimos años, desde 1949 hasta 1978, los vivió sumido en la angustia y el rencor. ¿Habría sido diferente su destino si hubiese sido agricultor como su abuelo?

 

 

 

 


Algunos rostros del Rijks Museum de Amsterdam (Fisionomías XXIV)

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Fachada de la Berg Poort. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Fachada de la Berg Poort. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

El 31 de agosto pasé el día en los museos de Amsterdam. Es bien sabido que el Rijks Museum concluyó hace tres años una cuidadosa remodelación arquitectónica a cargo del estudio de arquitectura de Antonio Cruz y Antonio Ortiz que ha durado diez años. La conclusión de las obras se interrumpió algunos años por el bloqueo de la poderosa Federación de Ciclistas de Amsterdam, que reclamaba que el pasaje de la galería central del Museo, donde se ubica la entrada al mismo, quedase abierto a la circulación de las bicicletas. Obtenida su reivindicación, la nube de ciclistas que a diario atraviesa por ahí, se ahorra cinco minutos de pedaleo. Un retraso y aumento de presupuesto que al encargado de la venta de libros de arte y de catálogos de la excelente tienda de arte del museo, con el que conversé, le parece que ha sido una cacicada. Pero ustedes vayan y juzguen pos sí mismos. Por mi parte, yo llegué a pié y en tranvía desde el camping en que me hospedaba, que tiene un aspecto idílico visto desde el puente por el que se va andando a la parada del tranvía

El camping de Zeeburg junto al Rijnkanaal de Amsterdam. Foto R.Puig

El camping de Zeeburg junto al Rijnkanaal de Amsterdam. Foto R.Puig

Es el más cercano al centro y está abierto todo el año, sobre todo para las multitudes de jóvenes a quienes atrae la ciudad, no tanto por sus museos, como por otras ofertas y diversiones. No obstante, aunque los servicios estén sucios y, si no quieres esperar más de media hora a pié firme para poderte duchar has de hacerlo cuando clarea y la mayoría duerme bajo las tiendas, en el camping reina el buen humor y durante mis dos pernoctas se respetó el silencio debido.

A la espalda y frente a la entrada del camping discurre majestuoso el Rijnkanaal de Amsterdam

El Rijnkanaal de Amsterdam cerca del camping de Zeeburg. Foto R.Puig

El Rijnkanaal de Amsterdam cerca del camping de Zeeburg. Foto R.Puig

Que algunas barcazas circulen cargadas de gas no debería ser un motivo de preocupación

Un barcaza cargada de gas pasa frente a la entrada del camping. Foto R.Puig

Un barcaza cargada de gas pasa frente a la entrada del camping. Foto R.Puig

Tampoco yo debería divagar más con mi composición de lugar, pues el objeto de esta crónica eran mis recuerdos de la visita al Rijks Museum…

La Pintura. Altorrelieve de la fachada principal. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La escuela de pintura. Altorrelieve de la fachada principal. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

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Hay que llegar temprano

Ya me lo advirtieron a la entrada, pues accedí al museo justo cuando abría sus puertas: “vaya primero a ver las obras de Rembrandt, si es que quiere verlas en paz”. ¡Pobre de mí! bastó que me entretuviese en algunas salas previas, para que, en llegando al sancta sanctorum del artista, me fuese imposible adentrarme en La ronda nocturna, el cuadro que preside la Galería de Honor.

No sé cómo explicarlo, pero hay obras que piden no sólo contemplación, sino un movimiento interior que te lleve a pasar del otro lado del lienzo, a moverte entre los personajes y sentir, pincelada a pincelada, el proceso de creación de las fisionomías de los protagonistas y de la magia y la atmósfera del momento. Algo así como tratar de verse cara a cara con Rembrandt en el trance de pintar.

La Galeria de Honor. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La Galeria de Honor. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Pero dirán ustedes que lo que yo pido es soñar despierto en la sala de un museo sin que nadie me despierte. Así que dejémoslo estar. Un día quizás…

Afortunadamente los turistas no se amontonaban ante otras obras en las salas laterales…

La conspiración de los bátavos. Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La conspiración de los bátavos. Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

"La novia judía". Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

“La novia judía”. Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

y pude dejarme secuestrar por ellos durante unos instantes.

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El arte de tallar la madera

Que la tradición del expresionismo centroeuropeo viene de lejos es conocido. También es más fácil circular con calma por la colección de esculturas tardomedievales del museo, recoletas en su penumbra y menos frecuentadas. Así que, voy a referirme a mi encuentro con algunas de esas obras.

En primer lugar, un tema clásico del siglo XV y del siglo XVI: el encuentro (diríamos hoy que el flechazo) de otros dos consortes judíos, Joaquín y Ana, que Durero también grabó y los artistas de la talla interpretaron por toda Europa, entre ellos los imagineros españoles.

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Encuentro de Joaquín y Ana, “Maestro de Joaquín y Ana”. s.XV.Rijksmuseum. Foto R.Puig

Esta es una talla a caballo entre el Gótico y el Renacimiento, obra de un anónimo escultor holandés.

De perfil gótico es La Virgen con el niño de Adriaen van Wesel (ca. 1415 – ca. 1490), que recuerda a las esculturas de las catedrales europeas, con sus sonrisas apenas apuntadas y sus rostros inclinados benevolamente hacia los fieles que imploran favores.

La Virgen y el niño. Adriaen van Wesel. s.XV. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La Virgen y el niño. Adriaen van Wesel. ca. 1470. Detalle. Rijksmuseum. Foto R.Puig

De carácter abiertamente expresionista es la muerte de la Virgen del mismo escultor, quien, pocos años más tarde, pasa del lirismo al drama, adecuándose al nuevo encargo, un retablo para la Cofradía de Nuestra Señora de la iglesia de San Juan en ‘s-Hertogenbosch, de la cual formaba parte Anthonius van Aken, el padre de el Bosco (ca.1450 – 1516). Hay algunas obras del genio del Jardín de las Delicias que guardan semejanza con otras tallas de van Wesel, por ejemplo la tabla de San Juan Evangelista en Patmos del Museo de Berlín. La figura del evangelista está inspirada en la talla del escultor que formaba parte del mismo retablo (hoy en el Het Noordsbrabants Museum). Está documentado que Jheronimus  van Aken (el Bosco) y su padre  conocieron a Adriaen van Wesel y las obras que talló para la iglesia de San Juan de su ciudad.

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. s.XV. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. ca. 1475 – 1477. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. s.XV.  Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. s.XV. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Es el rostro de una María agonizante, ataviada como una viuda holandesa y rodeada por unos apóstoles con caras tristes, circundadas de abundantes cabellos cuidadosamente trabajados, en una demostración de virtuosismo en la talla de la madera.

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La Dolorosa 

Tres lustros más tarde, un artista florentino afincado algunos años en los Países Bajos, Pietro Torrigiano (1572 – 1428), famoso por haber roto de un puñetazo el tabique nasal de su paisano Miguel Angel, realizó un busto de la Virgen Dolorosa que rompe los cánones de la expresión gótica y que hasta puede decirse que tiene un aire surrealista.

Mater dolorosa. Atribuida a Pietro Torrigiano principios del s.XVI. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Mater dolorosa. Atribuida a Pietro Torrigiano, ca. 1507. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Dicen que esta dolorosa la encargó la que sería regente de los Países Bajos y tutora del futuro Carlos V, la Archiduquesa Margarita de Austria (1480 – 1530), tras enviudar por segunda vez y perder prematuramente a su hermano Felipe el Hermoso (1478 – 1506).

Pero si hemos de hablar de surrealismo ¿qué me dicen de este San Vito de facciones góticas, ensimismado y en trance de freírse en aceite hirviendo con apenada serenidad? Originalmente era una talla de madera, que más tarde fue policromada en el siglo XVII.

San Vito en el aceite hirviendo. ca.1500. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

San Vito en el aceite hirviendo. ca.1500. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

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Contrastes del destino

¡Qué diferente tratamiento el que un pintor, también del siglo XVII, le dio al joven con el que concluimos nuestra crónica!

El pintor de las familias más pudientes de la oligarquía de Amsterdam, Bartholomeus van der Helst, retrató así al hijo de Andries Bicker, alcalde de Amsterdam, uno de los más ricos comerciantes de los Países Bajos y varias veces embajador, cuyo retrato se puede ver en el museo junto al de su hijo.

Gerard Andriesz Bicker (1622 – 1666) tenía a la sazón veintidós años y -a diferencia de San Vito– su relación con el aceite se reducía probablemente a los platos que le servían sobre una mesa bien provista.

Retrato de Gerard Andriesz Bicker. Bartholomeus van der Helst. c. 1642. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Retrato de Gerard Andriesz Bicker. Bartholomeus van der Helst. ca. 1644. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig


De Amsterdam a Gante (Fisionomías XXV)

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La explanada de los museos. Amsterdam. Foto R.Puig

La explanada de los museos. Amsterdam. Foto R.Puig

A poca distancia del Rijksmuseum, paseando por la explanada de los museos llego al Museo Municipal de Arte Moderno (Stedelijk Museum)

El Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

El Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

En el que la arquitectura contemporánea arropa al edificio en ladrillo de finales del siglo XIX.

Entrada.  Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

Entrada. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

La recepción. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

La recepción. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

Ensamblaje de arquitecturas. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

Ensamblaje de arquitecturas. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

A los espacios de construcción contemporánea se accede por escaleras mecánicas a juego

Escalera mecánica. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

Escalera mecánica. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

mientras que en el primer edificio se mantiene la escalinata original, aunque bajo una corona contemporánea, luminosa y móvil

Escalera interior. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

Escalera interior. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

También se mueven (tras apretar el botón) estos animales momificados de cuyo autor no encontré la cartela pero tiene toda la mordacidad de una instalación del pionero de las instalaciones y las performances, el norteamericano Bruce Nauman

Museo de Arte Moderno. Animalario móvil. Amsterdam. Foto R.Puig

Museo de Arte Moderno. Animalario móvil. Amsterdam. Foto R.Puig

Aunque el museo se esfuerza por ofrecer al visitante un recorrido por las épocas y escuelas del arte moderno y contemporáneo con algunas obras memorables y otras menos, con amplios saltos que van desde Rodin y Cezanne

Jean d'Aire. Rodin 1884 a 86. Foto R.Puig

Jean d’Aire. Rodin 1884 a 86. Foto R.Puig

La Santa Victoria. Paul Cezanne. 1888. Foto R.Puig

La Santa Victoria. Paul Cezanne. 1888. Foto R.Puig

hasta obras y fisionomías más recientes, algunas a mi modo de ver deudoras del grupo COBRA, ampliamente representado en el museo, como una del norteamericano Julian Schnable de la que he seleccionado un rostro. Esta obra me recuerda las obras de Mauritz Karström, el malogrado artista sueco del que hemos hablado en este blog

La muerte inesperada de Blinky Palermo en el trópico. Julian Schnable. 1981. Detalle. Foto R.Puig

La muerte inesperada de Blinky Palermo en el trópico. Julian Schnable. 1981. Detalle. Foto R.Puig

o un rostro con iluminación de neón (a la moda de los años 60) del francés Martial Raysse, miembro de la corriente del Nouveau Réalisme

PIntura dealta tensión. Martial Raysse. 1965. Foto R.Puig

Pintura de alta tensión. Martial Raysse. 1965. Foto R.Puig

Del largo y complejo recorrido me quedaré además con un cuadro de Chagall

Autorretrato de los siete dedos. Marc Chagall. 1912 a 13. Foto R.Puig

Autorretrato de los siete dedos. Marc Chagall. 1912 a 13. Foto R.Puig

otro de Matisse

Odalisca. Henri Matisse. 1920 a 21. Foto R.Puig

Odalisca. Henri Matisse. 1920 a 21. Foto R.Puig

y el bronce de un torso delicuescente del holandés-americano Willem de Kooning

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Large torso. Willem de Kooning. 1974. Foto R.Puig

Confirmo mi devoción incondicional por la obra de Mark Rothko

Sin título. Mark Rothko. 1962. Foto R.Puig

Sin título. Mark Rothko. 1962. Foto R.Puig

y les dejo otros dos recuerdos de mi paso por las salas del museo, la de los minimalistas norteamercanos

Flecha. Trans West, Kennet Noland y Richard Tuttle, Arrow. 1965-66. Foto R.Puig

“Trans West” de Kennet Noland y “Arrow” de Richard Tuttle. 1965-66. Foto R.Puig

y la dedicada a los espacialistas, en la estela del manifiesto blanco de Lucio Fontana

Varias obras de la Nueva Objetividad. Años 50 y 60. Foto R.Puig

Varias obras del espacialismo de los años 50 y 60. Foto R.Puig

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pero ahora de estos espacios nos vamos hacia otros, en la etapa siguiente de mi ruta de verano en dirección a  España…

Gante

Mi vecino del camping en Gante. Foto R.Puig

Mi vecino del camping en Gante. Foto R.Puig

Acampé en las afueras de Gante, en el camping municipal de Blaarmerseen, extenso y tranquilo, perfectamente comunicado con la ciudad por un autobús que te pone en la estación de Sint-Pieter en diez minutos; aunque –o tempora o mores- en mi última tarde en Gante una multitud paralizó la ciudad en búsqueda de un pokemón, y tuve que esperar en la parada durante una hora, para volver al camping

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Gante. La fuente frente a la estación Sint-Pieter. Foto R.Puig

De los puentes y canales de Amsterdam he venido a pasear junto a los de Gante

Gante. El canal de la Predikherenlei y el ábside de San Miguel. Foto R.Puig

Gante. El canal de la Predikherenlei y el ábside de San Miguel. Foto R.Puig

Los monumentos de esta ciudad flamenca, más tranquila que Amsterdam, se concentran a lo largo de un breve recorrido, que también reúne abundantes restaurantes y tabernas de gastronomía belga

Gante. Limburgstraat y catedral de San Bavón. Foto R.Puig

Gante. Limburgstraat y catedral de San Bavón. Foto R.Puig

Gante. Monumento a los hermanos Van Eyck junto a San Bavón. Foto R.Puig

Gante. Monumento a los hermanos Van Eyck junto a San Bavón. Foto R.Puig

La calle que bordea la iglesia de San Nicolás y nos acerca a las inmediaciones del famoso puente de San Miguel se llama Cataloniestraat (Calle de Cataluña). ¿Tendrá que ver con las aspiraciones al derecho a decidir de una parte de las ciudadanías de Flandes y de Cataluña? En todo caso, calles de Flandes en ciudades catalanas hay bastantes (como las hay en otras ciudades de España), pero lo que es especial es que Gerona fue la ciudad invitada a las Floraliën de Gante en abril de este año, como Gante lo fue del Temps de flors de Gerona en mayo del año pasado. 

El Presidente de la Generalitat Catalana fue invitado oficial en las festividades florales de Gante y aprovechó para entrevistarse con el de Flandes en busca de solidaridad para su proyecto de desconexión de España, pero a Geert Bourgeois, desde que su partido se autodeterminó a gobernar en Bélgica, le ha bajado mucho la fiebre independentista y no se quiso mezclar en el asunto.

Sea como sea, el diálogo floral es siempre vistoso, incluso cuando no da frutos, y a San Nicolás, cuya iglesia preside la calle de Cataluña, se le conmemora en Bélgica tanto como en España a los Reyes Magos. La leyenda que se les cuenta a los infantes es que un carnicero malo había convertido a unos niños en salchichas, pero San Nicolás los resucitó y castigo al matarife. Es más suave pensarlo como Santa Claus y portador de regalos, pero quién sabe si también sera capaz de hacer milagros con butifarras.

Gante. La iglesia de San Nicolás en la Cataloniestraat.. Foto R.Puig

Gante. La iglesia de San Nicolás en la Cataloniestraat.Foto R.Puig

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El museo

La entrada del Museo de Bellas Artes de Gante. Foto R.Puig

La entrada del Museo de Bellas Artes de Gante. Foto R.Puig

Llegué viajando en tranvía y en autobús al gran espacio verde que alberga los dos museos, el de Bellas Artes (MSK) y el de Arte Moderno (SMAK), el Parque de la Ciudadela, al otro lado de la circunvalación interior.

Sólo me alcanzó el tiempo para visitar el primero, situado en un edificio neoclásico de finales del siglo XVIII. Reabrío sus puertas en 2007, tras varios años de remodelación. Escasos visitantes circulan con gran tranquilidad por unas salas que contrastan con las abarrotadas que visité en Amsterdam. También hay que decir que lo que se exhibe es lo que las tropas napoleónicas no alcanzaron a expoliar. Guarda obras maravillosas de una colección que transporta al visitante desde la Edad Media a los comienzos del siglo XX. Como se puede repasar en el sitio oficial del Museo, yo me limito a insistir en una de mis manías: la recolección de rostros.

Puesto que estamos en su año, empecemos por  con unas fisionomías de El Bosco que ya Umberto Eco incluyó en su Historia de la Fealdad

El Bosco. Jesús con la cruz a cuestas. Detalle. ca. 1516. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

El Bosco. Jesús con la cruz a cuestas. Detalle. ca. 1516. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

sin que faltasen caricaturistas análogos de tradición germánica

Maestro del retablo Pflock. La coronación de espinas. Detalle. ca. 1520. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Maestro del retablo Pflock. La coronación de espinas. Detalle. 1520. Gante. Foto R.Puig

como el Maestro del Retablo Pflock, un anónimo de la escuela de Lucas Cranach

Maestro del retablo Pflock. La coronación de espinas. Detalle. ca. 1520. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Maestro del retablo Pflock. La coronación de espinas. Detalle. 1520. Gante. Foto R.Puig

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En el caso de esta talla gótica, el famoso protagonista es víctima no de la cruz ni de las espinas sino de las flechas de su martirio, y muestra el rostro de la pena característico de las tallas medievales, sin que falte el puño crispado del sufridor. Tampoco debe de hacerle gracia que alguien le haya robado sus flechas.

Meester Arn. San Sebastián. ca. 1480. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto

Meester Arn. San Sebastián. ca. 1480. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto

Pero nada como la desesperación eterna de los condenados del Juicio Final

El Juicio Final de Rafaël Coxcie. 1588-89. Detalle. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

El Juicio Final de Rafaël Coxcie. 1588-89. Detalle. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Rostro atormentado, obra del arte manierista de Rafaël Coxcie, al que no le falta el detalle del mesiodens o diente del mal. Se da el caso de que el padre del artista (Michiel Coxcie, el apodado Rafael flamenco), con quien se había formado el hijo, había trabajado en Italia en el círculo de Miguel Ángel y este cuadro bien pudiera haberse inspirado en el fresco de la Sixtina.

El Juicio Final de Rafaël Coxcie.1588-89.Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Los condenados del Juicio Final de Rafaël Coxcie.1588-89.Detalle. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

No quisiera despedirme de las salas del museo de Gante con estas dramáticas imágenes, ya que al fin y al cabo es un lugar en el que se respira la calma

Una sala del Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Una sala del Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Así que, para iluminar el panorama con las luces de la inocencia, terminemos con los rostros de dos de los cinco hijos de Lieven van Pottelsberghe y Livina van Steelant, a  los que debieron mimar bastante en aquella familia acomodada de los Países Bajos de principios del siglo XVI

Gerhard Horenbout. Dos hijos de la familia Von Pottelsberghe. Foto R.Puig

Gerhard Horenbout. Dos hijos de la familia Von Pottelsberghe. Foto R.Puig

y muy muy devota…

Gerhard Horenbout. La familia Von Pottelsberghe. Museo de Bellas Artes. Gante

Gerhard Horenbout. La familia Von Pottelsberghe. Museo de Bellas Artes. Gante

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Devotos, es decir consagrados a un trabajo excepcionalmente delicado, son también los profesionales que están trabajando en el museo, tras un gran ventanal, a la vista del público, en la restauración del retablo de El Cordero Místico  de los hermanos Van Eyck cuyo lugar habitual es la catedral de San Bavón. Ahí estuve un buen rato leyendo los paneles explicativos del proceso y viéndoles trabajar, claro que sin poder traer aquí la prueba, pues no se podía lógicamente hacer fotos de su trabajo.



Visita a Fontevraud en el valle del Loira y fin de la ruta veraniega

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Fontevraud. Ménsula en el refectorio del monasterio Foto R.Puig

El ángel con la corona de espinas. Ménsula  del refectorio del monasterio de Fontevraud.  Foto R.Puig

El monasterio de Fontevraud, o mejor dicho el conjunto de varios monasterios, lo fundó en tiempos de la primera Cruzada un predicador bretón que propugnaba cenobios mixtos con monjas y monjes, en los que se combatía la llamada de la carne con estrictas penitencias y mortificaciones: la ascésis del “syneisaktismo” (algo así como “dirigirse juntos”, del griego syn-eisago) de la tradición eremítica oriental, con la que se tenían a raya las tentaciones del sexo. Se llamaba Robert d’Arbrissel (ca.1045 – 1115). El nombre del monasterio deriva de la “fontaine d’Evraud” que sigue manando por los túneles del subsuelo de este complejo abacial.

Tras una serie de avatares y de no pocos conflictos con los obispos y gracias a algunos patronazgos poderosos, Robert logró consolidar su fórmula de comunidades monásticas de hombres y mujeres (más o menos separadas en edificios diversos y cercanos). Pero estableció que la Abadesa sería siempre una mujer. La primera se llamaba Pétronille de Chemillé. Las comunidades fontevristas se extendieron rápidamente por el Oeste de Europa, en especial en Francia, España e Inglaterra, amparadas por la nobleza. La de Fontevraud, la central de todas, está situada cerca de la orilla izquierda del Loira entre Saumur y Chinon, y es el complejo abacial más grande de Francia.

Hasta los ingleses vienen de excursión a ver las estatuas yacentes de algunos Plantagenet que reinaban por esta región cuando Fontevraud se consolidaba. Claro, que lo que son sus restos, tras los innumerables trasiegos de la historia, no están ya bajo esas piedras, pero al parecer hace siglos sí estuvieron ahí. Por de pronto, Ricardo Corazón de León tiene su tumba verdadera en la catedral de Rouen.

En primer lugar, los regios padres de dos hermanos rivales que forman parte del imaginario adolescente de mi generación…

Enrique II de Inglaterra (+1189) y la Reina Leonor de Aquitania (+1204). Abadía de Fontevraud. Foto R.Puig

Enrique II de Inglaterra (+1189) y la Reina Leonor de Aquitania (+1204). Foto R.Puig

Ricardo Corazón de León pudo estar temporalmente enterrado bajo esta efigie, acompañado años más tarde por su cuñada, la esposa de Juan sin Tierra, aquel malo de las películas de Robin Hood y de aquellas aventuras que leímos. Pero el héroe, si ahora parece tranquilo y sereno, en vida fue más bien violento y dado a incordiar a todo el mundo.

Ricardo Corazòn de León (+1199) y la esposa de Juan sin tierra Isabel de Angulema (+1246). Abadía de Fontevraud. Foto R.Puig

Ricardo Corazòn de León (+1199) y la esposa de Juan sin Tierra Isabel de Angulema (+1246). Foto R.Puig

El monasterio y sus edificios ancilares ha pasado por innumerables transformaciones durante siete siglos de vida monástica bajo reglas ascéticas, hasta una progresiva relajación que culmina en el siglo XVI, cuando, tras doscientos años de guerras y hambrunas, va cayendo bajo el ala protectora e interesada denlos Borbones y Luis XIV establece como abadesa a una princesa de veinte años.

Marie-Gabrielle de Rochechouart abadesa de Fontevraud nombrada por Luis XIV.

Marie-Gabrielle de Rochechouart abadesa de Fontevraud nombrada por Luis XIV en 1670

Fue abadesa durante treinta años y convirtió el lugar en una corte confortable y animada por artistas y músicos, con palacio abacial y cuidados jardines y hospederías. Se seguía así la costumbre de colocar a la cabeza del monasterio a damas de la aristocracia y la realeza. De este modo los reyes podían confiar al cuidado de la abadesa, para su instrucción, a las hijas que tenían de sus favoritas. Así hizo Luis XIV, como antes lo habían hecho los Plantagenet y los Valois. Su sucesor, Luis XV, mandó a Fontevraud a cuatro hijas muy pequeñas, una de las cuales moriría ahí.

Fontevraud.  Claustro de la abadía.Foto R.Puig

Fontevraud. Claustro de la abadía.Foto R.Puig

Además de las doscientas monjas que podía albergar el sitio, había entre ochenta y cien servidores. Todo el complejo se mantenía con las rentas de sus propiedades y las pensiones reales.

La Regla de la Orden de Fontevraud en 1642

La Regla de la Orden de Fontevraud en 1642

La severidad de la Regla era para las monjas de más modesta extracción y el refinamiento espiritual y mundano para las de origen noble.

Fontevraud. Torre de las cocinas. Foto R.Puig

Fontevraud. Torre románica de las cocinas. Foto R.Puig

Por las enormes dimensiones del refectorio y de la torre que cobijaba las cocinas adyacentes, equipada con una imponente salida de humos, donde al parecer se ahumaban también carnes y cecinas, se adquiere una imagen de las dimensiones que alcanzó aquella industria monástica.

La Abadía de Fontevraud. Patio de San Benito y complejo de las enfermerías Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Patio de San Benito y complejo de las enfermerías Foto R.Puig

Fontevraud es sencillamente enorme, aunque, siguiendo la tradición de los edificios turísticos franceses, encontrar unas toilettes  pone a prueba tus habilidades de explorador  y exige caminar en su busca centenares de metros

La Abadía de Fontevraud (del folleto oficial)

La Abadía de Fontevraud (del folleto oficial)

Es un enorme centro de atracción turística, en el que el interés por vulgarizar su historia para los doscientos mil visitantes que llegan cada año lo ha convertido en un parque temático donde, por ejemplo, en el subsuelo, bajo el altar y el ábside,  te explican los restos del primer templo con una serie de videotops protagonizados por alegres esqueletos que se mueven sobre un fondo negro.

La Abadía de Fontevraud. Altar y ábside. Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Altar y ábside. Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Acceso de visitantes. Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Acceso de visitantes. Foto R.Puig

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Y llegaron la Revolución, Napoleón y la Restauración

La Revolución Francesa lo desmanteló y expulsó a los monjes del monasterio masculino cercano y un poco más tarde a las monjas del Gran Monasterio. A los Plantagenet yacentes se les movió de acá para allá. A pesar del abandono y los pillajes, se salvaron algunos elementos valiosos, como el retablo del altar que se llevó a la parroquia de San Miguel, cercana y más antigua que el propio monasterio.

Fontevraud. La iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

Fontevraud. La iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

Fontevraud. La iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

Fontevraud. La iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

En 1804 Napoleón Bonaparte decidió convertir a esta abadía en una cárcel, como hizo con las de Mont Saimt-Michel y Clairvaux. Comenzaba así la historia de la Abadía de Fontevraud como prisión mediante una radical intervención arquitectónica, que terminó en 1814 cuando llegaron a ella los primeros sescientos condenados de ambos sexos. Se consideraba la más dura de Francia y estuvo operativa hasta 1963.

Así que, en realidad, se empezó a utilizar con la Restauración monárquica y durante el Segundo Imperio, cuando por motivos políticos o de represión se te podía encerrar ahí, condenado a trabajos forzados junto a los más peligrosos criminales de derecho común.

Inscripción de un preso en el muro de Fontevraud en 1817.

Inscripción de un preso en el muro de Fontevraud

Un tal Piron declaraba en el muro de su celda en 1817: “Piron ha cumplido 218 días por expresiones sediciosas” “Sólo queda tener buen corazón y no sorprenderse de nada”

Representación aérea de la abadía de Fontevraud en su época de prisión. Foto R.Puig

Representación aérea de la abadía de Fontevraud en su época de prisión. Foto R.Puig

La mayor parte de la historia opresiva de este centro transcurrió bajo ministros de Justicia e Interior franceses, con el intermedio de 1940 a 1944  al servicio de la ocupación. Con el apoyo del gobierno de Vichy, los nazis se la encontraron lista para el encarcelamiento y la tortura de los resistentes, y su deportación a campos de concentración o su ejecución. Acabada la guerra siguió a pleno rendimiento hasta que fue disminuyendo el número de presos y se cerró en 1963. La rehabilitación empezó durante sus últimos años como cárcel y fue una tarea de gran complejidad. No todos los desaguisados pudieron corregirse, como se comprueba aún en los restos de estucado que cubren las ménsulas del refectorio y otros relieves.

La Abadía de Fontevraud. Placa recuerdo prisioneros de los nazis.

La Abadía de Fontevraud. Placa recuerdo prisioneros de los nazis.

Curiosamente, en su orientación recreativa este “Centro Cultural del Oeste”, como se le llama, ofrece al público infantil un recorrido por el itinerario de la más famosa evasión que el centro ha vivido durante su época como prisión. Fue en 1955 cuando Roger Dekker y Gustave Merlin, junto con “el carnicero de Nancy”, George Damen, se escaparon una tarde. El entretenimiento podría tener su gracia, si no fuese por que los dos primeros acabaron fritos a tiros por los gendarmes en un campo de trigo, aparentemente en situación de indefensión, no muy lejos en Saint-Maure de Touraine, una villa conocida comomcentro de peregrinaje, por la que pasé hace dos años.

El tercero se cayó del muro en la escapada y volvió a la cárcel, tras un breve paso por el hospital en el que atendieron sus contusiones. El el camino de vuelta a la prisión los guardias le rompieron una pierna y otros huesos. Se da el caso de que uno de los motivos por los que había sido condenado, es porque en su carnicería de Nancy transformó en embutidos (sic) a unos cuantos ocupantes alemanes a los que había previamente asesinado. Su foto apareció en los periódicos.

Fontevraud. La triple evasión.

Fontevraud. La triple evasión en la prensa local de la época.

La Abadía de Fontevraud. Escaleras carcelarias. Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Escaleras carcelarias. Foto R.Puig

En resumidas cuentas, si quieren visitar una abadía para impregnarse de su historia, para respirar algo del sosiego que muchas de las que quedan en Europa transmiten y, sobre todo, si aspiran a que todavía algunos monjes estén entonando sus cantos gregorianos en su recinto, no elijan Fontevraud. Y si sucumben a la tentación de visitar este parque temático, siéntense antes un rato en un banco de la pequeña iglesia de San Miguel que antecede a la entrada, para eso no hay que pagar billete, y descansen del viaje.

A la salida, puede que el gato indolente que no sedignó mirarme les mire a ustedes pasar, aunque con monástica indiferencia

Un vecino de Fontevraud junto al nártex de San Miguel. Foto R.Puig

Un vecino de Fontevraud junto al nártex de San Miguel. Foto R.Puig

Fontevraud. Nartex externo de la iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

Fontevraud. Nártex externo de la iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

Algunos documentos audiovisuales sobre Fontevraud:

En cuatro minutos una presentación de la historia arquitectónica de Fontevraud

Sobre la trágica evasión de la prisión de Fontevraud en 1955 

Visitando rincones no accesibles al público del monasterio de Fontevraud

La visita a Fontevraud fue la última en Francia. La noche la pasé en el “camping des Trois Rivières” en Vivonne, al sur de Poitiers. Con la imagen del amanecer del seis de setiembre , en ese último camping ya casi desierto, termino estas crónicas veraniegas.

Amanece en el camping municipal de Vivonne. Foto R.Puig

Amanece en el camping municipal de Vivonne. Foto R.Puig

Eran las siete de la mañana cuando puse la directa para llegar a dormir en Cubas de la Sagra, al sur de Madrid.  Tras poco más de novecientos kilómetros, pasando mucho calor, llegué casi a medianoche al hospedaje familiar.


De dos días en Londres (II): la pintura crepuscular de Paul Nash en la Tate Britain

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The Pyramids on the sea. Paul Nash 1912. Tate. London

The Pyramids on the sea. Paul Nash 1912. Tate. London

Para refrescar mis escasos recuerdos sobre la vida y la obra de Paul Nash (1889-1946) aproveché la última tarde en Londres para visitar la exposición antológica a él dedicada por la Tate Britain.

Acercarse a este venerable museo londinense desde la boca de metro de Pimlico, por el borde del Millbank (A3212) a la caida de la tarde, tiene el atractivo de la vista dorada del otro lado del Támesis cerca del puente de la A202; para empezar, la del propio puente y de las cinco torres que se interponen entre la estación de Vauxhall y el Támesis

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

o, a continuación la fortaleza del Servicio Secreto, el M16, que quizás les resulte familiar por las películas de James Bond, y que aquí les muestro acariciada por los últimos rayos del sol y reflejándose en el río

Yendo a la Tate Britain. Puente sobre la A202 y sede del M16 Foto R.Puig

Yendo a la Tate Britain. Puente sobre la A202 y sede del M16 Foto R.Puig

así como los siguientes edificios en la orilla del Albert Embankment (A3036)

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain.  Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

A unos doscientos metros del puente, tras nuestro breve paseo al borde del Támesis al borde del crepúsculo, llegamos a la Tate Britain

La Tate Britain. Foto R.Puig

La Tate Britain. Foto R.Puig

Sólo hay que subir las escalinatas y entrar en el vestíbulo…

El vestíbulo de la Tate Britain. Foto R.Puig

El vestíbulo de la Tate Britain. Foto R.Puig

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Paul Nash

Crepusculares fueron también la vida y la obra de Paul Nash (1889 – 1946), en varios sentidos. Por un lado, su baqueateada existencia coincidió con las postrimerías del dominio imperial británico, por otro, sus vaivenes para definirse como artista reflejaban la propia indecisión de la pintura británica en la primera mitad del siglo XX, tironeada entre una tradición en declive y el reclamo del modernismo desde el otro lado del Canal de la Mancha.

Nash ya era un notable dibujante, acuarelista, artista gráfico, de inspiración simbolista y romántica, y surrealista avant la lettre al principio de la década de 1910. El mundo vegetal y el paisaje son sus lugares preferidos, en los que, salvo para algunos rostros femeninos etéreos y prerrafaelitas, la figura humana es mínima. Nunca descolló en la representación de las formas humanas. pero los árboles asumen, en una especie de transposición mística, el papel del ser humano.

Paul Nash. The Wanderer 1911. Acuarela, tinta y carboncillo. British Museum

Paul Nash. The Wanderer 1911. Acuarela, tinta y carboncillo. British Museum

Más tarde, en los años de la Segunda Guerra Mundial, recobrará en sus lienzos al óleo  los tonos de las acuarelas de las dos colinas de Wittenham de antes de la Gran Guerra y la perspectiva aérea que había en sus paisajes de aquellos años

Paul Nash. View from Wittenham Clumps 1913. Acuarela.Tullie Art Museum

Paul Nash. View from Wittenham Clumps 1913. Acuarela. Tullie Art Museum

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Los desastres de la guerra

Las circunstancias inmundas de la I Guerra Mundial hicieron, a pesar suyo, que Paul Nash saltase a la primera plana de la vida artística británica con ocasión de las matanzas y la destrucción, de unas dimensiones inéditas, en los frentes europeos

Sunset. Ruins of the Hospice Wytschaete. Paul Nash 1917. Imperial War Museum. London

Sunset. Ruins of the Hospice Wytschaete.  Paul Nash 1917. Tinta y pastel sobre papel.  Imperial War Museum. London

Cementerio militar británico de Wytschaete. Foto CWGC

Cementerio militar británico de Wytschaete. Foto CWGC

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Paul Nash trabajaba como ilustrador y grafista, de inspiración romántica y prerrafaelita, cuando los tratados de 1839, que garantizaban la neutralidad de Bélgica y la inviolabilidad de su territorio, fueron pisoteados por una de las potencias firmantes, Alemania, que agredió e invadió el plat pays para atacar más fácil y rápidamente a Francia.

Inglaterra, por motivos de legalidad internacional y por sus propios intereses estratégicos al otro lado del Canal de la Mancha, entró en la guerra en agosto de 1914. Nash se alistó en servicios en el ejército, prestando servicios en el territorio de Inglaterra. Pero en 1916 se produce el desastre de la Somme y es enviado en febrero de 1917 al saliente de Ypres, en la línea del frente por el momento estabilizada. En mayo, antes del asalto que precedió a los horrores de aquella zona, se rompió varias costillas en una caída desde un parapeto. Probablemente el ser repatriado para curarse le salvó la vida. A su vuelta a Londres, comenzó a procesar sus sensaciones.

Paul Nash. The Orchard 1917. Acuarela

Paul Nash. The Orchard 1917. Acuarela

Su acuarela de los árboles alineados tras las alambradas con las dos aves muertas, que data de su tiempo de convalecencia, ya están diciendo algo. No sólo estaban muriendo los combatientes, 539 británicos, entre otros de la Commonwealth, y franceses, que están enterrados en uno de los muchos cementerios militares en torno a Ypres, el de Poperinghe, sino también los que, fusilados por cobardía o deserción por sus propios compañeros (17 en este cementerio) quedaron marcados como tales con una C o una D en la lápida.

Los árboles pueden reverdecer, incluso tras la opresión de la alambradas, pero los hombres, una vez que la guerra los ha plantado bajo tierra, ya no vuelven.

Cementerio de soldados caídos en la I Guerra Mundial en Poperinghe cerca de Ypres

Cementerio de soldados caídos en la I Guerra Mundial en Poperinghe cerca de Ypres

Los integrantes del Hampshire Regiment de Nash cayeron casi todos en la carnicería que comenzó una semana después de que él fuese repatriado.

Cuando retornó al frente de Flandes lo hizo en el papel de un Artista Oficial de Guerra y lo que contempló fue el horror de la destrucción total en torno a Ypres, la aniquilación de naturaleza y hombres.

En la batalla de Passchendaele, Frente de Ypres. Fuente WGC

En la batalla de Passchendaele, Frente de Ypres. Fuente CWGC

Cuando volvió a Inglaterra, enfermo de los bronquios por efecto de los gases lanzados por el ejército alemán, no le bastó el dibujo ni la acuarela, Nash comenzó a trasladar sus bocetos al lienzo. Comenzó a pintar al óleo.

We are making a new world. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

We are making a new world. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

En una naturaleza destruida los árboles, que eran como seres animados en su etapa de dibujo y grafismo, se presentan ahora como símbolos de la muerte no sólo del paisaje vegetal, sino también de la vida animal y humana.

Menin Road en el frente de Ypres. Fuente Gobierno australiano

Menin Road en el frente de Ypres. Fuente Gobierno australiano

Cerca de Menin Road en el frente de Ypres

Cerca de Menin Road en el frente de Ypres. Fuente CWGC

Paul Nash. The Menin Road 1918 19. Imperial War Museum

Paul Nash. The Menin Road 1918 19. Imperial War Museum

Granaderos ingleses en Ypres. Fuente walkleyhistory.files

Granaderos ingleses en Ypres. Fuente Walkleyhistory.files

The Mule Track. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

The Mule Track (El sendero de los mulos). Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

He visto la más espantosa pesadilla de un país, como jamás fue concebido ni por Dante ni por Poe, indecible absolutamente indescriptible. En los quince dibujos que hice te he podido dar una vaga idea de un tal horror, aunque sólo desde dentro, y formando parte de ello, puedes llegar a sentir esta naturaleza terrible y lo que los hombres en Francia tienen que afrontar

(los hombres, “men”, son los soldados expedicionarios británicos en el frente de Flandes occidental)

Sólo el mal y la encarnación del demonio pueden ser maestros de ceremonias en esta guerra: no se percibe ni el más tenue reflejo de la mano de Dios. La salida del sol y su ocaso son blasfemas burlas del hombre; sólo la lluvia negra, que baja de una nubes heridas e hinchadas o a través del amargo negro de la noche, armoniza con la atmósfera de una tierra así. La lluvia sigue sin parar, el fango pestilente adquiere un maldito color amarillo, los cráteres de los proyectiles están llenos de un agua de un verde blancuzco, las carreteras y los senderos cubiertos por pulgadas de limo. Los negros árboles moribundos humean y sudan, y los obuses no cesan.

No soy ya un artista interesado y curioso, soy un mensajero que quiere devolver la palabra a esos hombres que se baten, para que llegue a aquellos que quieren que la guerra dure para siempre. Débil, inarticulado, será mi mensaje, pero contendrá una amarga verdad y ojalá les queme sus almas malvadas.

De una carta de Paul Nash a su mujer el 16 de noviembre de 1917 (BOYD, p.38)

Wire. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

Wire. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

Cementerio de Ixelles. Tumbas de las dos guerras mundiales. Foto R.Puig

Cementerio de Ixelles. Tumbas de las dos guerras mundiales. Foto R.Puig

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La costa como lugar

Antes de apasionarse por De Chirico y de su conversión al Surrealismo continental (el Manifiesto Surrealista es de 1924) Paul Nash plasmó su visión de las costas de las Romney Marshes (las marismas de Romney)

The Shore. Paul Nash 1923. Leeds Museum

The Shore. Paul Nash 1923. Leeds Museum

Las playas de Dymchurch. Fuente Ashe Alarms

Las playas de Dymchurch. Fuente Ashe Alarms

por las playas de Dymchurch 

Winter Sea. Paul Nash 1925 37. York Art Gallery

Winter Sea. Paul Nash 1925-37. York Art Gallery

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Durante los años de su esfuerzo por conectar su surrealismo espontáneo y personal con el europeo y por seguir las corrientes artísticas del continente Paul Nash extraviaba su propio estilo, aunque mejoraba su técnica en la pintura al óleo. Fue el alma y el inspirador de la Exposición Internacional Surrealista en Londres en 1936, la primera en su género, donde también expuso las que consideraba sus mejores tentativas surrealistas. Aquellos trabajos exigieron mucho de él, comprometieron su economía, le dejaron exhausto y minaron su salud.

Blue House on the Shore. Paul Nash 1930 31. Tate. London

Blue House on the Shore. Paul Nash 1930-31. Tate. London

Sobre su período surrealista, se puede encontrar información y obra en el sitio oficial de la Tate Britain, donde hay un vídeo de cinco minutos que resume bien esta exposición antológica de su obra.

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Propaganda de guerra

El Ministerio de la Guerra británico aceptó de nuevo a Nash como pintor de guerra al comienzo de la II Guerra Mundial. Tras la batalla de Inglaterra en 1940, en la que la RAF derrotó a la LUFTWAFFE sobre las costas de Inglaterra, quedaba mucha guerra por delante y a los artistas también se les pedía que participasen en el esfuerzo por levantar la moral de victoria entre la población.

Nash se incorporó, no sin renuencias y también por necesidad económica, a esta labor aunque no en el frente. Lo que el pintó fueron los residuos del frente, en este caso a partir del cementerio de los bombarderos alemanes cerca de Oxford donde estuvo tomando fotos y apuntes. Su cuadro de El Mar Muerto no sólo es una magnífica alegoría de las marejadas bélicas que azotan las orillas de la Historia y del trágico fin de los hombres y las máquinas que quieren cambiar el mundo con bombardeos. Es además un alegato contra la visión heroica de la guerra. Los restos de tanta locura yacen bajo la luna y un búho blanco sobrevuela a lo lejos los esqueletos de la industria bélica. El lienzo no gustó al Ministerio del Aire.

Dead Sea. Paul Nash 1940 41. Tate. London

Dead Sea. Paul Nash 1940 41. Tate. London

Tampoco les pareció bien otro cuadro, el de la batalla de Alemania, que trataba de simbolizar una inminente victoria mostrando con vívidos colores el espectáculo de columnas de humo negro y de un cielo al rojo durante los asoladores bombardeos con los que los británicos se desquitaron, en 1944 y sobre el territorio alemán, de los que ellos habían sufrido en 1940. Aunque a los que le pagaban no les gustase, se trata de un excelente cuadro de factura casi abstracta, en el que reafirmaba su vuelta a los colores de su imaginario natural, aunque en este caso los hongos no sean de los que crecen en el campo.

Por entonces sus bronquios y sus pulmones ya estaban sembrados de las secuelas de la inhalación de gases en las trincheras de Ypres.  Le quedaban dos años de vida escasos.

Battle of Germany. Paul Nash 1944. Imperial War Museum. London

Battle of Germany. Paul Nash 1944. Imperial War Museum. London

Y es, en definitiva, al final de su vida, cuando sus paisajes reflejan de nuevo esa sensibilidad de sus dibujos y acuarelas que encontraba en los lugares naturales que él denominaba places.

De vuelta en Langley Marish Paul Nash vuelve a ser Paul Nash y sus obras finales se nutren del humus de una trayectoria vital y artística exclusivamente suya. A pesar de la precariedad y de los problemas familiares de los últimos meses de su vida, sus crepúsculos, sus lunas y sus soles, sus campos y sus árboles, al borde de la abstracción, demuestran que se ha reencontrado con sus sitios de partida.

Murió de un paro cardíaco mientras dormía. Era el 1 de julio de 1946.

Landscape of the Vernal Equinox. Paul Nash 1944. Scottish National Gallery of Modern Art.

Landscape of the Vernal Equinox. Paul Nash 1944. Scottish National Gallery of Modern Art.

La muerte, en la cual todos pensamos, creo que es la única solución al problema de cómo poder volar. Pienso que si la muerte llega a darnos esto, la muerte será algo bueno

Paul Nash, Counterpoint magazine, 1945


Referencias:

(BOYD 2007) David Boy Haycock, Paul Nash, Tate, Coll. British Artists, London 2007

Orestes Ferrara, La Guerra Europea, causas y pretextos, Madrid, Sociedad Española de Librería, Biblioteca de Ciencias Sociales y Políticas, 1917 (aprox)


De dos días en Londres (y III): los expresionistas abstractos en la Royal Academy of Arts

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Patio de entrada. Royal Academy of Arts .Foto R.Puig

Patio de entrada. Royal Academy of Arts .Foto R.Puig

Si la entrada y el vestíbulo son pequeños, cuando se comparan con el solemne patio neo-renacentista donde la estatua de Sir Joshua Reynolds, pincel y paleta en mano, más parece un director de orquesta que un pintor, resultan pequeñísimos, diríamos que exiguos. Pero al acceder a la exposición antológica dedicada al movimiento de los expresionistas abstractos en los Estados Unidos, aquellos que se mantuvieron agrupados entre el final de la II Guerra Mundial y el comienzo de los años 70, nos sorprende la vastedad de las 13 salas que la la Royal Academy of Arts les dedica hasta el 2 de enero.

Ante una obra de David Smith. Exposición del Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts.Foto R.Puig

David Smith “Volton XVIII” de 1963. Al fondo, “Andrus”, 1961, y “Requiem”, 1958, de Franz Kline. Foto R.Puig

Como todas las etiquetas que el mercado del Arte consagra, siempre hay un inicio, el “descubrimiento” de un poderoso mecenas, de un coleccionista o de un marchante al acecho. Poco a poco, en torno a las promociones que se suceden, llegan los críticos, quienes, al descubrir o construir afinidades entre esos artistas que se van agrupando, les estimulan, favorecen sus intercambios y sus cenáculos, los van situando en la historia de las corrientes del arte, de la pintura en este caso, y los valorizan económica y estéticamente. En el momento oportuno un estudioso prestigioso acierta a ponerle un nombre al movimiento, una etiqueta que prende y se arraiga. El público sigue, se esfuerza por entender y acaba entendiendo.

Male and Female. Jackson Pollock 1942 43. Philadelphia Museum of Art.

Male and Female. Jackson Pollock 1942-43. Philadelphia Museum of Art.

La pintura de Jackson Pollock fue una especie de detonante, pero no lo hubiese sido sin  su millonaria mecenas, Peggy Guggenheim y el primer encargo que le hizo de un mural gigantesco para su lujoso apartamento neoyorquino. Ahí es donde el pintor se desvincula de las vanguardias europeas, se desata y comienza su carrera, libre de desfogarse cómo quiere sobre enormes lienzos en un derroche de energía, un ejercicio de action painting, desparramando el color furiosamente (con el alcohol como coadyuvante).

Mural. Jackson Pollock (242,9 x 603,9 cm,).1943. University of Iowa Museum

Mural. Jackson Pollock (242,9 x 603,9 cm,).1943. University of Iowa Museum

Un poco más tarde, Mark Rothko, evoluciona suavemente de una abstracción colorista, deudora del postimpresionismo europeo, hacia una introspección de colores y dimensiones dramáticas, esas fachadas que esconden y revelan emoción contenida a través de sus costuras.

Mark Rothko 1948. Vassar College. N.Y.

Mark Rothko 1948. Vassar College. N.Y.

Mark Rothko.Sin título.Guggenheim. N.Y. 1949

Mark Rothko.Sin título.Guggenheim. N.Y. 1949

Todos tenemos nuestras preferencias y, del mismo modo que pienso que sin sus lienzos de gran tamaño el expresionismo abstracto no habría dejado su impronta, creo que no todos los que están clasificados dentro de esa corriente son expresionistas en el sentido existencial del término. Si el expresionismo alemán del primer tercio del siglo XX era una forma de exteriorizar el drama de la persona en el mundo y su humanismo era necesariamente figurativo, así como sus figuras extremas, en el expresionismo abstracto  norteamericano, deudor de las formas del paisaje romántico y finisecular, su expresión de lo humano prescinde de la figura, e incluso de las formas del mundo, para crear sus paisajes gigantescos donde el hombre es una emoción contenida que habita tras esas fachadas de colores masivos y líneas que se quiebran, se sobreponen, se tuercen se revuelven, se difuminan. Ausentándose del lienzo el hombre está presente.

Seguramente voy  decir algo incorrecto, al menos para quienes le veneran, pero aunque Pollock fuese uno de sus portaestandartes privilegiados, en realidad su pintura en acción y sus salpicaduras (que convirtió en espectáculo) no son el mejor aporte de esta corriente a la historia de la pintura, a pesar de su impacto en el mercado (sus lienzos pasaron pronto de pagarse a 1000 dólares a costar millones).

De mi recorrido por la exposición no puedo dejar aquí más que algunas de mis preferencias, entre otras causas porque no se permitía tomar fotos de los cuadros, como es habitual y comprensible en exposiciones temporales. Por eso sólo las de las salas son fotos mías y las otras provienen del dominio público. Los pintores que más lejos se mantuvieron del show business son casualmente los que más aprecio.

Repito, el enorme tamaño de estos lienzos es una necesidad. En gran parte a ello se debe el impacto de estos paisajes, de esas formas ilocalizables e inidentificables que capturan la mirada, nos hacen pensar y logran emocionarnos con la magnitud de una naturaleza que nos envuelve y sólo existe interiormente.

PH 950. Clyfford Still 1950. Clyfford Still Museum. Denver

PH 950. Clyfford Still 1950. Clyfford Still Museum. Denver

Hay dos salas en donde esto se experimenta, una es la dedicada a Clyfford Still (1904-1980), un pintor que forma parte del movimiento, aunque paró poco en Nueva York y llevó a cabo su obra en contacto con la naturaleza espectacular y los paisajes grandiosos de los estados del noroeste e los EE.UU.

Sala de Clyfford Still

Sala de Clyfford Still

La otra es la de Mark Rothko (1903-1970). En torno a ella giran y de ella irradian todas las otras doce salas de la exposición. Es un acierto, pues la pintura de este exiliado judío letón representa a mi modo de ver el núcleo íntimo y secreto, lo mejor y más humano de la abstracción en el arte de aquellos años, al tiempo que encierra los ecos de las tensiones y los dramas de aquellas décadas de la guerra fría y de la destrucción y los éxodos generados por las dos guerras mundiales  que la precedieron.

Obras de Mark Rothko. Exposición del Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts .Foto R.Puig

Sala de Mark Rothko. Exposición del Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts .Foto R.Puig

La pintura de Still desborda de abismos de color que se entrelazan y se desgarran, de encontronazos bipolares, de negros y oros, de las aristas vivas del mundo y de esos paisajes insensibles de la naturaleza, que sólo siente cuando nosotros sentimos y que puede ser tanto nuestra escuela de paz como de violencia, de luz como de oscuridad, de dulzura como de efusión de sangre.

PH 4. Clyfford Still 1952. Clyfford Still Museum. Denver

PH 4. Clyfford Still 1952. Clyfford Still Museum. Denver

Y de repente, Helen Frankenthaler, una mujer que jugó con el color y las formas durante su larga carrera con una vitalidad envidiable

Mountains and the Sea. Helen Frankenthaler 1952. National Gallery of Art. Washington

Mountains and the Sea (220 x 298 cm.) Helen Frankenthaler 1952. National Gallery of Art. Washington

No lejos, la visión de la mujer que tuvo Willem De Kooning, en la que hay resabios misóginos y que se hizo famosa por la polémica que suscitó, aunque eso no impide que este holandés, nacionalizado estadounidense, sea uno de los expresionistas abstractos más imitados, hasta el punto de que podríamos hablar de un manierismo De Koonning en la gráfica y la pintura contemporánea, probablemente porque permite jugar con los límites entre la figuración y la abstracción con una fácil libertad de línea y color.

Woman II. Willem De Kooning 1952. MOMA New York

Woman II. Willem De Kooning 1952. MOMA New York

Volviendo a Helen Frankenthaler, me complace pensar que el cuadro que tituló Europa, fruto probablemente de sus impresiones del viaje por Alemania en 1956 (su madre era una emigrante de ese país) es también un homenaje a la creación de la Comunidad Europea (Tratado de Roma) en el mismo año de su lienzo

Europa. Helen Frankenthaler 1957. Helen Frankenthaler Foundation N.Y.

Europa. Helen Frankenthaler 1957 (177,8 x 138,4 cm) Helen Frankenthaler Foundation N.Y.

Hablando del impacto de las dimensiones, confieso que este cuadro de Clyfford Still con sus cerca de cuatro metros de altura por otros casi tres de anchura, me tuvo absorto durante un buen rato en mis sensaciones, como si desplegase ante mí la corteza fosilizada de un enorme sequoia, o de una catarata de cieno, humores y sangres secos, que no se sabe bien si ascienden o se despeñan.

PH 150. Clyfford Still 1958. Clyfford Still Museum. Denver

PH 150. Clyfford Still 1958 (368,3 x 287 cm.). Clyfford Still Museum. Denver

En cuanto a las obras de Rothko allí expuestas

Obras de Mark Rothko. Exposición Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts.Foto R.Puig

Obras de Mark Rothko. Exposición Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts.Foto R.Puig

lamento no haber podido fotografiarlas una por una, así que recurro a otros lienzos suyos violentamente hermosos, en donde los rojos y naranjas vibran

Mark Rothko untitled. Tate Modern.  1964

Mark Rothko untitled. Tate Modern. 1964

Seagram Murals. National Gallery. Washington. Foto Portland Stage Blog

Seagram Murals. National Gallery. Washington. Foto Portland Stage Blog 

Y a esta del año anterior a su muerte, cuando su mala salud que le abatía y la depresión que le embargaba presagiaban el final que decidió dar a su vida, que sus lienzos parecen anunciar

Mark Rothko.Sin título.  Coleccion Kate Rothko Prizel.1969

Mark Rothko. Sin título. Coleccion Kate Rothko Prizel.1969

Y la de la sala o capilla a él dedicada en la Tate Modern, que visité hace ahora más de tres años

Sala Rothko. Tate Modern. Foto R.Puig

Sala Rothko. Tate Modern. Foto R.Puig

Por el continuo recuerdo de la República Española al que volvió en muchos lienzos, les ofrezco una imagen de la sala en la que se exponen las obras de Robert Motherwell

Exposición del Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts. Ante la Elegía de la República Española 1965-75 de Robert Motherwell. Foto R.Puig

Ante la Elegía de la República Española 1965-75 (197,5 x 508,6 cm,) de Robert Motherwell. Foto R.Puig


Y ahora me permito acabar con una adivinanza: ¿a quién creen que se debe esta obra de expresionismo abstracto del género de la action painting? y ¿cómo la titularían?

Sin título. Sin autor. Foto R.Puig

¿Título? ¿Autoría? Foto R.Puig


Miniaturas de los siglos XVI y XVII en Inglaterra (Fisionomías XXVI)

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Faust. Libros de viejo. Gotemburgo. Foto R.Puig

Faust Antikvariat.  Libros de viejo. Göteborg. Foto R.Puig

Cuando Carl Winter (1906-1966), director del Fitzwilliam Museum de Cambridge publicaba en 1943 su pequeño tratado (en octavo) sobre la “Miniaturas isabelinas” (‌Elizabethan Miniatures, Penguin Books) no podía pensar que un día de 2016, un peatón curioso se detendría ante los anaqueles en los que el mejor librero de viejo de Gotemburgo suele instalar las gangas cuando no llueve, y adquiriría por 10 coronas suecas (poco más de un euro) su breve tratado en la reedición de 1955.

Miniaturas elizabetianas

Miniaturas elizabetianas

Casi todo lo que cuento e ilustro aquí procede de su libro. Por cierto, que Winter, además de un importante historiador del Arte, fue también uno de los principales valedores de la descriminalización de la homosexualidad en Gran Bretaña (de lo que se cumplen 50 años en 2017) con su testimonio como “Mr.White” ante el Comite  Wolfenden.

 

‌Portada de Elizabethan Miniatures. Carl Winter, Penguin Books 1955

‌Portada de Elizabethan Miniatures. Carl Winter, Penguin Books 1955

El cuerpo de letra del libro no es apto para présbitas, pero hace honor al tema del libro. Así que ya estaba yo a punto de renunciar a la ganga, cuando abrí las páginas de las ilustraciones y, para empezar, me topé con una de la mano del alemán Hans Holbein el Joven (1497? – 1543), el rostro de Ana de Cleves (1515-1557), la cuarta mujer de Enrique VIII, en un delicada miniatura cuasi circular de 3.12/35 cm de diámetro que el artista terminó hacia agosto de 1539 en el castillo de Düren, en Alemania. De allá se aprestaba a viajar la joven para casarse con aquel barbazul y para allá tuvo antes que viajar el artista de prisa y corriendo, desde Londres, por orden del monarca inglés, quien quería ver que aspecto tenía aquella que por alianzas dinásticas se proponía desposar.

Ana tuvo la suerte de morir de muerte natural, aunque su matrimonio no se consumó y duró sólo seis meses. En este retrato prenupcial está mirando a la cámara como una inocente oveja destinada al sacrificio, pero tendría la suerte de no acabar decapitada como su antecesora en el tálamo. Ella fue simplemente jubilada a los venticuatro años y, aunque para no disgustar al aliado carolingio, Enrique VIII le dio tierras y castillo en Inglaterra.

Anna de Clves. Miniatura por Hans Holbein. Victoria and Albert Museum

Anna de Cleves. Miniatura por Hans Holbein. Victoria and Albert Museum

El rey se sintió engañado por quienes se la habían pintado como agraciada, sin sospechar que aparte las marcas de la viruela, la joven no era de figura donosa como le habían dicho. En todo caso, la información gráfica solicitada previamente por el monarca nos ha valido esta pequeña maravilla sobre pergamino y el estupendo retrato que de la princesa alemana hizo Holbein,  también sobre pergamino, y que se puede admirar en el Louvre. Ambos retratos son obras de la madurez de Holbein, cuatro años antes de su muerte en Londres en el otoño de 1543. Lo más probable es que se trajese el retrato de la cabeza a Londres y que acabase los detalles de vestido y joyas del ejemplar del Louvre en Inglaterra cuando la novia ya había llegado y pensamientos menos ilusorios la embargaban.

Anne de Cleves por HansHolbein el Joven. Museo del Louvre. Foto Wikimedia Commons

Anne de Cleves por Hans Holbein el Joven. Museo del Louvre. Foto Wikimedia Commons

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A lo que íbamos; con una buena lámpara, y a ratos la ayuda de una lupa, he leído este librito con creciente interés, aprendiendo todo lo que no sabía sobre el arte del retrato en miniatura, nacido de la maestría del limning de retratos de los últimos artistas iluminadores de códices en el Flandes del siglo XVI, mantenida por grabadores y orfebres, y con quien Hans Holbein se instruyó en esa técnica minuciosa en Amberes. Precisamente, el genial pintor, diseñador de orfebrería y miniaturista, que llegó a Inglaterra con una carta de recomendación de Erasmo de Rotterdam, acabó siendo el artista preferido de la Corte de Enrique VIII y el modelo del que aprendieron los miniaturistas al servicio de la reina Isabel de Inglaterra (1533-1603) y de su sucesor Jacobo I (1566-1625).

Y ya que estamos en la Corte, comencemos por

Los retratos monárquicos y cortesanos

El pintor y miniaturista inglés que destacaría sobre todos los demás se llamaba Nicholas Hillyarde (1547-1619), aunque pasó a la historia como Nicholas Hilliard (pronunciado a la francesa) y escribió hacia 1600 un Tratado sobre el Arte de la Iluminación (“A Treatise concerning the Arte of Limning”) en el que no cesa de proclamar su admiración y su deuda con Hans Holbein y con la obra gráfica de Durero. 

Nicholas Hillyarde. Autorretrato (3.35/02 cm) a los 30 años (1577)

Nicholas Hillyarde. Autorretrato (3.35/02 cm) a los 30 años (1577)

Sobre su obra, he encontrado una excelente memoria de investigación de la francesa Céline Cachaud publicada este año, en la que esta estudiante de Historia del Arte se refiere también a los trabajos de Carl Winter sobre el artista de Ia corte de la reina Isabel I de Inglaterra. 

Estos delicados retratos se realizaban, a la témpera y con finísimos pinceles, en pergamino encolado sobre cartulinas de naipes. A menudo se recortaba una carta de corazones, pues solían ser prendas de amor, a veces lujosamente enmarcadas dentro de medallones y colgantes, que tenían una vida ajetreada, por lo que los colores no han mantenido casi nunca su esplendor original.

Pero aún así… y a pesar de que, como comenta Carl Winter, la reina Isabel I luce una generosa peluca que cubre su escasa cabellera, este diminuto retrato deja bastante claro que no se andaba con chiquitas.

La reina Isabel por Nicholas Hillyarde (5.89 x 3.35 cm).

La reina Isabel por Nicholas Hillyarde (5,89 x 3,35 cm). Victoria and Albert Museum

Como explicaba el artista en su Tratado, las sombras hay que hacerlas con delicadas líneas siguiendo la técnica de los grabados de Durero.

Y aquí tenemos de nuevo a la hija de Ana Bolena. Aunque los colores de la piel se hayan perdido, los detalles de ropajes y joyería han perdurado mal que bien, en otra miniatura, también de Nicholas Hillyarde, quien parece haber encontrado gusto al fondo de lujosa pañería aterciopelada, mientras la reina aprovecha para seguir mostrando su costosísima parafernalia que, según parece, sigue en gran parte en las arcas de de la Casa Real británica.

La reina Isabel de Inglaterra por Nicholas Hillyarde

La reina Isabel de Inglaterra por Nicholas Hillyarde (5,8 x 7,1 cm). Victoria and Albert Museum

Pero, también su competidor, el francés, de familia de hugonotes refugiados en Inglaterra, Isaac Oliver  (fallecido en 1617), quien acabó por robarle a Hillyarde la atención de la Corte, pintó el retrato de la reina en una miniatura oval, que ha llegado a nuestros día bastante desvaído y probablemente inacabado. No sería extraño que viendo que la soberana iba quedando desfavorecida, ni siquiera se lo mostrase. Ya sabemos cómo se la gastaban entonces los reyes y reinas ingleses cuando alguien les disgustaba.

Se puede apreciar la influencia renacentista italiana que diferencia su obra de la de su contemporáneo inglés.

Isabel I de Inglaterra por Isaac Oliver (5,48 x 5,89 cm). Victoria and Albert Museum

Isabel I de Inglaterra por Isaac Oliver (5,48 x 5,89 cm). Victoria and Albert Museum

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Lo que no disgustaba a la reina era ir cambiando de favorito de vez en cuando.

Uno de ellos fue el Conde (Earl) de Cumberland, George Clifford (1558- 1605), a quien aquí vemos a sus veinticinco añitos, revestido de todo lo necesario para entrar en torneo como campeón de la reina Isabel  (vease el detalle del guante de la monarca enganchado a su sombrero).

George Clifford como Queen's Champion. por Nicholas Hillyarde

George Clifford pintado como Queen’s Champion por Nicholas Hillyarde (27,4 x 17,7 cm). National Maritime Museum Greenwich

En esta miniatura, más grande lo habitual, el maestro Hillyarde ha usado un fondo paisajista tomado de los grabados de Durero. La verdad es que el haber sido favorito de la reina no ayudó al conde a salvar su matrimonio  -la condesa consorte obtuvo el divorcio- ni a morir viejo. Las expediciones corsarias de este marino de guerra, como tampoco las de Sir Francis Drake, no fueron del agrado de las flotas españolas de la época.

En cualquier caso, tuvo más suerte que este otro favorito de la reina, Robert Devereux, (1566-1601) conde de Essex, quien, si durante un tiempo hizo perder la cabeza a Isabel  (en el retrato se le ve guaperas y a los veinte años ya pasaba las noches con la reina que tenía más de sesenta), a final quien la perdió de verdad fue él mismo, ejecutado por alta traición cuando no había cumplido treinta y cinco años. Servir a los Tudor y llegar a viejo no era lo corriente; lo que en el caso de Isabel I -decapitadora e hija de una decapitada y de su marido decapitador y feminicida- no deja de tener su intríngulis.

Robert Devereux por Isaac Oliver (5,08 x 4,57 cm). Victoria and Albert Museum

Robert Devereux por Isaac Oliver (5,08 x 4,57 cm). Victoria and Albert Museum

También murió joven, a los dieciocho años, el prícipe Henry Frederick  (1594-1612) hijo de Jacobo I (1566-1625) y de Ana de Dinamarca (1574-1619), aunque tuvo tiempo de ser retratado con toga romana por Isaac Oliver antes de sucumbir a unas fiebres tifoideas.

Enrique Federico Estuardo por Isaac Oliver (5,33 x 4,57 cm) Fitzwilliam Museum Cambridge

Enrique Federico Estuardo por Isaac Oliver (5,33 x 4,57 cm) Fitzwilliam Museum Cambridge

Es una miniatura con dos perfiles, la del llorado príncipe de Gales y la de su madre, a la que se ve ajada, probablemente por las preocupaciones que acompañaron a esta católica resignada, entre otras cosas, a ver como le habían privado de la compañía de su hijo para entregar su educación a preceptores protestantes puritanos y, más adelante, a ser testigo de los altercados entre el heredero y su padre.

Ana de Dinamarca por Isaac Oliver (5,33 x 4,57 cm) Collección Real del Castillo de Windsor

Ana de Dinamarca por Isaac Oliver (5,33 x 4,57 cm) Colección Real del Castillo de Windsor

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Más rostros para el recuerdo

A Edward Norgate (1581 – 1650)  se le vino el mundo encima cuando perdió a su esposa cuando el tenía 35 años y ella 25. Como era un reconocido miniaturista (y autor de un tratado sobre la materia) su forma de perpetuarla en el recuerdo consistió en este medallón de 5,84 por 3,12 cm en cuyo reverso escribió el encomio póstumo de ella:

Non obijt sed abijt. Pudicitiae, Pietatis, et Venustatis rarissimus decus. Suavissimae Conjugi Ed: Norgate

Ella no ha muerto: se ha ido. Ornada de las más selectas cualidades de Modestia, Afecto y Belleza. A su muy dulce esposa, Ed: Norgate

Judith Norgate por Edward Norgate. 1617. Victoria and Alebrt Museum

Judith Norgate por Edward Norgate. 1617  (5,84 x 3,12 cm)     Victoria and Albert Museum

Como lo cortés no quita lo valiente, el artista se casó de nuevo dos años después.

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También esta miniatura tiene algo que ver con una mujer que parece habitar en las nubes. El elegante caballero que, “en el año del Señor de 1588”, aferra una delicada mano de dama que llega de lo alto, parece absorto en un dilema amoroso que se formula con la misteriosa frase “amoris attici ergo”, que traducida literalmente vendría a decir “a causa del amor ático”. Especular se puede… pero, en todo caso, el retratado y su retratista, Nicholas Hillyarde, han dejado la respuesta pendiente de las nubes, digamos que “blowing in the clouds”.

Un desconcido por Nicholas Hillyarde, 1588 (5,84 x 3,32). Victoria and Albert Museum

Un desconcido por Nicholas Hillyarde, 1588 (5,84 x 3,32). Victoria and Albert Museum

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¿Qué decir de este joven en camisón que arde literalmente con el fuego del amor?  Tanta es su pasión que, además de mantener cerca de su corazón un colgante del que pende sin duda el retrato de la amada, ha querido ser pintado con un fondo de llamas. ¿Fue esta miniatura un obsequio a la amada, para que, mientras él navegaba en un navío de guerra o simplemente viajaba comerciando por el continente, contemplase su imagen en la soledad de su lecho?

En verdad, este tipo de prendas de amor tienen su vertiente fetichista

Retrato de amante desconocido por Nicholas Hillyarde ( )

Retrato de amante desconocido por Nicholas Hillyarde (5,66 x 5,33 cm) Victoria and Albert Museum

Por cierto, que el pergamino está pegado sobre un as de corazones…

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Podríamos seguir hasta agotar está colección llena de miga, pero  lo dejaremos aquí.

Nada mejor que despedirmos con un personaje pensativo y atormentado, en medio de un jardín florido con la mano sobre el corazón. Este no era partidario del pijama y las llamas, prefería un entorno bucólico en el que su propio rostro surge de una golilla a modo de corola y sus negros rizos están reclamando los finos dedos de su amada.

En la parte superior del medallón se puede leer el siguiente motto:

Mi probada fidelidad es causa de mi dolor

My praised faith procures my pain

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En fin, como en las seguidillas… allá va la despedida. Y nada mejor que, tal como habíamos comenzado, nos despidamos con una miniatura de Hans Holbein, el maestro indiscutible a cuyo nivel, no obstante sus calidades, los demás miniaturistas que les sucedieron en Inglaterra.

Esta miniatura que segun Winter representaba una dama de la Corte inglesa, ha sido más tarde identificada como Jane Small  (c. 1518–1602) casada en primeras nupcias con un comerciante de ropa.

Jane Small a los 23 años por Hans Holbein. Victoria and Albert Museum

Jane Small a los 23 años por Hans Holbein. Victoria and Albert Museum. Fuente Google Cultural Institute

Es un prodigioso trabajo de Hans Holbein tres años antes de su muerte, de poco más de cinco centímetros de diámetro, pintado hacia 1540, seguramente en el estudio del artista. No hay joyas, sólo un clavel, símbolo de esponsales, que cuelga de su cuello, y una ramita verde entre el pulgar y el índice de su mano izquierda. En su simplicidad es considerado uno de las obras maestras de la historia del retrato. Los demás palidecen frente a este.


Referencias

Carl Winter, Elizabethian Miniatures, Middlesex, The King Penguin Books, 1955 (1943)

Hans Holbein, Paul Mantz, dessins et gravures sous la direction de Edouard Liévre, Paris, A.Quintin, 1879


Algunas cosas de Valencia

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Susy Gómez. La espuma de los días, 2001. Foto R.Puig

Susy Gómez. La espuma de los días, 2001. Hierro galvanizado. Foto R.Puig

A principios del mes que acaba hoy, anduve de paseo por Valencia. Así que, sin ninguna pretensión, dejo aquí algunas imágenes (de esculturas en su mayoría).

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De hace poco

Primero dos obras recientes, expuestas hasta ayer en el Centro de Cultura Contemporánea en el antiguo Convento del Carmen.

Entre las obras de esta exposición, que responde al título de Discursos premeditadosme he quedado con la gran rosa en hierro galvanizado que abre esta página y con otra obra de hierro y tablas ennegrecidas con grafito.

Son esculturas de dos mujeres, una mallorquina y una valenciana.

La rosa, símbolo de la fragilidad, es aquí, aunque yazca en tierra, una palabra duradera de resistencia.

Los negros paneles negros los he visto como mudos memoriales de aquellos a quienes se sujetaba con la camisa de fuerza, de aquellos a quienes privaron de nombre.

Amparo Tormo. La dignidad de la locura. 1997. Foto R.Puig

Amparo Tormo. La dignidad de la locura. Hierro, madera y grafito. 1997. Foto R.Puig

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De hace un poco más

En los Jardines del Real (o del Vivero) hay muchísimas esculturas, fuentes, árboles y plantas. Hay begonias, cactus, claveles y otras flores; quentias, ficus, araucarias, pinsapos, cipreses, helechos, ágaves, chumberas, azaleas, rododendros, cocos, dracenas, extralixis, colocasias, paudanes, palmeras, tarays, plátanos americanos…

Jardines del Real. Valencia. Foto R.Puig

Jardines del Real. Valencia. Foto R.Puig

A mí me parece que los de la foto son ceibas o ceibos.  Así  recuerdo que los llaman en el Perú. 

De las esculturas me he quedado con una a la que unos vándalos cortaron la cabeza en el 2012, pero que ha sido restaurada. Es simple y es de piedra caliza, obra de un escultor valenciano.

Adolescente de Jose Esteve Edo 1952. Jardines del Real.Valencia. Foto R.Puig

Adolescente de Jose Esteve Edo 1952. Jardines del Real.Valencia. Foto R.Puig

Otras formas de estilizar son las de la escultura barroca, de la que es ejemplo este santo varón valenciano, que cuenta con muchos devotos en su tierra.

San Luis Bertrán. Ponzanelli 1693.Valencia.Puente de la Trinidad. Foto R.Puig

Ponzanelli 1693. San Luis Bertrán. Valencia.Puente de la Trinidad. Foto R.Puig

Dicen que a  este santo dominico, durante los años de su misionar en América en la segunda mitad del siglo XVI, los crueles encomenderos de Santa Fe de Bogotá, aunque no le cortaron la cabeza como a la estatua de la meditabunda adolescente, sí que estuvieron a punto de asesinarle porque denunciaba desde el púlpito la opresión de los indígenas en aquella colonia española. Como entonces no era fácil echarse al monte como Camilo Torres, retornó a Valencia donde se ganó el cariño de sus paisanos y, después de muerto, ha sido un santo muy milagrero.

Luis Bertrán O.P. (1526 -1581) tiene en común con la joven desconocida que ambos sostienen un libro. Puede que ella, en 1952, el libro que sostiene sea Nada de Carmen Laforet. Y él quiero pensar que el volumen que sujeta sea la Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) obra de un compañero de su misma orden dominicana, Bartolomé de las Casas O.P. (1484 – 1566).

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Unos siglos antes

Bastante antes, hubo otro varón que no fue canonizado, pero es probablemente el más santificado por los valencianos. Entonces era España en gran parte una colonia árabe y, como no era suficiente con los predicadores dominicos que ya estaban catequizando Europa y liquidando herejías, el idolatrado Jaime I de Aragón el Conquistador, se dedicó entre otras cosas a reconquistar Valencia.

Así de fiero aparece su ademán en el centro de Valencia.

Jaime I el Conquistador según Agapito Vallmitjana.1891. Valencia. Foto R.Puig

Jaime I el Conquistador según Agapito Vallmitjana. 1886. Valencia. Foto R.Puig

El escultor era natural de Barcelona y se llamaba Agapito Vallmitjana  (1833 – 1905)

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Y ya que estamos en el siglo XIX…

…vayamos de paseo por los Jardines de Monforte, un lugar donde se celebran bodas, y en que encontré a varias familias que estaban tomando fotos a sus niñas vestidas de primera comunión o de labriega valenciana.

Entrada a los jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

Entrada a los Jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

La quinta y sus jardines fueron obra y propiedad de marqueses y son hoy un ameno parque municipal, fresco refugio en días de calor.

En los jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

En los jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

Sus numerosas estatuas en mármol estaría yo tentado de englobarlas en una especie de “neo-clásico mediterráneo”. La reproducción o re-creación de versiones  del arte clásico tuvo desde fines del siglo XVIII y en el siglo XIX numerosos cultivadores en Europa, en especial a partir del momento en que la ocupación napoleónica de Italia disparó la demanda y Antonio Canova (1757 – 1822) potenció el movimiento.

Sócrates en los jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

Dicen que es Sócrates,  jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

En los jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

En los jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

En los jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

En los jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

No voy a seguir, porque si no se alargaría la lista. No obstante, hay que decir que la estatua que al parecer prefieren las parejas de novios es la de otra pareja famosa.

Dafnis y Cloe. Jardines de Monforte. Valencia. Foto R. Puig

Dafnis y Cloe. Jardines de Monforte. Valencia. Foto R. Puig

Y como no todo es inspiración grecolatina, no olvidemos los angelotes barrocos, de los que en estos jardines hay varias muestras

En los jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

En los jardines de Monforte. Valencia. Foto R.Puig

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Y a comienzos del siglo XX

Este busto recuerda a un pintor valenciano, Antonio Muñoz Degrain (1843-1924), que ejerció principalmente en Málaga y está representado en colecciones privadas y públicas, con varias obras en el mismo Museo del Prado . Tuvo la capacidad de irse renovando, de tal modo que de sus primeros paisajes realistas y románticos, siempre de gran calidad técnica, fue acercándose a una visión impresionista y levantina, con escenas naturales de gran colorido y luminosidad.

Monumento a Antonio Muñoz Degrain, Valencia. Foto R.Puig

Monumento a Antonio Muñoz Degrain, Valencia. Foto R.Puig

Es obra del escultor Francisco Marco Díaz-Pintado (1887-1980). Cuando se realizó ya había en este mismo lugar una escultura de la madre Naturaleza que parece abrazar al pintor

Raices del ficus australiano que abrazan al pintor Muñoz Degrain. Valencia. Foto R.Puig

Raices del ficus australiano que abrazan al pintor Muñoz Degrain. Valencia. Foto R.Puig

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Para terminar, una escultura bastante más grande…

Valencia. El puente de la Peineta de Santiago Calatrava. Foto R.Puig

Valencia. Los tirantes del puente “de la Peineta” de Santiago Calatrava. Foto R.Puig


De Estocolmo (y III) y de Roma (I): del mar y e los pintores

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En la nave por la mañana del domingo 21 de mayo. Foto R.Puig

Desde la popa por la mañana del domingo 21 de mayo. Foto R. Puig

La verdad es que el pasado domingo estaba ya navegando, desde Barcelona y rumbo a Civitavecchia. A pesar del retraso de cuatro horas en la salida, los viajeros nos lo estábamos tomando con filosofía. Sólo los perros de la perrera ladraban algo, con lo que sus dueños, solícitos, los sacaban a pasear por la cubierta.

Lorenzo y y su amigo Kersch en la nave. Foto R.Puig

Lorenzo y y su amigo Kersch en la nave. Foto R.Puig

Este en concreto había viajado en avión desde Fuerteventura, había caminado unos días por las calles de Barcelona y ahora estaba embarcado hacia Roma. Pues bien, estaba de lo más tranquilo.

En la escala de Puerto Torres. Cerdeña. Foto R.Puig

En la escala de Puerto Torres. Cerdeña. Foto R.Puig

Después de atracar en Puerto Torres (Cerdeña) el mar nos obsequió con una puesta de solo magnificente sobre los montes de Córcega, mientras ya estábamos saliendo del estrecho de Bonifacio.

El sol se pone sobre Córcega. Foto R.Puig

El sol se pone sobre Córcega. Foto R.Puig

Y un poco más adelante, allá a lo lejos, con su leyenda y el espíritu de Edmundo Dantés que aún planea por sus costas, la isla de Montecristo

La isla de Montecristo al anochecer. Foto R.Puig

La isla de Montecristo al anochecer. Foto R.Puig

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Pintores suecos e italianos de la primera mitad del siglo XX

De mis dos día en Estocolmo me había yo quedado con algunas muestras de la pintura sueca de principios del siglo XX, fruto de una visita a la Galería Åmells. Pero, como el martes pasado visité, prácticamente solo, una hermosa antología de artistas italianos en la Galleria d’Arte Moderna de Roma  (Capolavori del ‘900 italiano),  he pensado que nada mejor que cotejar lo que pintaban los artistas suecos e italianos poco más o menos por los mismos años.

Y ya que estábamos navegando…

Einar Jolin. En la góndola. 1920, Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Einar Jolin. En la góndola. 1920, Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Carlo Carrà. Marina a Moneglia. 1921. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Carlo Carrà. Marina a Moneglia. 1921. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Pueblos junto al agua

Leander Egström. Paisaje de verano con casas junto al agua en Gnesta. 1912. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Leander Egström. Paisaje de verano con casas junto al agua en Gnesta. 1912. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Y pueblos de tierra adentro

Ottone Rosai. Pueblo. 1923. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Ottone Rosai. Pueblo. 1923. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Ambientes campestres

Arturo Tosi. El camino a Clusarte. 1928. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Arturo Tosi. El camino a Clusarte. 1928. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Olle Olsson Hagalund. Árbol frutal en flor. 1930,. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Olle Olsson Hagalund. Árbol frutal en flor. 1930,. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Personajes bucólicos

Mario Sironi. La familia del pastor. 1927. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Mario Sironi. La familia del pastor. 1927. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

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Tristezas de una modelo

Carl Wilhelmson. Muchacha en reposo. 1924. Detalle. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Carl Wilhelmson. Muchacha en reposo. 1924. Detalle. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Un guiño velazqueño

Ferruccio Ferruzzi. Fragmento de composición. 1921. Detalle. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Ferruccio Ferruzzi. Fragmento de composición. 1921. Detalle. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

 

Idealización cortesana o fantasías de un pintor que murió en Bali

John Sten. Cortesana. 1919. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

John Sten. Cortesana. 1919. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Realidades romanas y guiño goyesco de un pintor que murió joven

Scipione. Cortesana romana. 1930. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Scipione. Cortesana romana. 1930. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Y un guiño curial en el retrato del Cardenal Vannutelli

Scipione. El cardenal. 1930. Detalle. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Scipione. El cardenal  decano. 1930. Detalle. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Flores y frutos

Sigrid Hjertén. Vaso de Flores. 1933. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Sigrid Hjertén. Vaso de Flores. 1933. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Alberto Savinio. Otoño. 1934. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Alberto Savinio. Otoño. 1934. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Estocolmo

Einar Jolin. Vista de Södermalm. 1945. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Einar Jolin. Vista de Södermalm. 1945. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Roma

Scipione. La calle que lleva a San Pedro. 1930. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Scipione. La calle que lleva a San Pedro. 1930. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Fausto Pirandello. Paisaje romano. 1935 1938. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Fausto Pirandello. Paisaje romano. 1935-1938. Galleria di Arte Moderna. Roma. Foto R.Puig

Otros ambientes urbanos

Mario Sironi.Paisaje urbano con gasómetro. 1944. Colección particular. Foto R.Puig

Mario Sironi.Paisaje urbano con gasómetro. 1944. Colección particular. Foto R.Puig

Y algo más de alegría

Carl Kylberg. En el jardín. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Carl Kylberg. En el jardín. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Pero acabemos con unas señoras deportistas

Massimo Campligi. Las amazonas. 1928. Colección particular. Foto R.Puig

Massimo Campligi. Las amazonas. 1928. Colección particular. Foto R.Puig

Pero, como dije que este domingo trataría de los pájaros de colores…

Bruno Lijefors. Agachadiza en su nido.1891. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

Bruno Lijefors. Agachadiza en su nido.1891. Galería Åmells. Estocolmo. Foto R.Puig

El cuadro no es del siglo XX, aunque el famoso pintor de animales en su medio natural, Bruno Lijefors, vivió hasta 1939 y lo prometido es deuda.

 

 


Roma, siempre Roma… siempre escultura

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Subiendo las escalinatas de los Museos Capitolinos. Foto R.Puig

Desde las escalinatas de los Museos Capitolinos. Foto R.Puig

El 28 de mayo me refería en estas páginas a los pintores del primer ‘900 italiano, con ocasión de una mostra de la Galleria d’Arte Moderna de Roma (la municipal) que me dio pie a un paralelo con los pintores suecos de la misma época. Como las sucesivas entradas habrán hecho comprender a mis lectores más pacientes, el que suscribe estaba en Roma de paso hacia Palombara Sabina para participar en un simposio de escultura. Acabado el cual, pudimos seguir deambulando por Roma. De ambos tiempos surge esta crónica.

Además de algunas piezas que han llegado para la citada exposición, la Galería alberga una colección permanente de escultores, representativos de la primera mitad del siglo XX. Y se da el caso de que la Alegoría al valor militar de Vittorio Emanuele II de Italo Griselli, un grupo escultórico en travertino ya mostrada en este blog, se instalaba en 1912 en el puente que lleva el nombre del primer rey de la Italia unificada, que comandaba las tropas sardas en la batalla de San Martino en 1859 contra los austriacos.

Dónde está muerte tu victoria. Foto R.Puig

¿Dónde está -oh muerte- tu victoria? (1ª Corintios, 15, 55). Foto R.Puig

Contemplada frente a Castel Sant’Angelo esta alegoría tiene su miga, ya que ese mismo monarca “Padre de la Patria” fue excomulgado por Pio IX cuando en 1870 arrebató los Estados Pontificios a la Iglesia Católica y devolvió a los papas a sus labores, las que habían ido abandonando desde Costantino el Grande. Hay que reconocer que, aunque aquel papa tan dado a los anatemas y a los dogmas se enfureciera, la verdad es que a la Sede de Pedro le quitaron de encima muchos problemas y hoy tampoco Savonarola tendría tantos motivos para enrabietarse, además habría salvado el pellejo. Lo que es significativo es que, al otro lado del puente, el Arcángel San Miguel sigue reservándose la última palabra.

Hola Savonarola. Foto R.Puig

Hola Savonarola. Foto R.Puig

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Las esculturas en la Galería de Arte Moderno de Roma

Pero, volvamos a las esculturas de la Via Francesco Crispi. A principios del Novecento en Roma subsistió por un tiempo la onda simbolista del tardo Ottocento, como en esta obra de Giovanni Prini que refleja la influencia de El beso de Gustav Klimt.

Giovanni Prini. Los amantes. 1909-13. Mármol. Detalle Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

Giovanni Prini. Los amantes. 1909 -13. Mármol. Detalle. Foto R.Puig

Asistimos también a la representación de gentes del pueblo ennoblecidos por la modernización de la estatuaria romana como en las obras de Arturo Martini (1889-1947),

El pastor. Arturo Martini 1930. Terracota. Detalle. Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

El pastor. Arturo Martini 1930. Terracota. Detalle. Foto R.Puig

a un estilo arcaizante inspirado por la escultura etrusca

Marino Marini. Fragmento. 1929 30. Terracota. Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

Marino Marini. Fragmento. 1929 – 30. Terracota. Foto R.Puig

en la representación del cuerpo humano o de los animales

Marino Marini. Caballo. 1939. Bronce. Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

Marino Marini. Caballo. 1939. Bronce. Foto R.Puig

Particular es el caso de  Marino Marini, un artista nacido con el siglo, que evolucionó sin descanso, trabajando en materiales diversos, a través de las diversas corrientes escultóricas del siglo, hasta su muerte en 1980.

Marino Marini. Bañista. 1934. Peperino. Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

Marino Marini. Bañista. 1934. Peperino. Foto R.Puig

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La ascensión el Fascismo en Italia traerá consigo la dictadura y la destrucción

Desastres de una época. Del multimedia de la Accademia di Belle Arti di Roma.

Imagen del multimedia de la Accademia di Belle Arti di Roma

Las directrices artísticas del régimen de Mussolini ocultaban los abismos en los que Italia y Europa se adentraban.

El campesino en su tarea se representa como un Hermes apolíneo, recio e impasible en su ademán, análogo a los atletas del Estadio Olímpico de Roma.

Ercole Drei. El sembrador. 1937. Bronce. Detalle Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

Ercole Drei. El sembrador. 1937. Bronce. Detalle. Foto R.Puig

La imagen de la raza ha de inspirarse en modelos clásicos. Para la mujer se condensan en la figura de Venus, ajena a la contienda que se desencadena en Europa y en la que Italia se zambulle inconsciente bajo la guía del Duce.

Guido Galletti. Venus con tres amorcillos. 1939. Detalle. Bronce. Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

Guido Galletti. Venus con tres amorcillos. 1939. Detalle. Bronce. Foto R.Puig

Attilo Torresini, Afrodita. 1930 34. Bronce. Detalle Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

Attilo Torresini, Afrodita. 1930-34. Bronce. Detalle. Foto R.Puig

Mientras la violencia se desata, el arte oficialmente tolerado invita al descanso

Attilo Torresini. Reposo. 1939. Bronce. Detalle Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

Attilo Torresini. Reposo. 1939. Bronce. Detalle Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

El saber hacer de los escultores italianos es extraordinario, pero el corsé que la ideología del régimen de Mussolini impuso con sus exigencias político-sociales también.

Tanto que aquella presión llevó en 1945 a Arturo Martini a publicar un volumen titulado La scultura lingua morta, afirmando amargado que la escultura estaba muerta en Italia. 

Por entonces Italia volviá a darse de bruces con la realidad.

Ana Magnani. Del multimedia de la Accademia di Belle Arti di Roma.

Ana Magnani en Roma Città Aperta. Imagen del multimedia de la Accademia di Belle Arti di Roma

Tras asistir a la proyección de un excelente audiovisual multimedia, producido por la Accademia di Belle Arti de Roma para esta exposición de la Galleria d’Arte Moderna de Roma,  que resume la historia de la ciudad desde 1870 a 1944, dejo estos locales recoletos. Aquí he podido visitar casi en solitario la exposición Stanze d’artista. Capolavori del ‘900 italiano. Sólo entraron otros dos visitantes durante más de una hora de visita.

El patio interior de la Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

El patio interior de la Galería Comunal de Arte Moderno. Foto R.Puig

Decididamente a los turistas que siguen apresurados a sus guías por las calles de Roma no se les ofrece en el paquete que han comprado la visita de estos sitios serenos, en donde las obras de Arte se pueden contemplar sin premura y sin codazos.

Como decía un pintor, de esa época que la exposición recuerda, cuando expresaba en que consistía el meollo de la actividad del artista:

De lo que en definitiva se trata es de ver esas cosas que los demás también ven pero en el momento en que los demás no las miran, que es cuando ellas se despojan de la rigidez de su pose, se abandonan y respiran más tranquilas.

Alberto Savinio (Andrea de Chirico) 1944

Cerca de la Galería veo a un artesano de la piedra a quien casi nadie mira

Plantando sanpietrini. Foto R.Puig

Plantando “sanpietrini”. Foto R.Puig

Le pregunto cómo hace para fijar al suelo los sanpietrini y amablemente me explica que los consolida unos junto a otros mediante una mezcla de arena o puzolana y polvo de alquitrán.

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En fin, Roma da para todo, pero sobre todo reúne una nube de turistas ansiosos de perpetuarse con alguno de sus fondos de postal.

Selfie en Piazza Navona. Foto R.Puig

Selfie en Piazza Navona. Foto R.Puig

Continuará…

 

 

 

 

 

 

 



Arrivederci Roma! Gomorron Göteborg!

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Roma Río. Foto R.Puig

Roma Río. Foto R.Puig

El día 8 de junio salimos de Roma por carretera hacia Els Poblets, con parada en San Remo y Valras Plage. En el asiento trasero y en el cofre del Peugeot 207 los ochenta kilos de Aretusa en travertino, toda la herramienta de escultura y el equipaje. Tras un merecido descanso, el día 22 volábamos de vuelta a Gotemburgo.

Vista desde Eriskberg. Gotemburgo. Foto R.Puig

Vista desde Eriskberg. Gotemburgo. Foto R.Puig

¿Contrastes? Todos, empezando por el salto desde las temperaturas de Roma a las de una costa post-glacial. En realidad estas bajas presiones sobre las riveras del Göta Älv son muy sanas, aunque dentro de un orden. Cuando escribo esto nos anuncian una semana refrescante, excelente para las plantas.

A las orillas del Tíber hemos dejado el viejo pecio que se puede ver desde el puente Vittorio Emanuele II

El pecio fósil del Tíber. Foto R.Puig

El pecio fósil del Tíber. Foto R.Puig

Y a la espera de su singladura veraniega por aguas más frías nos saluda la bandera del Götheborg

La popa del Götheborg. Foto R.Puig

La popa del Götheborg. Foto R.Puig

Aquí no necesitamos viajar en metro para escapar de la calorina, además no hay.

Por las profundidades de la metropolitana de Roma. Foto R.Puig

Por las profundidades de la metropolitana de Roma. Foto R.Puig

Si en Gotemburgo abundan las colinas graníticas, sin embargo no hay modo de competir con los panoramas que se abarcan desde lo alto de las romanas,

Vista desde el Pincio. R.Puig

Vista desde el Pincio. R.Puig

ni con los panoramas provocadores de ciertos escaparates romanos

Ñam ñam... Il Pecorino. Foto R.Puig

Ñam ñam… Il Pecorino. Foto R.Puig

Fa caldo, sí, pero los parques de Roma, como el inmenso de Villa Borghese, nos ahorran sudores

Moisés salvado de las aguas. Foto R.Puig

Moisés salvado de las aguas. Foto R.Puig

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Una exposición 

Lápida del mercader de esclavos Aiacius. Museo Romano Germano de Colonia. Foto R.Puig

Lápida del mercader de esclavos Aiacius. Museo Romano Germano de Colonia. Foto R.Puig

La exposición de la que quiero decir algo es (pues aún está abierta) la dedicada a la esclavitud en el Imperio Romano. Es bien sabido que los pies y las manos del poder de los hijos de la loba eran los esclavos. Sin ellos ese enorme legado de Roma que admiramos no existiría. La Mostra, instalada en los bajos del Museo del Ara Pacis (el Altar de la Paz) se titula Spartaco. Schiavi e padroni a Roma.

Cabeza de joven negro. Vaso de perfume. siglo II. Bronce. Mostra sobre la Esclavitud. Ara Pacis. Foto R.Puig

Cabeza de joven negro. Vaso de perfume. siglo II. Bronce. Ara Pacis. Foto R.Puig

Sería muy largo dar cuenta de toda la información y de la gran cantidad de piezas y documentos que se exhiben. Es todo un curso sobre la materia, con abundantes explicaciones históricas y una cuidadosa organización temática. Me limito a algunas de las esculturas, aunque es muy recomendable visitarla con detenimiento. Pero, dicho esto, habría sido de desear que dejasen al visitante la iniciativa de sus sensaciones y sentimientos ante la magnitud del esclavismo romano, el mayor de la historia de Occidente. No hacía falta que la exposición se sumerja en la penumbra, con una reducida iluminación y bisbiseos dramáticos de las recitaciones en los multimedia, difíciles de escuchar.

Niño esclavo durmiendo. Mármol. Siglo I al II. Foto R.Puig

Niño esclavo adormentado. Mármol. Siglo I al II. Foto R.Puig

El propósito pedagógico está bien estructurado pero la escenificación tenebrista era innecesaria. Es hoy frecuente que los Museos, cuando se esfuerzan por popularizar el arte y la cultura y hacerse atractivos, demuestren una pobre idea de la sensibilidad y la inteligencia del visitante.

Germano prisionero. Altorrelieve. Mármol gris. SiglosI al II. Museo del Castello de Baia. Mostra sobre la Esclavitud. Ara Pacis. Foto R.Puig

Germano prisionero. Altorrelieve. Mármol gris. Siglos I al II.  Castello de Baia. Foto R.Puig

A pesar de todo la exposición merece una visita sosegada.

Monumento funerario de un liberto imperial. Siglo II. Foto R.Puig

Monumento funerario de un liberto imperial. Siglo II. Foto R.Puig

Hace pensar y aprender

Un prisionero bárbaro. Bronce dorado. Museo de Brescia. Mitad del siglo I. Foto R.Puig

Un prisionero bárbaro. Bronce dorado. Museo de Brescia. Mitad del siglo I. Foto R.Puig

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Pastor- Mármol. Siglo I a.C. Castellamare di Stabia. Foto R.Puig

Pastor- Mármol. Siglo I a.C. Castellamare di Stabia. Foto R.Puig

Además, el que se haya instalado en el Ara Pacis a dos pasos del Mausoleo de Augusto Emperador tiene un valor simbólico. El contraste, entre los relieves que celebran la Pax Romana en el piso de arriba y las obras que en el piso de abajo recuerdan cuáles fueron los cimientos de la misma, es elocuente.

Estela funeraria de un niño hijo de esclava y amo. Siglo II. Mostra sobre la Esclavitud. Ara Pacis. Foto R.Puig

Estela funeraria de un niño hijo de esclava y amo. Siglo II. Foto R.Puig

No hay ni ha habido imperio en el mundo que no se haya asentado sobre la barbarie y la esclavitud. Los niveles y modalidades de las mismas varían, pero la explotación del hombre por el hombre se repite. Con el tiempo se pierden en el olvido aquellos exorbitantes daños colaterales y los viajeros acuden a celebrar y admirar el legado artístico y cultural. Esta exposición trata de equilibrar el cuadro del pasado de Roma.

Cabeza de un dacio.Siglo II. Mármol. Museos Vaticanos. Mostra sobre la Esclavitud. Ara Pacis. Foto R.Puig

Cabeza de un dacio.Siglo II. Mármol. Museos Vaticanos. Foto R.Puig

Si pasan por Roma antes del 17 de setiembre, no dejen de acercarse a esta exposición del Ara Pacis.

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Un homenaje

En otro lugar del centro histórico de Roma, en la Biblioteca del Senado, un grupo de representantes del mundo de la crítica y la historia del arte, así como de la Academia de Bellas Artes de Roma y miembros de la familia del pintor Claudio Bonichi (1943-2016) se reunieron el 6 de junio para rendir homenaje al artista desaparecido y presentar el proyecto de creación de los Museos Peluzzi Bonichi en el Comune de Monchiero (Piamonte).

Vista de Monchiero. Fuente Comune di Monchiero

Vista de Monchiero. Foto de la página del municipio

La institución estará dedicada no sólo a la obra de Claudio Bonichi sino a la de todos los artistas de la familia, como Gino Bonichi (1904-1933), que pintaba con el seudónimo de Scipione (hemos tratado de él hace poco en este blog) y Eso Peluzzi (1894-1985).  espacio para el arte y las actividades culturales en el núcleo histórico de este antiguo pueblo encaramado sobre una colina en la confluencia del torrente Rea con el río Tanaro.

Claudio Bonichi. Conversación interrumpida. 2010. Fuente Settemuse,it

Claudio Bonichi. Conversación interrumpida. 2010. Fuente Settemuse,it

En el proyecto es activa la familia de los artistas, en especial Benedetta Bonichi (1968), pintora consagrada y activa. Asistimos al encuentro por invitación de uno de sus promotores e intervinientes, mi profesor, amigo e historiador del Arte, Marco Bussagli, con quien espero visitar el proyecto de Monchiero cuando esté en marcha a partir de mediados de 2018.

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Despedida

Para concluir les dejo con algunas de mis fotos, no les será difícil adivinar de dónde son estas imágenes, si de Roma o de Gotemburgo

1

Atasco romano. Foto R.Puig

2

Fachada de Eriskberg. Gotemburgo. Foto R.Puig

3

Fachada romana. Foto R.Puig

4

Eriskberg. Gotemburgo. Foto R.Puig

5

Todo para el turista. Foto R.Puig

 

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La casa azul. Eriskberg. Gotemburgo. Foto R.Puig

7

Las noches del florista. Foto R.Puig

8

Eriskberg. Gotemburgo. Foto R.Puig

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¡Arrivederci y no sueñen con los angelitos!

Al menos no con éste…

Bernini. Sant'Andrea delle Fratre. Roma. El ángel de la corona de espinas. Foto R.Puig

No, no está en Gotemburgo…


De unas horas en Troyes. En ruta hacia Suecia (II)

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Troyes. El canal desde el puente de acceso a la Cité. Foto R.Puig

Troyes. El canal desde el puente de acceso a la Cité. Foto R.Puig

El 26 de julio dormí en un camping de Orcet, en la región de Auvernia, la tierra de los volcanes extintos, en los alrededores de Clermont-Ferrant. Hoy es parte de una región oficial más amplia: Auvernia-Ródano-Alpes.

El paisaje antes y después de esta etapa está sembrado de los perfiles achatados de lo que hace millones de años debieron ser altivos conos llameantes. Con razón a esta comarca la llaman Vulcania.

El Puy de Dôme. Auvernia. Fuente Turismo en Auvergne

El Puy de Dôme. Auvernia. Fuente Turismo en Auvergne

Tierras hermosas que merecen una estancia, si bien con botas de andar, mochila y tienda de campaña a las espaldas. ¡Ah, cuántas posibilidades que desfilan ante nuestros ojos y que corto el tiempo para cumplirlas!

Pero -¡esa sí!- el 27 a medio día ya estaba instalado en un camping de Troyes a veinte minutos a pie de la antigua capital del sur de la Champagne y del departamento del Aube. ¡Varias veces pasé cerca y por fin he podido visitarla! Algunas cosas bellas, como siempre, se quedarán en el tintero, pero así habrá ideas para la próxima visita. Con todo, me harán falta dos o tres crónicas para dar cuenta de los hallazgos de esta visita.

Entrando en el recinto de la Cité, circundado por un canal, vas caminando entre casas medievales con sus fachadas à colombage.

Troyes. Casa con fachadas de colombage junto a Saint-Nizier. Foto R.Puig

Troyes. Casa con fachadas de colombage junto a Saint-Nizier. Foto R.Puig

Como era ya la tarde del día de mi llegada, la iglesia gótica de Saint-Nizier (supongo que en español diríamos San Nazario) estaba ya cerrada. El edificio actual se construyó en el siglo XVI sobre un oratorio del siglo XI, pero incluye vitrales más antiguos traídos de otros templos. Forma pues parte del rico patrimonio de las vidrieras de Troyes, motivo por si solo para una visita a la ciudad.

Troyes. Fachada de Saint-Nizier. Foto R.Puig

Troyes. Fachada de Saint-Nizier. Foto R.Puig

En la plaza hay una escultura, coherente con la inspiración neo-renacentista de los escultores franceses del siglo XIX, modelada tras su obligada bolsa de estudios en Roma, por Paul Dubois (1829-1905), que era natural de un pueblo cercano a Troyes.

El cantor florentino. Paul Dubois. 1863-1865. Foto R.Puig

Troyes. El trovador florentino. Paul Dubois. 1863-1865. Foto R.Puig

Transportado siglos atrás, sigo hacia la cercana catedral de San Pedro y San Pablo. Su torre se avista sobre los tejados.

Troyes. Camino a la catedral. Foto R.Puig

Troyes. Camino a la catedral. Foto R.Puig

En el recorrido, por la Rue de la Cité, paso ante la Maison du Pont-Ferré. En el Medioevo frente a ella había un Puente (Pont), y el señor obispo (que era propietario de una forja) percibía un tributo por cada herradura (fer à cheval) que entraba en la ciudad, es decir por los caballos que los viajeros introducían en el recinto de la Cité.

Troyes. Maison du Pont-Ferré. Foto R.Puig

Troyes. Maison du Pont-Ferré. Foto R.Puig

Era pues como el actual impuesto de circulación que pagamos al ayuntamiento por circular con nuestro vehículo. Algo así como una tasa por desgaste de adoquines, aunque los caballos del obispo estaban exentos. ¿Lo pagan los coche oficiales de los alcaldes de nuestro tiempo? Supongo que sí, por lo que algo habremos progresado en esta materia.

Troyes. Maison du Pont-Ferré. Relieve de la fachada. Foto R.Puig

Troyes. Maison du Pont-Ferré. Relieve de la fachada. Foto R.Puig

En 1530 desapareció este impuesto episcopal, pero en la placa explicativa no se dice si lo sustituyeron por otra gabela ni a qué cambios políticos se debió este cambio.

Troyes. Square des Trois Godets.Foto R.Puig

Troyes. Square des Trois Godets.Foto R.Puig

A la vuelta de la esquina, está la tranquila plazuela des Trois Godets. Por ahí pasaba el mismo arroyo que corría bajo el Pont-Ferré.  En sus orillas se situaban los mataderos de la villa, por entonces denominados massacreries, tueries o écorcheries (masacraderos, mataderos despellejaderos).  Es de suponer que el arroyo bajaba teñido de la sangre de las bestias, a dos pasos del ábside de la catedral.

Troyes. Ábside de la catedral desde el square des Trois Godets.Foto R.Puig

Troyes. Ábside de la catedral desde el Square des Trois Godets.Foto R.Puig

A la catedral (siglos XIII a XVI) llegué cuando quedaban veinte minutos para el cierre. Así que por el momento me hube de contentar con las primeras impresiones, sabiendo que al día siguiente, con la ayuda de la luz del sol podría observar mejor sus legendarios vitrales.

En la semioscuridad, nada más ingresar y a la derecha, las velas ante una imagen mariana.

Troyes. El lugar de los ruegos. Catedral. Foto R.Puig

Troyes. El lugar de los ruegos. Catedral. Foto R.Puig

Al frente, la soberbia nave ojival.

Troyes. La nave central de la catedral al atardecer. Foto R. Puig

Troyes. La nave central de la catedral al atardecer. Foto R. Puig

Y en la primera capilla de la derecha un expresivo grupo escultórico renacentista en escayola policromada.

Troyes. Escultor anónimo de la capilla de las Fuentes Bautismales. Foto R.Puig

Troyes. Escultor anónimo de la capilla de las Fuentes Bautismales. Foto R.Puig

Fisionomías bien modeladas

Troyes. Capilla de las Fuentes Bautismales. Detalle. Foto R.Puig

Troyes. Capilla de las Fuentes Bautismales. Detalle. Foto R.Puig

¿Sería este el obispo herrero?

Troyes. Capilla de las Fuentes Bautismales. Detalle. Foto R.Puig

Troyes. Capilla de las Fuentes Bautismales. Detalle. Foto R.Puig

En todo caso, sus funciones en esta ceremonia sacramental eran las de marcar a los fieles para mejor cabalgar por el mundo, sin dejarse tentar por sus pompas y sus obras, con la vista puesta en los cielos.

Troyes. Capilla de las Fuentes Bautismales. Detalle. Foto R.Puig

Troyes. Capilla de las Fuentes Bautismales. Detalle. Foto R.Puig

La que si asciende a los cielos es la “mujer con el sol por manto, la luna bajo los pies y sobre la cabeza una corona de doce estrellas” (Apocalipsis, 11, 19), en la vidriera de la misma capilla, obra realizada por Jean Soudain en 1524.

Troyes. Capilla de las Fuentes Bautismales. Vitral de la Asunción 1524. Foto R.Puig

Troyes. Capilla de las Fuentes Bautismales. Vitral de la Asunción 1524. Detalle. Foto R.Puig

Pero dos caballeros de negro me indican que debo dirigirme a la salida, pues es hora de cerrar…

Troyes. Se hace tarde en la catedral. Foto R.Puig

Troyes. Se hace tarde en la catedral. Foto R.Puig

Al salir les saludo. Uno de ellos debe de ser el sacristán mayor, es quien lleva el manojo de llaves. El otro ostenta una cruz pectoral colgada de una cadena sobre su pechera de clergyman. No muy alto, robusto; los cabellos canos sobre una cabeza cuadrada le dan un aire de suave autoridad. Nos saludamos, soy el último en salir, le aseguro que volveré por la mañana. A las nueve es la misa me indica.

Troyes. La catedral dormida. Foto R.Puig

Troyes. La catedral dormida. Foto R.Puig

Anochece. Bordeando el canal voy en busca de una cena…

Troyes. Se va el día. Foto R.Puig

Troyes. Se va el día. Foto R.Puig

Mañana será otro día…


Pasiones del color en Troyes. En ruta hacia Suecia (III)

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Catedral de Troyes. Vitrales del lado norte del coro. s.XIII. Foto R.Puig

Catedral de Troyes. Vitrales del lado norte del coro. s.XIII. Foto R.Puig

El viernes 28 de julio, por la mañana, estaba yo en la catedral de Troyes y, ahora sí, con la luz del día puedo observar las vidrieras una por una con mi catalejo. Es un decir, pues de haberlo hecho en serio hubiera debido colgarme bien alto de un andamio para observar las del coro y los rosetones, las de las alturas de la nave y las de los transeptos.

Catedral de Troyes. Rosetón del Pórtico Norte. Foto R.Puig

Catedral de Troyes. Rosetón del Pórtico Norte. Foto R.Puig

Sea usted o no creyente, emociones parecidas a las de estas maravillosas narrativas ejecutadas por los maestros medievales del vitral sólo las he sentido hace ya años en la catedral de Chartres. El color de los esmaltes se funde con el vidrio, de modo tal que la transparencia se conserva entre los infinitos matices de estos dibujos de gran delicadeza, ingenuidad y movimiento. Todos los mitos y leyendas que han sustentado a los pueblos europeos durante dos mil años están ahí con sus sueños y sus consuelos, pero también con sus dramas, a los que casi exclusivamente el milagro y el poder de Dios y de sus santos podía prometer cura.

Catedral de Troyes. Vitrales del coro. s.XIII. Foto R.Puig

Catedral de Troyes. Vitrales del coro. s.XIII. Foto R.Puig

Todo encajado en un prodigio de filigranas de piedra y plomo. Si es de admirar el trabajo de los maestros vidrieros, no lo es menos el de los canteros y albañiles, que lo hicieron posible, allá en lo alto de esas estructuras milagrosas con las que estas narraciones se ensamblan.

Catedral de Troyes. Escena de la vida de San Andrés. Foto R.Puig

Catedral de Troyes. Escena de la vida de San Andrés. Foto R.Puig

Por ejemplo, toda la leyenda de San Nicolás en un solo cuadro. Los tres adolescentes que habían sido asesinados y convertidos en butifarras por el malvado charcutero son resucitados completamente recompuestos por el santo, quien casualmente pasaba por el pueblo.

Catedral de Troyes. La leyenda de San Nicolás. Foto R.Puig

Catedral de Troyes. La leyenda de San Nicolás. Foto R.Puig

Los inocentes que mató Herodes no tuvieron la misma fortuna, aunque, en compensación, por su martirio accedieron a la santidad, sin ni siquiera necesitar el bautismo. Los que sí se salvaron fueron los Reyes Magos, gracias a que el ángel les advirtió que debían volver a su tierra por otro camino.

Catedral de Troyes. La matanza de los inocentes y el sueño de los Reyes Magos. Foto R.Puig

Catedral de Troyes. La matanza de los inocentes y el sueño de los Reyes Magos. Foto R.Puig

Una de las presentaciones plásticas menos corrientes en la iconografía de la vidriera europea es la que representa un pasaje de Isaías 63, 3: “Yo solo he pisado el lagar”, pero sobre todo el de la palabra de Jesús: “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos” (Juan, 15,15).

Cristo vinífico. Catedral de Troyes. Foto R.Puig

Cristo vinificado. Catedral de Troyes. Foto R.Puig

La alegoría de Cristo en el lagar (torculus Christi), como origen de la sangre/savia del cuerpo místico y motivo eucarístico, se representa como una cepa que nace de sus costado y de la que surgen los sarmientos, sus discípulos, destinados a producir frutos de santidad.

Cristo bajo el tórculo. Catedral de Troyes. Foto R.Puig

Cristo bajo el tórculo. Catedral de Troyes. Foto R.Puig

Es una vidriera de un extremo virtuosismo, ejecutada por Linard Gonthier en 1625. En ella hay un aspecto genesíaco, la vid y sus sarmientos, similar a la otra alegoría, la del árbol de Jesé, es decir el árbol genealógico de Jesús, que, transmitido de una forma u otra por los evangelistas, le presenta como descendiente en línea directa del padre de David, mediante un árbol que brota de su “vara” (en latín virga).

Catedral de Troyes. El árbol de Jesé. Foto R.Puig

Catedral de Troyes. El árbol de Jesé. Foto R.Puig

Hay dos vitrales con esta alegoría en la catedral de Troyes. He reproducido aquí el más accesible, el de la capilla de Juana de Arco. Los paneles más antiguos son del siglo XIII:

los de la Virgen y Cristo

Catedral de Troyes. El árbol de Jesé. Detalle. Foto R.Puig

Catedral de Troyes. El árbol de Jesé. Detalle. Foto R.Puig

y los de David y Salomón

Catedral de Troyes. El árbol de Jesé. Detalle. Foto R.Puig

Catedral de Troyes. El árbol de Jesé. Detalle. Foto R.Puig

Por hoy nos despedimos de la catedral. Al salir por la calle lateral, pasamos bajo sus inquietantes gárgolas y, de algún modo, intuimos los mensajes dramáticos y los secretos sentimientos de aquellos anónimos artesanos que las esculpieron.

Gárgola de la catedral. Troyes. Foto R.Puig

Gárgola de la catedral. Troyes. Foto R.Puig

Gárgola de la catedral. Troyes. Foto R.Puig

Gárgola de la catedral. Troyes. Foto R.Puig

¿Se desquitaban así de su duro combate con la piedra? Trabajar en la construcción de una catedral podía abarcar la vida entera de un artesano cantero y tallador de piedra.

Dejamos la catedral pero no abandonamos el color y sus emociones. En Troyes me rencontré con Auguste Renoir.

“Un otro Renoir” como rezaba el lema de la exposición,

Troyes. Museo de Arte Moderno. En la exposición Renoir. Foto R.Puig

Troyes. Museo de Arte Moderno. En la exposición Renoir. Foto R.Puig

Lo dejaremos para otro domingo…

 


Pasiones del color en Troyes: Pierre Auguste Renoir. En ruta hacia Suecia (IV)

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Para todos aquellos a quienes quiero y aprecio en Barcelona y en Cataluña

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En la tierra de mi abuelo paterno, Cataluña, donde tengo muchos queridos familiares y amigos, en Barcelona, en Cambrils, en Alcanar y en Ripoll un grupo de fanáticos han querido firmar su mensaje de terror con la sangre de pacíficos viandantes, además de planear otros atentados con explosivos que por fortuna se han frustrado.

Es difícil decir algo que no se haya dicho, expresar una emoción que no se haya expresado.  Todos los días nos llegan noticias de la misma barbarie desde latitudes más lejanas. Esta vez los asesinos viven en tierras españolas, han matado y herido más cerca. La bestial ceguera de hombres cebados de una ideología fundamentalista, integrista y totalitaria, que son capaces de lanzar sin pestañear y a toda velocidad un vehículo pesado, embistiendo y masacrando a la luz del día y con los ojos bien abiertos a sus semejantes, a personas de toda edad y condición, viendo como caen ante ellos bebés, ancianos, hombres y mujeres, te deja una vez más sin las palabras adecuadas.

Un modesto homenaje a Cataluña, a Barcelona en particular, con las palabras de Miguel de Cervantes, es mejor que todo lo que yo pueda escribir:

Admiróles el hermoso sitio de la ciudad, y la estimaron por flor de las bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de sus moradores, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad y satisfacción de todo aquello que de una grande y famosa, rica y bien fundada ciudad puede pedir un discreto y curioso deseo

“Las dos doncellas”, Novelas ejemplares

Gustave Doré. Don Quijote entra en Barcelona

Gustave Doré. Don Quijote entra en Barcelona

…me pasé de claro a Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza única.

Capítulo LXXII, Parte II de El Quijote

También es importante que, sin mermar nuestra emoción ante el dolor de tanta gente, del mismo modo que los ciudadanos y amantes de Barcelona o de Cambrils, que ahí viven o que las visitan desde todo el mundo, han seguido haciendo, no modifiquemos nuestras costumbres, por mucho que los terroristas quieran alterarlas para dar realce a sus monstruosos y miserables propósitos.

Retomo pues el blog donde lo dejé el pasado domingo.

Pierre Auguste Renoir en Troyes

Renoir. La iglesia de Essoyes. 1888. Colección particular

Renoir. La iglesia de Essoyes. 1888. Colección particular

Más o menos, por la misma época, hacia 1880, en que Aline Charigot, natural de Essoyes (un pueblo a 50 kms. de Troyes) se convierte en modelo y amante de Pierre Auguste Renoir (1841-1919), se despide este del impresionismo y emprende un camino propio, con un estilo y una técnica clásica aunque sin ataduras formales y al mismo tiempo una pincelada más libre, antecedente de otros artistas del llamado postimpresionismo. En su caso con mayor éxito en vida que otros pioneros como Cézanne o Van Gogh, a quienes además superó en longevidad, a pesar de la artritis reumatoidea que padeció durante casi cuarenta años. Tuvo que esforzarse mucho y pasar penurias hasta casi cumplidos los cuarenta años, pero a partir de entonces el reconocimiento (de Picasso entre otros) y la fama le llegaron merecidamente.

La explosión de color en sus cuadros, sus temas de afectividad familiar y sus desnudos femeninos,  su enorme producción (alrededor de 4000 lienzos) han jugado en parte en su contra, al convertirse en uno de los pintores preferidos para ilustrar calendarios, decorar las paredes de lo hogares de clase media y llenar de postales los buzones, por lo que ha sido injustamente contestado por recientes campañas iconoclastas.

Troyes. Museo de Arte Moderno. En la exposición Renoir. Foto R.Puig

Troyes. Museo de Arte Moderno. En la exposición Renoir. Foto R.Puig

Pero volviendo a la exposición que le ha dedicado el Museo de Arte Moderno de Troyes, que, a pesar de la gran cantidad de antológicas que se le han dedicado a Renoir,  ha osado titular como “un autre Renoir”, he de reconocer que he aprendido cosas nuevas sobre el entorno del artista y la repercusión en su obra, así como sobre su cambio de escenarios de la urbe al campo y el desvío de sus miradas de las parisinas coquetas a las afables y pletóricas lugareñas.

Aline, la modelo con la que se encuentra en París en 1880, con quien tiene su primer hijo (reconocido), Pierre, en 1885, y con la que se casa en 1890, se lo llevó literalmente al campo, a Essoyes.

La vemos bailando con un amigo del pintor en 1881.

Renoir. Danza pueblerina; 1881. París. Museo de Orsay

Renoir. Danza pueblerina; 1881. París. Museo de Orsay

Es a partir de esos años cuando se inician las escenas familiares con su mujer y sus hijos como protagonistas.

Renoir. Maternidad. 1885. París. Museo de Orsay

Renoir. Maternidad. 1885. París. Museo de Orsay

En noviembre de 1888, durante su primera estancia en Essoyes con Aline,  escribe el pintor a sus amigos, la pintora Berthe Morisot y el marido de esta Eugène Manet, y les cuenta que:

…estoy viviendo como un campesino (“je suis en train de paysanner”) en Champagne, para huir de las costosas modelos de Paris. Pinto lavanderas al borde del río…

En 1894 nace su hijo Jean, el que llegará a ser uno de los maestros del cine francés, y entra en escena Gabrielle Renard, una prima lejana de su esposa, también campesina y natural de Essoyes, que se instala en casa de los Renoir en Montmartre para ser la niñera del recién nacido.

Renoir. Gabrielle y Jean. 1895 y 96. París. Museo de la Orangerie

Renoir. Gabrielle y Jean. 1895 y 96. París. Museo de la Orangerie

Posará para el artista más de doscientas veces.

Renoir. Mujer desnuda acostada. 1903. Colección particular.

Renoir. Mujer desnuda acostada. 1903. Colección particular.

En las escenas familiares se la ve pendiente del pequeño Jean, ataviado a la manera de los niños de la burguesía de la época, con faldones y perifollos sobre la cabeza, mientras Gabrielle en cuclillas viste como una empleada doméstica.

Renoir. La familia del artista. 1896. Barnes Foundation. Filadelfia

Renoir. La familia del artista. 1896. Barnes Foundation. Filadelfia

Por entonces la familia ya tenía casa y jardín en Essoyes y el pintor encuentra sus modelos en el propio ambiente familiar.

Renoir. Madame Renoir con Bob. 1910.Museo de Hartford USA.

Renoir. Madame Renoir con Bob. 1910.Museo de Hartford USA.

Su mujer, la organizadora de la familia y guardiana de la serenidad del pintor, consagrado intensamente a su trabajo a pesar de su discapacidad motriz, y la más joven Gabrielle, su modelo recurrente

Renoir. Gabrielle con una rosa. 1911. París. Museo de la Orangerie

Renoir. Gabrielle con una rosa. 1911. París. Museo de la Orangerie

Renoir sigue pintando sin descanso a sus más de setenta años

Renoir en 1912. Archivos Vollard. París. Museo de Orsay.

Renoir en 1912. Archivos Vollard. París. Museo de Orsay.

Aline muere en Niza en 1915. Dos años antes había despedido a Gabrielle, después de haber trabajado en casa de los Renoir durante casi veinte años. A la muerte de la esposa, la niñera volvió con Auguste, a quien durante los cuatro últimos años de vida asistiría con devoción, hasta el punto de ser ella quien le colocaba los pinceles entre sus dedos enfermos.  No se casará hasta dos años después de la muerte del artista. Ella, la niñera que había llevado a Jean Renoir de niño a ver su primera película, cuando el marido estadounidense fallece, es acogida por el cineasta en su casa de Beverly Hills. Es ahí donde muere Gabrielle Renard-Slade a los ochenta años de edad.

Definitivamente, sí, en Troyes aprendí algunas cosas del “autre Renoir”.

 

 

 

 


Grimbergen y Bruselas. La exaltación barroca y el paso de la Historia. En ruta hacia Suecia (V)

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Iglesia abacial de Grimbergen. 1620 a 1725. Foto R.Puig

Iglesia Abacial de Sint Servatius. Grimbergen. 1620 a 1725. Foto R.Puig

En la penúltima etapa del retorno veraniego a Gotemburgo, me detuve en Grimbergen. No hay más que dos sitios de camping en torno a Bruselas y este se sitúa a 50 minutos de autobús interurbano de la estación del Norte de la capital de Bélgica. Naturalmente hay que llegar temprano, pues al anochecer ya estaba de bote en bote.

Grimbergen tiene una plaza mayor escondida y tranquila, presidida por una de las iglesias barrocas más destacadas de Bélgica. Sint Servatius se empezó a edificar en 1620 como templo de una antigua abadía de canónigos premostratenses que data de la primera mitad del siglo XII. Cuando se iniciaba su construcción Flandes estaba bajo la corona de España. Cuando se termina la obra en 1725 había pasado a dominio austriaco. En todo caso Filip Van Berghen, gobernador de Bruselas, murió antes, en 1704, y fue enterrado en esta iglesia con todos los honores.

Filip Van Berghen sobre su tumba. Príncipe de Grimbergen. Foto R.Puig

Filip Van Berghen sobre su tumba. Príncipe de Grimbergen. Foto R.Puig

Pero lo más significativo de este monumento barroco, después de sus arquitectura, es a mi juicio el conjunto de sus tallas de madera. Ya hemos tratado en este blog de la iconografía de la santidad cristiana en fisionomías orientadas al cielo  o en los mártires adornados del instrumento de su martirio.

Durante el barroco y como resultado de las directivas de Trento los protagonistas de la vida monacal y de las órdenes religiosas se multiplican en pinturas y en tallas de las iglesias católicas.

La sillería del coro de Grimbergen

Sillería del coro. La santidad del martir. . Grimbergen. Foto R.Puig

Sillería del coro. La santidad del martir.  Grimbergen. Foto R.Puig

Este es el caso de los principales santos varones venerados por la Orden de los Canónigos Premostratenses tallados por maestros del bajorrelieve en madera de los talleres de Amberes.

El símbolo de la santidad suele ser el nimbo en sus diversas formas aunque el complemento del arma homicida indica que el santo ha alcanzado su santificación por la vía rápida del martirio. Si bien la palma del martirio en la mano puede a veces bastar. En cuyo caso el bonete podría prevalecer sobre la aureola

Sillería del coro. Grimbergen. Foto R.Puig

Sillería del coro. Grimbergen. Foto R.Puig

Para Grimbergen se tallaron varios nimbos de tipo radiante como el del canónigo a la derecha de la imagen anterior o este de San Norberto (circa 1080 – 1134), fundador de la Orden Premonstratense.

Sillería del coro. La santidad irradia. Grimbergen. Foto R.Puig

Sillería del coro. La santidad irradia. Grimbergen. Foto R.Puig

Rayos aguzados, o también en apretado abanico, para simbolizar quizás la densidad de la sabiduría que caracteriza a un varón llamado a tareas de gobierno de su orden.

Sillería del coro. La luz del santo sabio.. Grimbergen. Foto R.Puig

Sillería del coro. La luz del santo sabio.. Grimbergen. Foto R.Puig

Los párpados cerrados son una variante que añade el aditamento de la profunda meditación. Se complementa en este caso con el símbolo de un corazón traspasado de dolores. Los sacrificios y la penitencia o la aceptación silenciosa y humilde de los males físicos o de las ofensas es también parte del via crucis del cristiano.

Sillería del coro. La santidad luminosa. Grimbergen. Foto R.Puig

Sillería del coro. La santidad luminosa. Grimbergen. Foto R.Puig

Goethe en su novela Las afinidades electivas (Die Wahlverwandtschafen), a propósito de una colección de imágenes antiguas de un joven arquitecto escribe lo siguiente:

De todas aquellas figuras sólo se desprendía la esencia más pura, de todas se podía decir que eran cuanto menos buenas, si no nobles. Un sereno recogimiento, la aceptación gustosa de un ser supremo, la entrega callada al amor y la esperanza se reflejaba en todos los rostros y en todos los gestos.

Traducción de Helena Cortés Gabaudan, Alianza Editorial, Madrid 2008, pág. 178

La idea que, más de cien años después de la talla de estos rostros, así formula Goethe  no rompe la continuidad estética entre los escultores de Amberes y el escritor romántico, aunque ya no incorpore el toque de severidad de la pose eclesiástica tridentina. Las miradas al cielo, correspondidas desde lo alto, tampoco desentonan con un espíritu romántico avant la lettre, aunque en 1809 el amor divino se haya desplazado hacia otros amores y de las afinidades trascendentes los autores románticos se hayan deslizado hacia las inmanentes.

Naturalmente no faltan los nimbos en forma de aureola simple…

Sillería del coro. El halo de la santidad. Grimbergen. Foto R.Puig

Sillería del coro. La aureola de la santidad. Grimbergen. Foto R.Puig

Sillería del coro. El halo de la santidad. Grimbergen. Foto R.Puig

Sillería del coro. El halo de la santidad. Grimbergen. Foto R.Puig

o con rayos luminosos incluidos

Sillería del coro. El halo más los rayos de la santidad. Grimbergen. Foto R.Puig

Sillería del coro. La aureola más los rayos de la santidad. Grimbergen. Foto R.Puig

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Los confesionarios

Aquí nos encontramos con otra tradición de los templos flamencos que encontramos incluso en Suecia, adonde los artistas de Flandes exportaban sus bajorrelieves y sus retablos de altar (como ilustraremos otro día). En las tallas de confesionarios como los de Grimbergen se entreveran las figuras simbólicas femeninas con las de las virtudes u otras de sentido penitencial, las de los santos del tiempo apostólico y de los Padres de la Iglesia.

Estas tallas son de Hendrik Frans Verbrugghen (Amberes 1654 – 1724) y fueron realizadas en 1718.

Confesionario de "Dios el Padre". Grimbergen. Foto R.Puig

Confesionario “de Dios el Padre”. Grimbergen. Foto R.Puig

El confesionario llamado “de Dios Padre” recibe este nombre del  tondo central con el relieve del Padre Eterno. Entre sus esculturas femeninas de tamaño natural destaca la de Santa María Magdalena con la cruz en los brazos y el vaso de perfume a los pies. La precede la Fortaleza y le siguen el Hijo Pródigo (con un jabalí a sus pies). Al final, a la derecha, la Mansedumbre.

Confesionario Dios el Padre. La mansedumbre. Grimbergen. Foto R.Puig

Confesionario “de Dios el Padre”. La Mansedumbre. Grimbergen. Foto R.Puig

Ilustro aquí otro de los cuatro confesionarios. El nombre que se le ha dado lo traduciría libremente como Nuestra Señora del Amor Hermoso (Onze Lieve Vrouw) o más literalmente como Nuestra Dulce Señora, título que alude al bajorrelieve de su tondo central.

Confesionario de Nuestra Dulce Señora. Grimbergen. Foto R.Puig

Confesionario “de Nuestra Dulce Señora”. Grimbergen. Foto R.Puig

De izquierda a derecha aparecen la Inocencia (una ingenua doncella), San Pedro (con la cruz al revés, la llave y el gallo), San Jerónimo (con el león del desierto a sus pies y golpeando su pecho con una piedra) y la Amargura (una anciana estéril que porta en su mano izquierda un flagelo y a sus pies una garza).

Confesionario de Nuestra Dulce Señora. La Amargura. Grimbergen. Foto R.Puig

Confesionario de Nuestra Dulce Señora. La Amargura. Grimbergen. Foto R.Puig

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Mayores amarguras

Memorial de las víctimas de Dutroux. Rik Poot. Grimbergen. Foto R.Puig

Memorial de las víctimas de Dutroux. Rik Poot. Grimbergen. Foto R.Puig

En la plaza, al costado de la iglesia, hay otra estatua que representa amarguras mucho mayores. Es un pequeño monumento en bronce, memorial contra el olvido de las seis niñas y adolescentes víctimas de abusos sexuales del pederasta Marc Dutroux entre 1995 y 1996, a las que torturó y finalmente asesinó.

Memorial de las víctimas de Dutroux. Rik Poot. Grimbergen. Foto R.Puig

Memorial de las víctimas de Dutroux. Rik Poot. Grimbergen. Foto R.Puig

Esas amarguras no son simbólicas.

Pías vanidades 

Los premonstratenses no olvidaron dejar su “árbol genealógico”, a modo de un árbol de Jesé cuyo ADN se supone que es sólo espiritual, en un grabado que se puede ver (con lupa) en esta Iglesia Abacial.

El árbol genealógico de los Premonstratenses. Grimbergen. Foto R.Puig

El árbol genealógico de los Premonstratenses. Grimbergen. Foto R.Puig

Árbol genealógico de los Premonstratenses. San Norberto en la base. Grimbergen. Foto R.Puig

Árbol genealógico de los Premonstratenses que brota de San Norberto. Grimbergen. Foto R.Puig

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Me despido de este suntuoso templo, que diseñó un arquitecto de la propia orden premonstratense, Gilbertus van Zinnik, y de sus pompas y sus glorias, no sin levantar mi mirada a las alturas de su extraordinario transepto.

Transepto de la Iglesia Abacial de Sint Servatius.Grimbergen. Foto R.Puig

Transepto de la Iglesia Abacial de Sint Servatius.Grimbergen. Foto R.Puig

El día anterior había visto yo una imagen parecida en Bruselas, en la exposición al aire libre del Parc Royal de la colección de los clichés de los fotógrafos de guerra alemanes durante la ocupación de Bélgica entre 1917 y 1918, que el Instituto Real del Patrimonio Artístico recuperó. (Todas las fotos que a continuación muestro son del IRPA y las he tomado de los murales de la exposición Los clichés alemanes, 1917-1918)

El transepto de la Catedral de Nuestra Señora en Amberes. Theodor von Lupke 1917.

El transepto de la Catedral de Nuestra Señora en Amberes. Theodor von Lupke 1917.

En realidad la del fotógrafo alemán es apabullante. Tenían las cámaras y las ópticas más avanzadas de la época para captar todos los monumentos, edificios y obras de arte del país invadido.

La recolección fotográfica del ocupante se constituyó con una intencionalidad política espuria y sesgada, para captarse la benevolencia de los historiadores del arte belgas y arrimar el ascua a su sardina pangermánica; es decir: tratar de encontrar el máximo posible de influencia teutónica en el arte y en la arquitectura belga. Cuando, si se mira bien, en la historia del arte las influencias discurrieron en gran medida en sentido contrario, en especial a partir de fines de la Baja Edad Media. Pero su valor es grande, desde un punto de vista fotográfico y como documentación histórica.

No sólo captaron lo que estaba en pie, sino también lo que habían bárbaramente destruido.

La biblioteca de Lovaina quemada por el ejército alemán en 1914. Foto de Richard Hamman 1918.

La biblioteca de Lovaina quemada por el ejército alemán en 1914. Foto de Richard Hamman 1918.

Esta foto se tomó para decir con absoluto cinismo que la biblioteca de la Universidad de Lovaina aún podría reconstruirse. Toda su extraordinaria colección de manuscritos, incunables y libros irrecuperables la habían quemado a propósito el 29 de agosto de 1914, junto con la rica arquitectura y decoración barroca interior

Así era también el castillo Prinsenhof de Grimbergen en 1918

Castillo Prinsenhof. Grimbergen. 1917

Castillo Prinsenhof. Grimbergen. Foto de Paul Becker 1917-18

Así quedó tras su voladura por el ejército alemán, que lo había utilizado como depósito de municiones, en su retirada al final de la Segunda Guerra Mundial.

Castillo Prinsenhof. Grimbergen. Ruinas

Castillo Prinsenhof. Grimbergen. Ruinas

El Palacio Granvela de Bruselas no lo destruyeron los alemanes…

Palacio Granvela. Bruselas. Foto Theodor von Lüpke. 1918.

Palacio Granvela. Bruselas. Foto Theodor von Lüpke. 1918.

Esta palacio de 1550 en estilo renacentista italiano lo demolió el gobierno belga en 1931 y lo reemplazó en 1954 – 1958 con la Galería Ravenstein, edificio clasificado en el 2009.

Con el tiempo, este tipo de sustituciones (precedidas de demoliciones) dieron origen al término bruselización para designar una tendencia urbanística que ha afectado durante décadas al casco histórico y a la arquitectura del centro de Bruselas.

Aquí estuvo el palacio Granvela de Bruselas

Aquí estuvo el palacio Granvela de Bruselas

Pero hay una foto magnífica que el fotógrafo militar alemán tomó de Tournai y de su catedral desde la torre de la iglesia de Saint Brice que, por lo que sé, podría seguir tomándose sin que se apreciasen demasiadas desapariciones.

Catedral y centro de Tournai. Theodor von Lüpke 1918

Catedral y centro de Tournai. Theodor von Lüpke 1918

En esta exposición he descubierto además que durante el periodo aciago de carestía de alimentos que, desde fines de 1914 hasta la derrota de Alemania, padeció la población belga a causa de la suspensión por el ejército ocupante del aprovisionamiento de la población civil funcionó un Comité Nacional de Socorro Alimentario…

Sede del Comité de Socorro Alimentario en Gante. Foto anónima. 1917-18.

Sede del Comité de Socorro Alimentario en Gante. Foto anónima. 1917-18.

y que, enmarcado en este Comité, funcionó un Comité Hispano Neerlandés para la Protección del Avituallamiento.

Comité Hispano Neerlandés para la Protección del Avituallamiento

Comité Hispano Neerlandés para la Protección del Avituallamiento

España no intervino en la Primera Guerra Mundial, pues optó por mantenerse neutral. Pero los lazos que siempre han mantenido españoles y belgas se concretizaron en esta acción solidaria.

Ahora, cuando ambos países son castigados por el mismo terrorismo fanático creo que esta solidaridad debe traducirse en toda la cooperación necesaria para combatir esta plaga, sin que se aprovechen estas tragedias para finalidades políticas estrechas.

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Enmendando un olvido

Se me han quedado en el tintero algunas imágenes de una etapa previa a la de Grimbergen y Bruselas. Después de dejar Troyes viajé desde las tierras de la Champagne para de nuevo visitar a buenos amigos belgas que viven en Barbençon y Beauraing.

Así que acabaremos con los tonos de los campos de Bélgica a finales de julio

Camino a Barbençon. Mi bólido. Foto R.Puig

Camino a Barbençon. Mi bólido. Foto R.Puig

Camino a Barbençon. Foto R.Puig

Camino a Barbençon. Foto R.Puig

Entrando en Bélgica desde Champagne. Foto R.Puig

Entrando en Bélgica desde Champagne. Foto R.Puig

Campos de Barbençon. Foto R.Puig

Campos de Barbençon. Foto R.Puig

Alrededores de Barbençon. Foto R.Puig

Alrededores de Barbençon. Foto R.Puig

Paseo campestre por Barbençon. Foto R.Puig

Paseo campestre por Barbençon. Foto R.Puig

Moras en julio en Barbençon. Foto R.Puig

Moras en julio en Barbençon. Foto R.Puig

En España recuerdo que, cuando yo era chico, recogíamos las moras a principios de setiembre… Ahora, con estos cambios del clima, no lo sé.

¿Hay alguien que me lo diga?

 

 

 

 


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