El Pirineo Oscense. Foto R.Puig
Me había quedado a las puertas de los museos de La Haya (me refiero al paréntesis abierto el 6 de setiembre en este blog). Entretanto ya había agotado mis vacaciones en España y, después de pasar por Francia, Bélgica, Alemania y Dinamarca, ha transcurrido ya una semana tras mi retorno a Gotemburgo.
El viaje de vuelta empezó por Jaca, así que acabé diciéndome: ¿quién me impide empalmar Jaca con La Haya?
En eso estamos hoy.
San Juan de la Peña. Claustro. Foto R.Puig
Dicen que la fe mueve montañas, pero lo que ocurrió por las cercanías de Jaca allá por los comienzos del último milenio fue que unos cenobitas, como no conseguían moverlas, optaron por cobijarse bajo una de ellas, en lo que se convirtió en el monasterio de San Juan de la Peña.
Un lugar para morir en paz. San Juan de la peña. Foto R.Puig
Aunque le disputa su antigüedad la más vieja muestra de románico lombardo, que está en Santa Cruz de la Serós.
Iglesia de Santa María. s.XI. Santa Cruz de la Serós. Foto R.Puig
Me refiero a la sencilla Iglesia de Santa María, a los pies de la montaña que sobrevuela aquel que al principio debió de ser algo así como un eremitorio troglodita.
Nidos de buitres leonados en la subida a San Juan de la Peña. Foto R.Puig
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Jaca
Catedral de San Pedro. Jaca. Entrada principal. Foto R.Puig
A finales del siglo XI la catedral de Jaca abría sus puertas a los fieles, gracias al trabajo de los constructores y artistas francos que trajeron las técnicas y las ideas del románico lombardo que, en su vertiente pictórica, ilustró con numerosos frescos las iglesias de los pueblos de la región.
Catedral de San Pedro. Jaca. Fachada lateral. Foto R.Puig
Es en el Museo de la Catedral donde he hecho acopio de algunas fisionomías que en su candidez nos hablan de los artistas anónimos que cubrían el interior de los templos de escenas de la historia sagrada.
En el museo de la catedral de Jaca. Los frescos de Bagüés. s.XI. Foto R.Puig
Eran estas, con las diversas prédicas de sus párrocos, las únicas fuentes de acceso a las historias bíblicas del pueblo llano que no entendía el latín y a quienes se podía contar lo que cada predicador quisiera.
A través de las imágenes de este magnífico museo puedo llegar hasta el siglo XVI. Así que me he permitido hilvanar una crónica que no pretende sentar cátedra alguna, sino recoger una evolución a través de varias muestras admirables enlazando con algunas colecciones más al norte. Ya habrán entendido que me estoy refiriendo a tres museos de La Haya que me había dejado en el tintero.
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El Mauritshuis.
Una sala del Mauritshuis. Foto R.Puig
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La Galería de Guillermo V.
Sala principal. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig
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La colección de Abraham Bredius en el museo que lleva su nombre.
Abraham Bredius por A. van Welie. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig
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Deambulemos pues -con las limitaciones y la modestia que esta breve selección de viajero imponen- “a través de la espesura de los siglos”. Es evidente que mis divagaciones pretenden emular a ningún historiador del arte.
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Siglo XI
Mi cosecha de fisionomías comienza por Aragón hace mil años poco más o menos.
Discípulo. Fresco. Iglesia de los Santos Julian y Basilisa. Bagüés. Zaragoza. s.XI. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
Comienzo por un discípulo de Cristo, no se sabe si enternecido o entristecido, o ambas cosas a la vez, que un pintor anónimo diseñó en una de las primeras manifestaciones de “tebeo evangélico” sobre los muros de una iglesia de España.
En el mismo templo, el mismo artista o un colega de su taller, nos dejó esta imagen del buen ladrón, quien, a pesar de sus brazos quebrantados, está ya experimentando la serenidad de los bienaventurados, observado por quienes podrían ser o los alguaciles que lo vigilan o los encargados de certificar su muerte, que, por lo fresco que se muestra, todavía va para largo.
Buen ladrón. Fresco de la Iglesia de los Santos Julián y Basilisa. Bagüés. Zaragoza. s.XI. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
La moraleja para los fieles podría ser: “la muerte no duele si nos lleva al cielo”.
No así -¡ay de los traidores!- la que sabemos le aguarda a Judas, que cierra los ojos para no ver la expresión entre inquisitiva y amarga del Maestro a quien entrega.
Beso de Judas. Fresco. Iglesia de los Santos Julián y Basilisa. Bagüés. Zaragoza. s.XI. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
Creo que la Iglesia de Bagüés es una muestra de lo que yo llamaría el “expresionismo románico”. No hay tiempo aquí para abundar en un trabajo comparativo con el expresionismo del s.XX, en particular el alemán, por no referirnos al mimetismo arcaizante del arte religioso intencionalmente buscado en la segunda mitad del siglo XX.
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Siglo XII
Dando un salto al siglo siguiente, y siempre por los pueblos del pirineo aragonés, seguimos en el Gólgota, uno de los temas más tratados del arte religioso occidental.
Observen cómo se expresa la actitud de llanto, preocupación y duelo, de estas dos santas personas. No sé bien si el dorado del aura de una de las figuras sirve para introducir una distinción con la blanca de la otra. No creo que sea por la falta de pigmento, pues abunda el oro en la característica banda de color del románico que sirve de fondo en armonía con el azul y el granate de sus túnicas.
Calvario. Detalle. Fresco de la Iglesia de Santa Eulalia. s.XII. Susín.Huesca. s.XII. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
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Si los anteriores eran personajes casi gemelos, estos dos simpáticos apóstoles, aunque bien envueltos sus rostros en el oro de la santidad, al menos se distinguen por la barba o su ausencia, que quiere señalar una diferente edad, y por el tratamiento de sus ropas.
Apostoles. Fresco de la iglesia de San Juan Bautista. Ruesta. Zaragoza. s.XII. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
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Colores y facciones se repiten, pero perfeccionados por el relieve y las posibilidades que ofrece la talla y la policromía, en esta fascinadora mujer, que rompe con patrones al usos y parece en su mirada expresar el recuerdo o la imagen que el artista tiene en mente, referidas a personas de carne y hueso.
Virgen Madera policromada. Detalle. Parroquia de Artieda. Zaragoza. s.XII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig
Estamos en el siglo XII. ¿Acaso exagero y soy yo el que proyecta sus ideas? En todo caso, a mí me parece que este rostro sobre todo piensa fijamente en algo.
En cambio, este Cristo ya se ha ido y está ahí para que lo pensemos nosotros.
Cristo crucificado. Madera de nogal. Catedral de Jaca s.XII. Museo Catedralicio. Foto R.Puig
Aunque, reflexionando bien, (los expertos me lo podrán decir) ¿eran aún inquisitivos sus ojos cuando conservaba la policromía? ¿Miraba hacia abajo a los fieles arrodillados para interpelarles por sus pecados?
Cristo crucificado. Madera de nogal. Detalle. Catedral de Jaca. s.XII. Museo Catedralicio .Foto R.Puig
“¡Mirad lo que me habéis hecho!” ¿Escucharían esta frase de predicador de Viernes Santo los penitentes, contritos y postrados de hinojos?
Cristo crucificado. Madera de nogal. Detalle. Catedral de Jaca s.XII. Museo Catedralicio.Foto R.Puig
En cualquier caso ¡ya quisieran tallar así nuestros contemporáneos modeladores de resinas industriales!
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Siglo XIII
Cien años después, también los ojos entreabiertos de este otro Cristo parecen mirar hacia una tierra que ya se está nublando, mientras sus enorme orejas quieren captar alguna respuesta del Padre, por encima de la tormenta que ya se cierne sobre el monte de la Calavera, mientras el crucificado está a punto de encomendar su espíritu.
Cristo en cruz. Madera policromada. Detalle. Iglesia de Ardisa. Zaragoza. s.XIII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig
El escultor se ha atrevido con la talla virtuosa de la barba. Ello indica que estamos a las puertas del estilo gótico, que ya apuntaba en los arcos de las iglesias de la comarca del río Gállego y en las posturas de las figuras de sus iglesias.
Cristo en cruz. Madera policromada. Detalle. Iglesia de Ardisa. Zaragoza. s.XIII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig
Virgen del Pueyo. Madera policromada. Acumuer. Huesca. s.XIII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig
La imagen de la Virgen del Pueyo, con la granada en la mano, símbolo de fecundidad, es de la primera mitad del siglo XIII. Mantiene las formas románicas, pero con un mayor naturalismo y alterando las simetrías de las etapas precedentes.
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María y el niño. Fresco de la Iglesia de la Asunción. Navasa. Huesca. ca. 1200. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
Algo parecido podríamos decir de esta Theotokos y del Rey Mago que se acerca a su hijo con su ofrenda en la Iglesia de la Asunción de Navasa, construida en el siglo XII y decorada a principios del XIII.
Rey Mago. Fresco de la Iglesia de la Asunción. Navasa. Huesca. ca.1200. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
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Siglo XIV
Ya en tiempos de la transición al estilo gótico (Urriés) o al gótico lineal (Sorripas) seguimos con frescos que narran historias del Antiguo Testamento y con grupos de soldados armados de hachas y protegidos con sus cotas de malla, que recuerdan a los combatientes de la infantería sajona en las colgaduras bordadas del enorme friso textil de Bayeux, dos siglos anterior a estos frescos.
Soldados armados. Fresco de la Iglesia de San Esteban. Urriés. Zaragoza. s.XIV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
Sin que falten las escenas del Nuevo Testamento
Noli me tangere. Fresco de la iglesia de San Andrés. Sorripas. Huesca. s.XIV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
U otros de intención catequística y de prédica moral, que escenifican los vicios y pasiones que nos devoran como mostruos feroces
La Ira. Fresco de la iglesia de San Miguel. Sieso. Huesca. s.XIV Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
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Siglo XV
Sin casi darnos cuenta hemos llegado al siglo XV para empalmar Jaca con La Haya.
Podemos así comparar el arte de los pintores que trabajaban en la próspera corte de Aragón con lo que hacían sus colegas de los burgos de los Países Bajos.
San Juan Bautista y familia de donantes ante la Virgen y Jesús. Detalle.Ermita de Ipas. Huesca. s.XV. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig
En el naturalismo de estos frescos se nota la evolución, así como se manifiestan los mecenazgos de las burguesías locales y la pequeña nobleza. Aparecen los donantes junto a las imágenes que los feligreses debían venerar, impetrando el favor divino y a su vez esperando obtener el reconocimiento de su rumbosidad. Hoy se les llama sponsors.
San Juan Bautista y familia de donantes ante la Virgen y Jesus. Detalle.Ermita de Ipas. Huesca. s.XV. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig
Tampoco se le privaba a San Sebastián de atuendos de cardenal o del papel de rico personaje.
San Sebastián. óleo sobre tabla. Detalle. Iglesia Parroquial de Sorripas. Huesca. s.XV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
La segunda tabla, pintada al óleo, fue robada en la iglesia de Piedratajada en 1975 y recuperada en el 2013. Estaba esperando comprador en una galería de Londres.
Ahora el santo parece echar de menos sus cursos de inglés.
San Sebastián. Óleo sobre tabla. Iglesia de Piedratajada. Zaragoza. s.XV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
También abunda el pan de oro en las siguientes tablas
Retablo de la Virgen . Detalle. s.XV. Iglesia de Concilio.Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
Confieso que estos rostros del siglo XV son mis favoritos de la cosecha del museo de Jaca, junto a los primeros, los del siglo XI.
Retablo de la Virgen . Detalle. s.XV. Iglesia de Concilio.Museo Catedralicio Jaca. Foto R.Puig
Ellas con sus hermosas trenzas o su boca de piñón y… !sus cejas en trance de cicatrizar!
Retablo de la Virgen . Detalle. s.XV. Iglesia de Concilio. Museo Catedralicio Jaca. Foto R.Puig
Él con su aire de primero de la clase
Retablo de la Virgen. Detalle del niño Jesús. s.XV. Iglesia de Concilio. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
Aunque creo que les supera la natural dulzura de esta pareja de madre e hijo. Es el primer cuadro firmado de esta selección por Juan de la Abadía el Mayor. Ella pensando en cómo llegar a fin de mes (se me hace que la modelo era madre soltera y en el paro) y el niño, sabio ya para sus pocos años, susurrando “madre, no te preocupes que yo ya puedo trabajar en lo que sea”
Virgen con el niño. Temple sobre tabla Juan de la Abadía el Mayor. Sorripas. Huesca. s.XV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig
Pero ha llegado Hans Memling desde La Haya y me ha sacado de mis elucubraciones, pues el retratado no deja lugar a la ensoñación. Es alguien muy concreto, sólido y portante. Nada menos que un enérgico miembro de la familia Lespinette, nobles franceses, cuyo altivo escudo de armas está en el reverso de la tabla.
A pesar de sus manos juntas en actitud de donante, lo que dice de verdad es “¡ojo! ¡conmigo no se bromea!”
Retrato de un hombre de la familia Lespinette. Hans Memling. 1485 a 1490. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig
Escudo de la familia Lespinette
En el blasón del caballero hay algo que habla ya de un cambio de siglo.
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Siglo XVI
Me queda aún una escultura del renacimiento español de la catedral de Jaca, que nos vincula todavía a historias sagradas. Si bien el aire de realidad que tiene esta abuela de Jesús tiene ya algo plenamente terrenal. Se la ve atribulada por las cosas de aquí abajo más que por las cosas del cielo.
Santa Ana con su hija María y su nieto Jesús. Detalle. 1521. Catedral de Jaca. Foto R.Puig
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Los demás son retratos de nobles, cortesanos y burgueses de tierras del norte europeo. Los ordeno cronológicamente por la fecha en la que fueron pintados.
Floris van Egmond por Jan Gossaert. 1519. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
El protagonista de este cuadro del Mabuse está absorto en sus preocupaciones, posiblemente pensando en qué será de su destino tras la reciente muerte del emperador Maximiliano. A lo mejor ya está barajando cómo mantener los privilegios ya alcanzados, cómo ganarse también los favores del sucesor, Carlos V. Sabemos que le fue bien, el nuevo patrón le hizo jefe de su caballería.
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Podrán apreciar que, salvo tres excepciones, mi muestra la dominan los retratos de Hans Holbein el Joven.
Retrato de una dama del sur de Alemania. Hans Holbein el Joven. 1520 a 1525. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
Yo no sé si el joven Hans estaría enamorado de la dama, pero la pintó como si así fuera
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Robert Cheseman por Hans Holbein el Joven. 1533. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
El jefe de reclutamiento de las tropas de Enrique VIII parece estar pensando de dónde sacar el dinero para contratar a tanto combatiente. Al parecer ese problema lo resolvió bien Thomas Cromwell, cuando puso a tributar a los ricos monasterios del Reino, si es que no los expropiaba.
Elisabeth Bellinghausen por Bartholomäeus Bruyn I. 1538 a 1539. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
Esta hermosa muchacha de la alta sociedad de Colonia tuvo suerte de no haber estado en la Corte de Enrique VIII. El pintor, en un estilo influido por Holbein, recogió con maestría su mirada adolescente.
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Muy joven era también Jane Seymour cuando, ella sí, cayó bajo las miradas de Enrique VIII. En todo caso no murió descabezada como su predecesora, sino como consecuencias del parto.
Quien lamentó aquel matrimonio y aquella muerte fue Thomas Cromwell que en silencio pensaba en ella como la esposa ideal para su hijo Gregory, quien en todo caso acabaría casándose con la hermana. La pobre Jane está enterrada junto a su real esposo, como premio de consolación post mortem por haberle dado su único heredero varón.
Jane Seymour por Hans Holbein el Joven. 1540. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
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El siguiente, parece ser un honesto y trabajador noble halconero, siempre con ese signo de distinción que tenía por entonces el gesto de sostener a la rapaz en el retrato. En mucho más, salvo por su barba un tanto hipster avant la lettre, no parece que descuelle el personaje, que fue retratado sin excesivo entusiasmo y con esa fidelidad inexorable de Holbein
Noble con halcón por Hans Holbein el Joven. 1542. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
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Retrato de Steven van Herwijck. Anthonis Mor van Dashorst. 1564. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
El retrato de este escultor holandés, grabador y virtuoso cincelador de medallas, parece reflejar la inquietud de quien soporta una enorme carga de trabajo, con poco tiempo para posar, debido a los encargos apremiantes de los nobles de la Corte de Inglaterra, en donde fue retratado por Antonio Moro. Moriría en Londres tres años más tarde, diría yo que de un infarto, víctima de esa tensión que se refleja en el lienzo.
Estrés me va a producir a mí también esta entrada, si sigo comentando uno a uno todos los cuadros. Así que en los del siglo por excelencia del retrato barroco les voy a dejar que los glosen ustedes mismos, pues las obras hablan con su propia elocuencia.
Aunque algún comentario se me escapará…
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Siglo XVII
Rubens
Anciana y niño. Rubens 1616 a 1617. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
Dicen que este cuadro lo guardó siempre Rubens consigo, o bien porque le traía algún recuerdo o porque lo usaba como modelo para los discípulos de su taller.
En cuanto al aire bonachón y tranquilo del dominico que aparece a continuación, las apariencias engañan, pues estuvo metido en todos los conflictos de su tiempo entre católicos y protestantes, entre españoles y holandeses. Salvó su cabeza en una ocasión y como obispo tuvo que pasar hasta por tres diócesis.
Michael Ophovius por Rubens. 1615 a 1617. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
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De los retratos de mujer de Rubens, poco podría yo decir que no esté repetido…
Rubens. Retrato de dama. Detalle. Años 20 del s.XVII. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig
A mí, ésta hica me parece particularmente alegre y confiada
Rubens. Retrato de una joven. Años 20 del s.XVII. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig
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Lo era también Helena Fourment, su segunda mujer y musa preferida, cuando se caso a los 16 años con el pintor en sus 53. A ella la hizo protagonista de sus cuadros infinidad de veces, pero esta es otra historia, la de aquella cuya belleza exaltaron su contemporáneos como la de una nueva “Helena de Troya”.
No obstante, es lógico que retratase también a sus cuñadas, ya que Helena tenía seis hermanas, entre las cuales, se cuenta posiblemente la que aquí aparece retratada, justo el mismo año en que Rubens se casaba con la pequeña.
Posible retrato de Clara Fourment. Rubens 1630. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
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Del siguiente, no diré nada, pues es de dudosa identificación. Pero veo que cuidaba su bigote y estaba orgulloso de ello, así como de su golilla bien almidonada. Parece preocupado por adoptar la pose correcta ante el famoso maestro y, además, creo que se ha peinado en modo de tapar su incipiente calva.
Posible retrato de Peter van Hecke. Rubens 1630. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig
Rembrandt
Seguimos con el autorretrato de un alumno aventajado del bachillerato artístico, en actitud marcial a poco de concluir la mili.
Autorretrato. Rembrandt 1629. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
Por el contrario el hombre que posa aquí ha concluido esa otra milicia que dicen los ascetas es la vida y se ha convertido en ofrenda involuntaria para la Ciencia, como muerto no identificado y material inerte para las clases de anatomía del Dr.Tulp
Clase de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp. Rembrandt 1632. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
Y aquí están de nuevo aquellos que observaban atentamente los movimientos del bisturí del ilustre galeno en su lección de disección anatómica, mientras Rembrandt esbozaba con rapidez la obra maestra que le llevaría a la fama.
¡Así pintaba ya a los veintiséis años !
Expectantes. Foto R.Puig
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Este rostro de Cristo como un joven rabino bondadoso merece ser de Rembrandt y sólo hace poco ha comenzado a discutirse algo su autoría.
Jesucristo segun Rembrandt o su taller. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig
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El soldado que ríe sí que se le adjudica con certeza y también es de su etapa juvenil.
Hombre riendo. Rembrandt 1629 a 1630. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
No sé mucho sobre la vida que llevaba el pintor en sus años mozos, pero el modelo parece estar delante de él en alguna juerga de taberna. De hecho está captado con rápidas pinceladas de impresionista, casi en vivo y en directo (al menos el apunte previo debió ser un esbozo rapidísimo).
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En cambio pienso que estos “dos moros”, un poco intimidados, quien sabe si trabajadores esclavos de algún holandés adinerado, posaron ante él sin prisas. El cuadro rezuma la empatía del pintor hacia los dos retratados, hombres desplazados en tierra de frío y nieblas desde algún país de África.
Sé que en relación con este cuadro existe un texto de Marguerite Yourcenar dentro del volumen de sus ensayos En pèlerin et en étranger, pero no he podido consultarlo.
Dos moros. Rembrandt 1661. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
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El pintor ya mayor, poco antes de morir, nos mira y guarda sus secretos y sus melancolías
Autorretrato. Rembrandt 1669. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
Otros
La princesa no está triste
Ernestine Yolande princesa de Ligne por Jan Anthonisz van Ravesteyn 1618. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
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Es difícil escapar a esta mirada que nos ha dejado Anna.
Anna Wake. Van Dyck. 1618. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig
Su marido era comerciante en telas y el retrato completo de su esposa paree un figurín publicitario de sus más rico muestrario, por eso es mejor observarla a ella así, aislada del boato de los rasos en que estaba envuelta cuando posó para Van Dyck. Nosotros no podemos escapar a su mirada, quizás porque ella tampoco puede huir de su jaula de damascos y terciopelos.
Como supongo que era difícil escapar a la vigilancia y planificación de la vida cotidiana de la esposa del poeta y humanista Constantijn Huygens, padre del famoso científico Christiaan Huygens.
Al menos esa impresión me produce su forma de observar al pintor que les retrata.
Retrato de Constantijn Huygens y Suzanna van Baerle. Jacob van Campen 1635. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig
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En cambio la esposa de Jan de Baen tiene una mirada tristísima y parece haber llorado mucho. ¿Tendrá ello algo que ver con algún luctuoso suceso que ha afectado a la niña cuyo retrato nos muestra? ¿O será sólo el efecto de sus mala salud?
Autorretrato de Jan de Baen con su mujer y su hija en un medallon. s.XVII. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig
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Mucho más sanos y optimistas me parecen estos dos jóvenes, también en esa edad en que nuestros aspirantes a pintor acaban su bachillerato artístico
Autorretrato de Samuel Dirksz Van Hoogstraeten a los 17 años. 1644. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig
Autorretrato de un joven pintor. ca. 1660. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig
El primero fue hijo de pintor y llegó a ser un teórico del Arte (“Introducción a la Academia de la Pintura” o el “Mundo visible”) y también poeta. Fue discípulo de Rembrandt durante un tiempo (cuya manera se aprecia en su autorretrato) y compiló los dichos del maestro.
Del segundo, desgraciadamente no sabemos nada.
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De estos dos pequeños s’i podemos pensar que se colaron en el cuadro de Cesar van Everdingen, a modo de adorables extras de un cuadro de naturaleza filosófica, probablemente también con intención política: Diógenes busca a un hombre con una linterna por las calles de la ciudad
Diógenes buscando a un hombre. 1652. Detalle. Cesar van Everdingen. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig
Diogenes buscando a un hombre. 1652. Detalle. Cesar van Everdingen. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig
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Por desgracia, esta criatura no estaba interpretando ningún papel de extra. El retrato fue encargado por unos padres desolados de la familia Valkenburg.
Retrato de una niña muerta. Johannes Thopas 1682. Detalle. Mauristhuis. La Haya. Foto R.Puig
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Siglo XVIII
Mujer tocando el laud. Philip Van Dijk. ca. 1720 a 1730. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig
Al son de las notas del laud de esta joven pongo broche final a esta crónica que ya se extiende demasiado.
El próximo domingo les contaré algo más sobre cómo, también en el curso de un milenio, se puede emigrar durante muchas generaciones de Normandía a Alicante, sin cambiar de apellido.