Para refrescar mis escasos recuerdos sobre la vida y la obra de Paul Nash (1889-1946) aproveché la última tarde en Londres para visitar la exposición antológica a él dedicada por la Tate Britain.
Acercarse a este venerable museo londinense desde la boca de metro de Pimlico, por el borde del Millbank (A3212) a la caida de la tarde, tiene el atractivo de la vista dorada del otro lado del Támesis cerca del puente de la A202; para empezar, la del propio puente y de las cinco torres que se interponen entre la estación de Vauxhall y el Támesis
o, a continuación la fortaleza del Servicio Secreto, el M16, que quizás les resulte familiar por las películas de James Bond, y que aquí les muestro acariciada por los últimos rayos del sol y reflejándose en el río
así como los siguientes edificios en la orilla del Albert Embankment (A3036)
A unos doscientos metros del puente, tras nuestro breve paseo al borde del Támesis al borde del crepúsculo, llegamos a la Tate Britain
Sólo hay que subir las escalinatas y entrar en el vestíbulo…
.
Paul Nash
Crepusculares fueron también la vida y la obra de Paul Nash (1889 – 1946), en varios sentidos. Por un lado, su baqueateada existencia coincidió con las postrimerías del dominio imperial británico, por otro, sus vaivenes para definirse como artista reflejaban la propia indecisión de la pintura británica en la primera mitad del siglo XX, tironeada entre una tradición en declive y el reclamo del modernismo desde el otro lado del Canal de la Mancha.
Nash ya era un notable dibujante, acuarelista, artista gráfico, de inspiración simbolista y romántica, y surrealista avant la lettre al principio de la década de 1910. El mundo vegetal y el paisaje son sus lugares preferidos, en los que, salvo para algunos rostros femeninos etéreos y prerrafaelitas, la figura humana es mínima. Nunca descolló en la representación de las formas humanas. pero los árboles asumen, en una especie de transposición mística, el papel del ser humano.
Más tarde, en los años de la Segunda Guerra Mundial, recobrará en sus lienzos al óleo los tonos de las acuarelas de las dos colinas de Wittenham de antes de la Gran Guerra y la perspectiva aérea que había en sus paisajes de aquellos años
.
Los desastres de la guerra
Las circunstancias inmundas de la I Guerra Mundial hicieron, a pesar suyo, que Paul Nash saltase a la primera plana de la vida artística británica con ocasión de las matanzas y la destrucción, de unas dimensiones inéditas, en los frentes europeos
.
Paul Nash trabajaba como ilustrador y grafista, de inspiración romántica y prerrafaelita, cuando los tratados de 1839, que garantizaban la neutralidad de Bélgica y la inviolabilidad de su territorio, fueron pisoteados por una de las potencias firmantes, Alemania, que agredió e invadió el plat pays para atacar más fácil y rápidamente a Francia.
Inglaterra, por motivos de legalidad internacional y por sus propios intereses estratégicos al otro lado del Canal de la Mancha, entró en la guerra en agosto de 1914. Nash se alistó en servicios en el ejército, prestando servicios en el territorio de Inglaterra. Pero en 1916 se produce el desastre de la Somme y es enviado en febrero de 1917 al saliente de Ypres, en la línea del frente por el momento estabilizada. En mayo, antes del asalto que precedió a los horrores de aquella zona, se rompió varias costillas en una caída desde un parapeto. Probablemente el ser repatriado para curarse le salvó la vida. A su vuelta a Londres, comenzó a procesar sus sensaciones.
Su acuarela de los árboles alineados tras las alambradas con las dos aves muertas, que data de su tiempo de convalecencia, ya están diciendo algo. No sólo estaban muriendo los combatientes, 539 británicos, entre otros de la Commonwealth, y franceses, que están enterrados en uno de los muchos cementerios militares en torno a Ypres, el de Poperinghe, sino también los que, fusilados por cobardía o deserción por sus propios compañeros (17 en este cementerio) quedaron marcados como tales con una C o una D en la lápida.
Los árboles pueden reverdecer, incluso tras la opresión de la alambradas, pero los hombres, una vez que la guerra los ha plantado bajo tierra, ya no vuelven.
Los integrantes del Hampshire Regiment de Nash cayeron casi todos en la carnicería que comenzó una semana después de que él fuese repatriado.
Cuando retornó al frente de Flandes lo hizo en el papel de un Artista Oficial de Guerra y lo que contempló fue el horror de la destrucción total en torno a Ypres, la aniquilación de naturaleza y hombres.
Cuando volvió a Inglaterra, enfermo de los bronquios por efecto de los gases lanzados por el ejército alemán, no le bastó el dibujo ni la acuarela, Nash comenzó a trasladar sus bocetos al lienzo. Comenzó a pintar al óleo.
En una naturaleza destruida los árboles, que eran como seres animados en su etapa de dibujo y grafismo, se presentan ahora como símbolos de la muerte no sólo del paisaje vegetal, sino también de la vida animal y humana.
He visto la más espantosa pesadilla de un país, como jamás fue concebido ni por Dante ni por Poe, indecible absolutamente indescriptible. En los quince dibujos que hice te he podido dar una vaga idea de un tal horror, aunque sólo desde dentro, y formando parte de ello, puedes llegar a sentir esta naturaleza terrible y lo que los hombres en Francia tienen que afrontar
(los hombres, “men”, son los soldados expedicionarios británicos en el frente de Flandes occidental)
Sólo el mal y la encarnación del demonio pueden ser maestros de ceremonias en esta guerra: no se percibe ni el más tenue reflejo de la mano de Dios. La salida del sol y su ocaso son blasfemas burlas del hombre; sólo la lluvia negra, que baja de una nubes heridas e hinchadas o a través del amargo negro de la noche, armoniza con la atmósfera de una tierra así. La lluvia sigue sin parar, el fango pestilente adquiere un maldito color amarillo, los cráteres de los proyectiles están llenos de un agua de un verde blancuzco, las carreteras y los senderos cubiertos por pulgadas de limo. Los negros árboles moribundos humean y sudan, y los obuses no cesan.
…
No soy ya un artista interesado y curioso, soy un mensajero que quiere devolver la palabra a esos hombres que se baten, para que llegue a aquellos que quieren que la guerra dure para siempre. Débil, inarticulado, será mi mensaje, pero contendrá una amarga verdad y ojalá les queme sus almas malvadas.
De una carta de Paul Nash a su mujer el 16 de noviembre de 1917 (BOYD, p.38)
.
La costa como lugar
Antes de apasionarse por De Chirico y de su conversión al Surrealismo continental (el Manifiesto Surrealista es de 1924) Paul Nash plasmó su visión de las costas de las Romney Marshes (las marismas de Romney)
.
Durante los años de su esfuerzo por conectar su surrealismo espontáneo y personal con el europeo y por seguir las corrientes artísticas del continente Paul Nash extraviaba su propio estilo, aunque mejoraba su técnica en la pintura al óleo. Fue el alma y el inspirador de la Exposición Internacional Surrealista en Londres en 1936, la primera en su género, donde también expuso las que consideraba sus mejores tentativas surrealistas. Aquellos trabajos exigieron mucho de él, comprometieron su economía, le dejaron exhausto y minaron su salud.
Sobre su período surrealista, se puede encontrar información y obra en el sitio oficial de la Tate Britain, donde hay un vídeo de cinco minutos que resume bien esta exposición antológica de su obra.
.
Propaganda de guerra
El Ministerio de la Guerra británico aceptó de nuevo a Nash como pintor de guerra al comienzo de la II Guerra Mundial. Tras la batalla de Inglaterra en 1940, en la que la RAF derrotó a la LUFTWAFFE sobre las costas de Inglaterra, quedaba mucha guerra por delante y a los artistas también se les pedía que participasen en el esfuerzo por levantar la moral de victoria entre la población.
Nash se incorporó, no sin renuencias y también por necesidad económica, a esta labor aunque no en el frente. Lo que el pintó fueron los residuos del frente, en este caso a partir del cementerio de los bombarderos alemanes cerca de Oxford donde estuvo tomando fotos y apuntes. Su cuadro de El Mar Muerto no sólo es una magnífica alegoría de las marejadas bélicas que azotan las orillas de la Historia y del trágico fin de los hombres y las máquinas que quieren cambiar el mundo con bombardeos. Es además un alegato contra la visión heroica de la guerra. Los restos de tanta locura yacen bajo la luna y un búho blanco sobrevuela a lo lejos los esqueletos de la industria bélica. El lienzo no gustó al Ministerio del Aire.
Tampoco les pareció bien otro cuadro, el de la batalla de Alemania, que trataba de simbolizar una inminente victoria mostrando con vívidos colores el espectáculo de columnas de humo negro y de un cielo al rojo durante los asoladores bombardeos con los que los británicos se desquitaron, en 1944 y sobre el territorio alemán, de los que ellos habían sufrido en 1940. Aunque a los que le pagaban no les gustase, se trata de un excelente cuadro de factura casi abstracta, en el que reafirmaba su vuelta a los colores de su imaginario natural, aunque en este caso los hongos no sean de los que crecen en el campo.
Por entonces sus bronquios y sus pulmones ya estaban sembrados de las secuelas de la inhalación de gases en las trincheras de Ypres. Le quedaban dos años de vida escasos.
Y es, en definitiva, al final de su vida, cuando sus paisajes reflejan de nuevo esa sensibilidad de sus dibujos y acuarelas que encontraba en los lugares naturales que él denominaba places.
De vuelta en Langley Marish Paul Nash vuelve a ser Paul Nash y sus obras finales se nutren del humus de una trayectoria vital y artística exclusivamente suya. A pesar de la precariedad y de los problemas familiares de los últimos meses de su vida, sus crepúsculos, sus lunas y sus soles, sus campos y sus árboles, al borde de la abstracción, demuestran que se ha reencontrado con sus sitios de partida.
Murió de un paro cardíaco mientras dormía. Era el 1 de julio de 1946.
La muerte, en la cual todos pensamos, creo que es la única solución al problema de cómo poder volar. Pienso que si la muerte llega a darnos esto, la muerte será algo bueno
Paul Nash, Counterpoint magazine, 1945
Referencias:
(BOYD 2007) David Boy Haycock, Paul Nash, Tate, Coll. British Artists, London 2007
Orestes Ferrara, La Guerra Europea, causas y pretextos, Madrid, Sociedad Española de Librería, Biblioteca de Ciencias Sociales y Políticas, 1917 (aprox)