En memoria de Didier Matrige
En esta segunda entrada de enero, cuando anuncian que la nieve se va a sustituir por fin a la lluvia y el paisaje va a ser más propio de lo que se espera de estas latitudes, sigo escarbando en mi biblioteca, fiel a mi afición por la historia del dibujo.
Pero, antes una poesía de Tomás Segovia (Valencia 1927 – Méjico 2011), propia de la estación.
Paseo invernal
Tomando él a su cargo
Toda la desnudez
Qué reflexivamente nos viene acompañando
Este airecillo frío
De un gris tan confortable
Y con gusto le damos por su lado
Y vamos conversando
Por una vez sin nada oscuro
Sin nada espeso que reivindicar
Contentos de abrigar entre nosotros
Tanta pulpa que hubo en nuestras vidas
Y que hoy no nos asusta
Que así se trasparente
Asomada a este clima acomedido
Que con tan reflexivo gesto
Cuida que no resbale nuestro embozo
Y en nombre nuestro se desnuda.
De “Suma y sigue” en “Misma juventud”, Valencia, Pre-Textos, 2000
DIBUJOS DEL ROSTRO HUMANO
El común denominador de los dibujos que traigo al blog no es esta vez la técnica, sino el tema: el rostro.
Sin pretender lección alguna (doctores tiene la Iglesia), sino dejándome llevar por mi capricho y mi biblioteca, respetando sólo el orden cronológico. Para lo contemporáneo, doy preferencia al dibujo español.
Dibujos de maestros clásicos
La cabeza de mujer con velo, pequeño estudio (20’5 x 17.5 cm) de alrededor de 1490, en técnica mixta, sobre base de creta negra, con trazos de punta de plata, aguada marrón y toques de blanco de plomo, lo realizó Lorenzo di Credi (1459-1537) sobre un papel previamente tintado de rosa, con la misma cuidadosa técnica del Verrocchio (1435-1488) y de otros artistas de la escuela florentina del tardo Quattrocento, como Leonardo.
Tiene todas las trazas de ser un trabajo preparatorio para un rostro de alguna de sus obras, o un material educativo para sus discípulos, en uno de aquellos cuadernos de modelos que los maestros del Renacimiento dibujaban para su bottega. De hecho, este trabajo parece haber servido de guía para muchas de las vírgenes con niño, suyas o de su taller.
De los finales del siglo XV doy un salto hacia el norte y a los principios del siglo XVII y me encapricho de un dibujo a creta con trazos de tinta y de carboncillo (en la imagen no se aprecian los trazos de sanguina y los toques de aguada en tinta marrón), de Jacob Jordaens (1593-1678), que representa a una joven con amplio sombrero.
De los motivos religiosos ideales, encargo de frailes y conventos, hemos pasado al retrato realista de la burguesía en las prósperas ciudades de Flandes. De un maestro a otro. En este caso se trata de uno de mis dibujantes barrocos preferidos.
Karel Dujardin (1622-1678) es otro artista también barroco y también flamenco, aunque murió en Venecia. El retrato de perfil de un joven de larga cabellera y gesto melancólico, está realizado con creta roja y pertenece a las colecciones de la Morgan Library and Museum, un lugar que me prometo visitar en cuanto pueda volver a Nueva York: http://www.themorgan.org/
La seguridad de trazo de este pequeño dibujo (30×20 cm) es admirable.
El dibujo de otro rostro de joven, esta vez de Tiépolo (1696-1770) es apenas un esbozo. Con una simplicidad extraordinaria y en pocos trazos, también de creta roja, logra plasmar una expresión de ansiosa premura y expectante apasionamiento en uno de los últimos dibujos de su vida
Jean-Baptiste Greuze (1725-1806) fue uno de los mejores dibujantes del siglo XVIII en Francia. Esta cabeza de joven en escorzo está realizada a la sanguina con pasmosa rapidez de trazo.
Con Greuze acabo mi selección de dibujantes de los siglos clásicos. Me queda la envidia y la sensación de que los cientos de horas de práctica que me serían necesarias para aproximarme a esos niveles de maestría no me serán servidas.
Me compensa sin embargo el placer de admirarlos.
Dibujos contemporáneos
Incluyo en la siguiente selección a dibujantes, casi todos españoles, que considerados contemporáneos ya se alejan -¡ay!- de nuestro tiempo, para vivir en los libros, en los museos y en la memoria (y en la nube digital por supuesto).
El orden cronológico corresponde al tiempo de ejecución de los dibujos. Los tomé de una vieja antología que pude consultar hace ya tres años en Roma, en la Academia de España, gracias a la amabilidad de su bibliotecaria Margarita Alonso: Maestros contemporáneos del dibujo, Madrid, Ibérica de Ediciones, 4 volúmenes (1970 a 1974)
De Picasso (1881-1973) no hace falta dar noticias. Este carboncillo de la cabeza de Fernande Olivier, cuando convivía con el pintor en Horta de San Joan en 1909, es propio del inicio de su etapa de cubismo analítico, y es uno de los tantos miles de ellos que realizó en su larga vida el artista más imitado del siglo XX.
Daniel Vázquez Díaz (1882-1969) tuvo muchos seguidores, que no imitadores, porque fue un maestro con notables discípulos. De los dibujos suyos, he seleccionado esta doble versión de Manolete, un personaje del que oí hablar en mi infancia, pues mucho lo adoraron y lloraron nuestras abuelas.
La manera de tratar y difuminar las sombras es una reminiscencia del “neocubismo” que le atribuyen como estilo.
Sigo con dos dibujos a lápiz de Aurelio de Arteta (1879-1940), quien murió, exiliado, en un trágico accidente en México cuando yo no había nacido. Fue algo así como “el pintor de Bilbao” en las primeras décadas del siglo XX, y el autor de los frescos del banco de Bilbao en Madrid. Era un artista que mi padre admiraba.
El trazo delicado parece que ayuda sutilmente a trasparentar el alma de la persona retratada.
Vuelvo al Picasso de 1937, a los rostros de dolor que reflejan el horror de nuestra guerra fratricida y que culminarán en el Guernica.
El dibujo a tinta negra sobre papel blanco está fechado el 4 de julio de aquel año y pertenece al Museo del Prado.
Un carboncillo formidable, un rostro de trabajador dibujado por José Vela Zanetti (1913-1999), otro pintor español a quien la guerra civil arrojó al exilio en América Latina durante décadas.
Volvemos Vázquez Díaz, quien no tuvo que exiliarse a América, pero tuvo un gran predicamento en Argentina. Este magnífico retrato de una actriz ruso-argentina, Berta Singerman, recoge los rasgos de una mujer hermosa que ya ha dejado atrás su juventud pero mantiene, en su altiva melancolía, la expresividad de quien está habituada a ser el centro de los focos.
El único no español de la serie, es un artista al que admiro en sus dibujos a tinta china, me refiero al italiano Renato Guttuso (1911-1989). Son trabajos de una gran fuerza, incluso de violencia expresiva, hechos sin pentimenti, donde el pincel y la pluma realizan estupendos perfiles de aguada y trazo rápidos.
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Para acabar, pido disculpas pues el dibujo que sigue es de un aprendiz… Traigo al blog, sin pretensión alguna de compararme a ninguno de los maestros anteriores, un dibujo mío al carboncillo y a la sanguina, fruto de mis clases con el pintor Didier Matrige (1961-2008) en mis horas libres vespertinas en la Academia de Watermael-Boitsfort, en Bélgica durante el curso 2007-2008.
Didier era un profesor de dibujo extraordinario y excelente pintor expresionista, a pesar de que padecía diversas dolencias físicas graves. Sus alumnos lo apreciábamos enormemente. Al morir su madre, sufrió una gran depresión, acrecentada por el poco eco de su última exposición. Debió de abandonar el tratamiento de insulina que le era totalmente necesario y, al parecer, se dejó morir antes de concluir el curso. Todos sus alumnos asistimos a la ceremonia fúnebre y a su incineración y entierro de las cenizas en Charleroi.
Creo que fui una de las últimas personas que adquirió un dibujo de Didier Matrige cuando le visité en su casa antes de su muerte inesperada. Lo conservo con afecto junto con los trazos y las acertadas correcciones suyas sobre algunos de mis dibujos de entonces.
En recuerdo de Didier Matrige, que no tuvo tiempo de seguir mi invitación de venirse conmigo a pintar a Alicante, incluyo aquí este dibujo mío, que él me alabó y que retrata a la modelo que venía al taller a posar para nosotros en sus clases. Algo debe de valer cuando le gustó.
¡Va por ti, Didier!