Para Rodolfo y Marta
Fue un monasterio construido entre los siglos XIV y XV. La Revolución Francesa y sus avatares, entre los cuales se cuentan las requisiciones de ese periodo y de las guerras napoleónicas, así como las obras que proceden de iglesias existentes o desaparecidas, más lo que la Academia de Toulouse tenía, el Louvre ha prestado y no pocos legatarios han donado, han ido constituyendo una colección imponente de obras de arte que se extiende desde los capiteles románicos del siglo XII a las obras de las primeras décadas del siglo XX. Es el monasterio-museo de Les Augustins.
Este visitante tiene, cómo no, sus preferencias, por no decir sus manías. Este recorrido las presenta por caprichoso paquetes.
Fisionomías y expresiones
Empiezo por la boca. En primer lugar una que aúlla, la de un lobo o perro de grandes fauces. Cuento hasta doce similares en posición vertical. Alguna vez tuvo su finalidad funcional, la de achicar el agua desde las cornisas de una iglesia gótica, probablemente demolida, pues creo que son sus gárgolas las que, perdida su horizontalidad, se alinean en el claustro del museo.
A su lado un grupo de aplicadas alumnas se ejercita en el arte del dibujo.
Del rostro canino a la expresión humana
Y perdonadme que no vaya ordenadamente por salas, pues la boca de los lobos me lleva a otras bocas sibilinas o proféticas.
![Jean Bauduy. s.XVI. Sibila del deambulatorio de Saint Sernin. s.XVI. Detalle. Les Augustins. Foto R.Puig.](http://ensondeluz.files.wordpress.com/2013/08/jean-bauduy-s-xvi-sibila-del-deambulatorio-de-saint-sernin-s-xvi-detalle-les-augustins-foto-r-puig.jpg?w=600&h=800)
Jean Bauduy. s.XVI. Sibila del deambulatorio de Saint Sernin. s.XVI. Detalle. Les Augustins. Foto R.Puig.
Si la memoria no me engaña no he visto antes esculturas que estén modeladas en actitud de mover los labios como estas figuras de sibilas y profetas, en terracota, provenientes del deambulatorio de la basílica de Saint Sernin, de la que hemos hablado hace bien poco.
Es bastante lógico que para el ingenuo y minucioso artista del siglo XVI una sibila ha de profetizar sibilinamente y un profeta ha de anunciarnos con su palabra el futuro. Así que sus obras, en tamaño más que natural han de mover los labios.
![ean Bauduy. s.XVI. Profeta del deambulatorio de Saint Sernin. s.XVI. detalle. Les Augustins. Foto R.Puig.](http://ensondeluz.files.wordpress.com/2013/08/jean-bauduy-s-xvi-profeta-del-deambulatorio-de-saint-sernin-s-xvi-detalle-les-augustins-foto-r-puig.jpg?w=600&h=800)
Jean Bauduy. s.XVI. Profeta del deambulatorio de Saint Sernin. s.XVI. Detalle. Les Augustins. Foto R.Puig.
Y como no hablan por iniciativa propia, sino poseídos por el Espíritu Santo, parece normal que tengan los ojos cerrados.
Por lo que se refiere a José de Arimatea los tiene entreabiertos y llorosos mientras sostiene los pies de Cristo muerto al que están envolviendo en el sudario.
También en éxtasis debía de estar esta santa teresa medieval procedente de un grupo escultórico sepulcral del siglo XIV.
Tan es así que, cuando algún sans culotte le machacó la nariz en los años del furor revolucionario, sus ojos siguieron abiertos a una visión ultramundana.
No podemos en cambio atribuirle rasgos místicos a esta bella durmiente decimonónica, viva expresión del terror en plena pesadilla.
Un dragón de voraz apetito intenta poseerla y no hay ningún arcángel que venga a librarla.
A falta de un San Jorge, el mismo San Miguel hubiese cumplido bien la tarea y devuelto la dulzura de un sueño sosegado a la bella.
Lucifer, derrotado, se rendiría a sus pies.
¿O habría hecho falta un obispo con la cruz de espantar diablos y herejías en alto, pronunciando las palabras que dictan los protocolos de los exorcistas diplomados?
Pero, en este caso, no es el cardenal Rouco y Varela con su equipo de exorcistas diocesanos quien se enfrenta a las fuerzas del diablo. No, aquí se trata del fundador de los Padres Blancos, el cardenal Charles Martial Lavigerie (1825-1892), en actitud protectora de doncellas poseídas, justo ante las mismas escaleras junto a las cuales se extiende el cuerpo sensual de la empavorecida durmiente.
La verdad es que esa escalera, llena de tentaciones sensuales, está necesitada de una aspersión diaria con hisopos de agua bendita.
La ocupan, junto a otros desnudos masculinos y femeninos, unas danzarinas provocadoras.
Así como, llegados al rellano superior, nos recibe una Diana joven y desafiante con sus ojos, esta vez bien abiertos, su mirada directa, su aplomo y un esbozo de sonrisa que es toda una profecía.
A pesar de los ciento quince años que han transcurrido desde que esta obra se esculpiese a fines del siglo XIX ¡no me diréis que su coiffure no es actual!
No faltan otras miradas femeninas que nos cautiven en las salas de pintura, de Les Augustins.
Otro ejemplo, un retrato de una niña, seguramente del XVIII, cuyo autor me escapó, que sigue ahí, atravesando el espesor de los siglos, como si su tez se iluminará con la brisa de este mismo verano.
Realismo social decimonónico
Las obras piadosas del museo no cesan de reclamar nuestra atención. La fisionomía de un devoto monaguillo, ataviado como un cardenal casi prefigura en su candor a un futuro papa en este detalle del cuadro de Alexandre Antigna (1817-1878) sobre la procesión del Corpus.
Otro Alexandre, pintor y escultor, Alexandre Falguière (1831-1900) viajaba por España a finales del siglo XIX y se fijó más bien en otras procesiones, las de nuestros desarrapados de la época, en este caso dos niños enanos con zurrón y campanilla de mendigar, a quienes retrató de acuerdo con el realismo que había puesto en marcha en Francia la pintura de Gustave Courbet (1819-1877), precedido mucho antes por nuestro Goya, por no remontarnos a Velázquez y a Murillo (tan venerado en Francia).
Quién sabe si alguno que se hizo pequeño como un niño (Jesús dixit) llegó jamás a papa.
Y, a propósito ¿sabe alguien cuál ha sido el papa más bajito de la historia? ¿No habrá sido la estatura reducida de algún papa lo que motivó el uso de la tiara papal? Es un tema de investigación que puede que hayan tratado los historiadores. Si encuentro algo lo consignaré en futuras entradas.
A la misma corriente realista pertenece este grupo familiar anonadado por la pobreza y por los desastres que sobre sus privaciones sigue acumulando ese destino que les ha dejado empantanados en medio del camino en un crudo invierno.
La muerte del caballo es un hachazo cruel de la mala fortuna. El padre, demasiado consciente de lo crítico de la situación, está abatido y son los niños los que encienden una hoguera. Otro pequeño se preocupa por el abuelo, a quien se vislumbra dentro del carromato, y corre la modesta cortina para protegerle del frío.
Aquí los niños recogen leña para la supervivencia, mientras en el cuadro anterior, del mismo pintor y del mismo año, esparcían pétalos para la procesión eucarística.
Conviene notar que este tipo de obras de la vida de la gente común, a veces dulces y a menudo patéticas, cosechaba grandes triunfos en el Salón anual de París, como reacción a la grandilocuencia de los grandes lienzos históricos del neoclásico francés.
Si la madre del pobre grupo está petrificada por la angustia con un bebé en brazos, volvamos al siglo XVI y contemplemos la talla polícroma de Notre Dame de Grasse (de gracia), una virgen joven, ataviada ricamente, que mira en una dirección, mientras el niño lo hace hacia la opuesta. Dicen que simboliza la distribución de tareas entre la Virgen y Jesús, ambos atentos a todo lo que les pidan los cristianos de cualquier lado que las súplicas vengan.
Yo lo veo de otro modo. A mí me parece que la madre está cansada (puede que el niño haya dado bastante la tabarra e incluso tenga pis en los pañales) y está pidiendo que alguien se lo coja un ratito. Al fin y al cabo, estamos en plena época de un gótico permeado de realismo y trufado de guiños familiares. Amén.
…………….
Pero, si de guiños se trata ¿qué me decís de este Herodes del siglo XII que ha perdido la cabeza y está haciéndole carantoñas a Salomé (lo que, como es notorio, hizo perder otra cabeza).
Está en la fascinante sala de capiteles románicos.
Se trata de un lugar repleto de mitología, de simbolismos y de bestiarios medievales.
Ángeles y obispos
En materia de cabezas cortadas no queda a la zaga el obispo cefaloforo (el que lleva en sus manos su propia cabeza)
ni en materia de símbolos el forzudo obispo que sostiene, doblado por su peso, el edificio de una iglesia que, potentado él, donó a su diócesis.
En reconocimiento a su munificencia lo esculpieron así, de acuerdo con una corriente iconográfica muy socorrida del medioevo, como vimos el verano pasado en Tréveris.
No quisiera aburriros. Pero es que los ángeles músicos son parte de mi safari fotográfico y de mis preferencias. Así que ahí van cuatro sin más comentarios.
¡Ah! ¡Y una angelical guitarrista de época más reciente!
Pierre-Henri de Valenciennes
Andaba yo un poco triste pues, no encontraba obra de aquel ilustre paisajista de Toulouse que pintó sus mejores obras en Roma. Me refiero a mi admirado Pierre-Henri de Valenciennes (1750-1819) , de quien ya he tratado en este blog.
Estaba yo casi tan malhumorado como Marc Arcis (1655-1739) cuando modeló su autorretrato.
Y a mi desesperanza vino a contribuir una guardiana de la sala de pintura del XIX que, tras preguntarle, me dijo que no había nada de él en el principal museo de su ciudad natalicia. Así que mi sorpresa fue muy grata al encontrar cuatro lienzos del ilustre pintor nacido en Toulouse, autor de muchos paisaje de Roma y el Lazio, en la sala contigua.
Os dejo aquí testimonio de tres de ellos.
Dos paisajes romanos, donde la luz de la campiña me trae recuerdos.
Y un paisaje con anécdota histórica.
![Ciceron descubre la tumba de Arquimedes. Pierre Henri de Valenciennes. 1787.Museo de Les Augustins. Foto R.Puig.](http://ensondeluz.files.wordpress.com/2013/08/ciceron-descubre-la-tumba-de-arquimedes-pierre-henri-de-valenciennes-1787-museo-de-les-augustins-foto-r-puig.jpg?w=600&h=450)
Cicerón descubre la tumba de Arquímedes. Pierre Henri de Valenciennes. 1787.Museo de Les Augustins. Foto R.Puig.
Es un placer volver de vez en cuando al Lazio, pues en aquellas luminosas tierras comencé este blog.
En el museo hay un cuadro inacabado de otro pintor francés de Roma, donde se aprecia el proceso minucioso de elaboración del lienzo.
Colofón
Una de las joyas del museo es un Rubens de 1635, un Cristo crucificado entre los ladrones que, como reza la cartela, debió de ser donado graciosamente (“envoi” del gobierno imperial en 1805) por la iglesia de los Capuchinos de Amberes a los ejércitos de Napoleón, como agradecimiento por su pacífica liberación de los territorios belgas.
![Rubens. Cristo y los ladrones.1635. Altar de los Capuchinos de Amberes. Botin imperial. 1805. Foto R.Puig..](http://ensondeluz.files.wordpress.com/2013/08/rubens-cristo-y-los-ladrones-1635-altar-de-los-capuchinos-de-amberes-botin-imperial-1805-foto-r-puig.jpg?w=600&h=800)
Rubens. Cristo y los ladrones,1635 del altar de los Capuchinos de Amberes. Remesa del gobierno imperial en1805. En el museo desde el 2004. Foto R.Puig..
Ironía aparte, en realidad, el ocupante francés decretó la supresión de la orden de los Capuchinos en 1796 y entre 1803 y 1804 el convento y la iglesia de la orden en Amberes, que databan de fines del siglo XVI, fueron demolidos y substituidos por mansiones particulares.
De su altar mayor proviene este cuadro soberbio. Al respecto se me ocurren algunas cosas. Por ejemplo, que en Europa hemos tenido también nuestros talibanes y de eso no hace tanto. Sólo que los nuestros, a diferencia de los de hoy, también demolían pero se quedaban con las mejores piezas para especular en el mercado del arte. Por las vueltas que da la historia, el cuadro salió de un convento que la revolución demolió en Flandes y acabó en otro convento que la misma revolución confiscó en Toulouse. Lo que no ha variado es que Cristo sigue crucificado entre ladrones.
Sea como sea, hayan pensado o no los belgas en reclamarlo, el caso es que, testimonio del genio de Rubens, deslumbra hoy al visitante en la nave lateral izquierda de la iglesia del antiguo monasterio de los Agustinos de Toulouse. Unos frailes capuchinos lo encargaron y en el convento que fue de frailes agustinos se expone ahora por obra y gracia de la guerra. A quien la Diosa Razón se la dio, las Musas se la bendigan.
No voy a seguir hablando de otras obras señeras que el museo exhibe, legados de invasiones, requisiciones armadas y negocios de la familia Bonaparte y de sus generales en los países ocupados.
De todos modos, la verdad es que en Toulouse estas obras de arte están hoy bien aclimatadas y cuidadas.
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