Han pasado ya varias semanas de mi paseo por Londres pero aún me quedan flechas en el carcaj. Así que no puedo resistir a la tentación de compartir algunas de mis sensaciones en dos de los soberbios museos Tate que bordean el Támesis.
Tate Britain
La Tate Britain ofrece actualmente un ordenado y nutrido recorrido del arte inglés desde el siglo XVI al XX. Me ha servido, aunque no exclusivamente, para incrementar mi archivo de las fisionomías que los artistas han ido plasmando a lo largo de los siglos.
Hoy es el turno de algunos pintores ingleses.
Sin seguir un orden cronológico comienzo por William Hogarth (1697-1764). No sólo fue un apasionado de la fisionomía, sobre la que escribió un tratado, sino que en un lienzo agrupó los rostros de seis de sus criados, de los cuales tan sólo se conoce el nombre de dos.
Mucho se ha dicho sobre este lienzo y yo no voy a descubrir nada nuevo. Pero me produce una extraña sensación. Dicen que el artista gozaba del aprecio de sus fámulos y que seleccionó a estos seis con afecto pero con un objetivo fisiognómico, recogiendo en la tela varias edades de ambos sexos.
Cuentan que lo tenía en su despacho, con objeto de que posibles clientes admirasen su destreza y se animasen a encomendarle un retrato. Debo confesar que a mí esta colección de cabezas me da cierta grima.
Aunque estas expresiones del arte del retrato de Hogarth sean una lección de pintura, creo que sus fieles servidores se habrían merecido un retrato de cuerpo entero o cuando menos de cintura para arriba. Ya un siglo antes Velázquez había dedicado magníficos retratos individuales a personajes humildes con los que se relacionó, no sólo los de los bufones y enanos de la Corte, sino el extraordinario retrato del esclavo Juan de Pareja liberado por el artista, por no hablar de las sirvientas que por entonces también pintaba Vermeer
Sea como sea, este ejercicio de Fisiognómica de Hogarth con las cabezas de sus criados, agrupadas en un solo lienzo y no obstante la mirada ilusionada de algunos de los retratados, me produce la impresión de una reunión de trofeos cinegéticos.
Otros retratos
No se redujo a la cabeza a quienes podían pagarse un retrato de postín, como es el caso de los trabajos de Adam de Colone (1572-1651), Peter Lely (1618-1680), Benedetto Gennari (1633-1715) o Joshua Reynolds (1723-1792), dedicados a damas de la aristocracia, rozagantes, exquisitas, exaltadas o altivas.

Benedetto Gennari. La catolica Elizabeth Panton en el exilio retratada como Santa Catalina.Tate Britain.Foto R.Puig.
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También en el siglo XVIII, Joseph Highmore (1692-1780), Thomas Gainsborough (1727-1788) y Nathaniel Dance-Holland (1735-1811) harán algo parecido con los retratos varoniles en grupo, sin que tampoco redujeran la imagen de sus clientes adinerados o nobles a una agrupación de cabezas. Quien paga tiene derecho a una escena de amistosa tertulia burguesa, a una composición bucólica o a ser representado en Roma, en pleno Grand Tour, ese viaje por Italia que todo hijo de familia noble debía realizar para ser considerado culto.

Nathaniel Dance Holland. Detalle de cuatro caballeros ante el Coliseo de RomaTate Britain.Foto R.Puig
Como podréis apreciar, todas estas muestras, dicho con toda mi simpatía, van reflejando fisionomías de lo más british. ¿O no?
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Con un estilo prerrafaelita, Henry Alexander Bowler (1824-1903), o con la pincelada impresionista, John Singer Sargent (1856-1925) y George Clausen (1852-1944), dejaron obras que denotan un cambio de rumbo en los rostros de la pintura inglesa.
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Para acabar con escultura, me despido de la Tate Britain con dos bustos que atrajeron mi atención, uno del siglo XIX, la Daphne de George Frederic Watts (1817-1904), y otro una terracota del siglo XVII de autor anónimo que representa con aires imperiales al rey Jaime II de Inglaterra
Tate Modern
Por el Millenium Bridge se llega con gran solemnidad a la Tate Modern, que como su nombre indica, está dedicada al arte moderno y contemporáneo, complementando en algunos casos a la Tate Britain.
En el recorrido se aprecia la vista del nuevo skyline londinense.
Y en las escaleras del museo, la sensación de una moderna arquitectura de interiores.
Me faltaba ya tiempo, pero durante una hora y media recorrí por primera vez las salas de la colección permanente y guardé algunas fotografías, entre las cuales, de forma aleatoria, selecciono hoy un reducido número para esta página.
En la salas de arte abstracto
En las salas dedicadas al Minimalismo
O en la de Rothko
De su obra meditativa al ajetreo. En las cercanías de la Tate Modern se encuentran el puente y la estación de Blackfriars, que experimentan en estos momentos grandes obras de renovación.
Pero acabo deseando a los lectores los buenos días con una obra que siempre me ha producido una sensación de calma, “Morning” de Dod Procter, nombre artístico de casada de Doris Margaret Shaw (1890-1972).
¡Dulces sueños y suaves amaneceres!
