Giorgio Vasari
La vida de Giorgio Vasari Aretino (1511-1574) es la suma del trabajo intenso y del perfeccionismo (nunca totalmente satisfecho de los resultados de su esfuerzo) de un hombre polifacético, cabeza de familia tras la muerte de sus padres, dibujante (diseñador decía él), pintor y arquitecto, y del carácter abierto, amistoso y empático (diríamos hoy) y escritor, que no sólo se ocupó de sus tres hermanas y dos hermanos menores tras la muerte de su padre, sino que tuvo la fortuna de ser estimado desde sus primeras obras a los dieciséis años y trabajar por las principales ciudades de Italia y de ver su obra reconocida y exportada en España y Francia.
Por mi parte, vuelvo a menudo a su obra «Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos» en la última edición italiana publicada en vida del autor (Florencia, Giunti, 1568), cuya primera parte apareció en 1550 y fue aumentando sucesivamente hasta antes de cumplir sus cincuenta y seis lúcidos años.
Incluye en las seis partes de esta obra no sólo la biografía y la descripción de la obra de 178 artistas, en su mayoría contemporáneos suyos, sino que la corona con el relato autobiográfico de su propia vida y obra, que es sencillamente fascinante.
No es exagerado afirmar que este libro inaugura con éxito la moderna historiografía del arte.
Además de su concepto del arte del dibujo como la disciplina que hay que dominar para ser pintor, escultor o arquitecto, lo que añade modernidad a este libro monumental es la pluralidad del acercamiento al trabajo de los artistas. Vasari es un precursor de historia social del Arte, pues analiza las circunstancias y condicionamientos del obrar artístico, muy en particular en su autobiografía, a la manera de un «pre-sociólogo», como por ejemplo:
- los aspectos mercantiles versus las afecciones, preferencias y pasiones del creador, sin olvidar mencionar las necesarias retribuciones y sus cifras;
- la intervención del poder político en la promoción del artista y el estado de paz o de guerra que condiciona las posibilidades de realización y conclusión de las obras;
- el mundillo de animadversiones y celos, incluso los boicots por parte de artistas o operarios, incluso la descripción de huelgas insidiosas promovidas para dificultar la tarea de un competidor envidiado;
- las ventajas o inconvenientes del lugar, e incluso del edificio donde se ha de crear el fresco o insertar los lienzos o un grupo escultórico, con la necesidad de intervenciones previas para hacer posible con éxito la creación que se demanda…
Y así muchos otro aspectos, que hacen de Giorgio Vasari un precursor del mejor barroco, además de un pintor que en su realismo (el mal llamado manierismo) irrumpe con gran éxito en su época, no si rendir reconocimiento en los frescos de la Sala Grande de su casa en Florencia a trece artistas que destaca entre los que influyeron en su obra: Cimabue, Giotto, Masaccio, Raffaello, Michelangelo, Leonardo, Andrea del Sarto, Donatello e Brunelleschi, Perin del Vaga, Giulio Romano, Rosso Fiorentino y Francesco Salviati.
De algún modo también, salvadas las distancias, yo agradezco a Vasari que, tras algunos años en que he tenido interrumpida mi actividad pictórica (se me habían secado ya la mitad de mis tubos de óleo), mi relectura hace pocos días de su autobiografía me ha empujado a sacudirme la pereza y tomar de nuevo los pinceles.
Son muchos los pasajes de «Las vidas» que además hacen a este gran aretino merecedor de un reconocimiento como literato. Hay algunas cosas que dejó escritas en su obra que cito y traduzco a continuación, pensando en quienes se propongan dedicarse al arte del dibujo, la pintura o la escultura, con mayor o menor destreza, pero siempre con placer y pasión :
Avendo io in fin qui ragionato dell’opere altrui, con quella maggior diligenza e sincerità che ha saputo e potuto l’ingegno mio, voglio anco nel fine di queste mie fatiche raccòrre insieme e far note al mondo l’opere che la divina bontá mi ha fatto grazia di condurre; perciò che, se bene elle non sono di quella perfezzione che io vorrei, si vedrà nondimeno da chi vorrà con sano occhio riguardarle, che elle sono state da me con istudio, diligenza e amorevole fática lavorate, e perciò, se non degne di lode, almeno di scusa; sanzaché, essendo pur fuori e veggendosi, non le posso nascondere.
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Habiendo yo en definitiva razonado sobre las obras de otros con la mayor diligencia y sinceridad de que ha sabido y podido ser capaz mi ingenio, quiero, al final de estas fatigas mías, recorrer en su conjunto y dar a conocer al mundo las obras que la divina bondad me ha concedido graciosamente llevar a cabo; por lo que, aunque ellas no tengan la perfección que desearía, verá no obstante quien con ojo sano quisiera mirarlas, que ellas han sido por mí con estudio, diligencia y amorosa fatiga trabajadas, y por ello, si de alabanza no son dignas, al menos merezcan ser excusadas; aparte de que, al estar ya fuera y a la vista, no las puedo esconder.
(…)
Ma cosí avess’io saputo mettere in opera il mio concetto, come sempre con nuove invenzioni e fantasie sono andato, allora e poi, cercando le fatiche e il difficile dell’arte!
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¡Mas ojalá hubiera yo sabido poner en obra la idea mía, ya que siempre, entonces y luego, he andado entre innovaciones y fantasías, en busca de las fatigas y la dificultad del arte!
(…)
…questo, che se, come ho detto, in loro non si vedrà eccellenza e perfezzione, vi si scorgerà per lo meno un ardente disiderio di bene operare, et una grande e indefessa fática, e l¡amore grandissimo che io porto alle nostre arti. Onde averrà, secondo le leggi, confesando io apertamente il mio difetto, che ne sarà una gran parte perdonato.
…aunque como he dicho, si en ellas no se verá excelencia y perfección, se descubrirá al menos un deseo ardiente de hacerlo bien y una gran e indefensa fatiga así como el grandísimo amor que profeso a nuestras artes. De donde se derivará según las leyes que, confesando abiertamente mi defecto, este me será en gran parte perdonado.
Giorgio Vasari, «Descrizione del’opere di Giorgio Vasari pittore e architetto aretino»
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¿Casualidad?
Vasari pintó un cuadro de tema clásico, aunque con un detalle que, salvo ignorancia de mi parte tiene un detalle :
en el fondo se aprecia a la derecha una puerta que muestra en el aposento contiguo a San José carpintero trabajando en su taller, lo cual independientemente de la anacronía de que el apóstol Lucas, a quien se atribuían dotes no sólo de evangelista sino también de pintor ya anduviese tan temprano en tareas de retratista de la Sagrada Familia, a mi me hace ver una coincidencia la composición de un bien conocido cuadro
en el que 74 años más tarde la composición también incluye al fondo a la derecha una puerta a la que se asoma el aposentador de la familia real… No sé si esta coincidencia pueda ponerse en relación con este cuadro, que Velázquez pudo conocer en uno de sus dos viajes a Italia.
Curiosamente, el dibujo que Vasari hizo en preparación del mismo llegó (no sé sabe bien cuál fue su primer itinerario) al Museo del Prado.
Es posible que este recurso de perspectiva aérea tenga antecedentes similares, aunque quizás menos realistas, en la historia de la pintura. En todo caso, si a algún lector tiene memoria de alguno, le ruego me lo comente.
Colofón: en camisa de once varas
Para acabar y a riesgo de inmodestia, me voy a atrever a ir dando por etapas, para celebrarlo, mi retorno al lienzo, que la lectura de Vasari ha espoleado y motiva para que también mis defectos e imperfecciones en la práctica de la pintura se sometan en este blog al escrutinio de mis lectores. En estos días en la playa de la Almadraba de Els Poblets me estoy inspirando en una salida del sol que habrán ya ustedes visto en el post del hace una semana
Primera jornada:
Continuará y…