He estado unos días en Mallorca, por primera vez. Del recuerdo de lejanas clases de Historia de Arte me había quedado el elogio de la alada arquitectura de sus naves y bóvedas, que ciertamente no defrauda, aunque tengas que hacer un enorme esfuerzo para abstraerte, sentado en un banco y mirando a lo alto, rodeado por la riada de visitantes.
Confieso que tras alzarme anduve perdido, pero no renuncié a asomarme a la capilla del Santísimo, donde Miquel Barceló trabajó durante siete años, adhiriendo a sus muros góticos un mosaico, surrealista a la vez que expresionista, construido con arcilla policromada, y dedicado, según dicen, a los frutos del mar y de la tierra.
Descubrí la obra de Miquel Barceló (Felanitx 1957) allá por los años ochenta en Madrid. Me interesó la originalidad de sus pinturas, que han sido calificadas con razón de neo-expresionistas, aunque difíciles de ser reducidas a cualquier vanguardia, por la muchas corrientes artísticas de las que se alimenta en una síntesis muy personal.
Hay en su obra imaginaciones que parecen salir de un estado de duermevela, cuando nuestras ensoñaciones emergen de lo insondable. Al despertar tratas de aferrarlas. Me pareció que algo de eso es lo que Barceló plasmaba en sus cuadros, sobre todo en aquellos que me sorprendieron cuando lo descubrí.
Sus esculturas y relieves tienden al surrealismo, sin que falte la herencia de Gaudí y el pathos del expresionismo. Hoy es mi intención reflexionar sobre los cortinones de arcilla con que ha tapizado la capilla gótica del Santísimo en Palma.
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La Eucaristía submarina
Según he leído, el cabildo y el arzobispado le adjudicaron la obra a pesar de ser manifiestamente descreído y anticlerical. Aceptaron la provocación y hasta el obispo de Palma pidió ser enterrado en ella. El artista ha plasmado en esa capilla, con el pretexto del milagro de los panes y los peces (notoria alegoría de la Eucaristía) sus propios fantasmas, al menos así lo veo yo.
¿Pero cuáles fantasmas?
En la biografía de Barceló se suele hablar de una infancia en Felanitx al amparo de su madre pintora. De los años de escolarización anteriores a su ingreso en la Escuela de Artes Decorativas de Palma a los quince años no he encontrado nada, ningún dato sobre su escuela primaria ni sobre en qué colegio cursó estudios secundarios.
¿Se trasparentan en forma alegórica en la capilla del Santísimo de Palma los recuerdos de una educación en centros religiosos?
Quienes hayan frecuentado escuelas gestionadas por religiosos en las décadas posteriores a la guerra civil (en Felanitx hay un colegio de las madres teatinas y otro de los padres teatinos) habrán guardado memoria de la importancia que se otorgaba al acto de comulgar a diario y a la confesión semanal. Normalmente para llegar a ser un genuino anticlerical, como se ha dicho que lo es el artista, se ha tenido que crecer entre clérigos.
En todo caso, por el momento nos movemos en el terreno de la hipótesis.
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Desde mi perspectiva los peces de la capilla son peces comulgantes
¿Memorias?
Estos peces que abren su boca en busca de alimento, no son a mi modo de ver una alegoría del milagro de los panes y los peces, sino peces que abren la boca para comulgar.
Algunos quieren escapar del pulpo
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Por la izquierda apreciamos un amasijo de tumores submarinos (los pólipos lo son en cierto modo).
En el centro del mural se debate la única imagen luminosa del conjunto, un resucitado anfibio.
Hacia la derecha nuestra mirada descubre un mundo de inquietantes vegetales y un cúmulo de ánforas (¿cargamento de pecios olvidados?)
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Los visitantes se sientan, la guía trata de explicarles sin pronunciarse. Adoptando un tono neutral sentencia: “hay a quienes gusta y a quienes no”…
“¿ustedes qué piensan?”…
los turistas siguen tan mudos como los peces atónitos de Barceló
Unos escuchan por sus auriculares las explicaciones oficiales, otros se hacen selfies frente al mural.
Al fin y al cabo el arte puede aunar horribile y formosum en una misma obra; puede ser a la vez tremendum et fascinans, como refiriéndose a la experiencia religiosa explicaba Rudolf Otto (1869-1937) y el intento de Barceló se supone que es contribuir a ella.
Añadiría yo que en el intento de alcanzar una tan esforzada síntesis de extremos, no siempre se logra sortear el riesgo del ridiculum.
Pero no seré yo quien zanje, pues cabildos tiene la Iglesia.
A más alto nivel, en Avignon, un papa pez nos interpela: “¿usted qué piensa?”
Pero aún quedan círculos más altos: si un día la Virgen Dormida saliera de su sueño en la capilla adyacente podría contarnos mucho más, quizás incluso revelara lo que en el subconsciente agitó la inspiración del artista durante el largo proceso de ideación y ejecución de su obra.
Al fin y al cabo ha estado ahí, escuchándolo todo.
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Nota: pido disculpas por la mala calidad de mis instantánea, pero para compensarla pueden hacer clic aquí en el blog de un ingeniero madrileño perdido en Mallorca.
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Terminus
Algo asustado por el mensaje que voy pisando (“Todos sin duda resucitamos pero no todos nos transfiguramos”) salgo de la catedral en busca de sosiego…
¿Algún rincón tranquilo?
Pues sí, ¡sí que hay lugares sosegados en Palma de Mallorca! Al menos uno en donde estoy completamente solo.
Lo recomiendo: para quitarse el susto nada mejor que dar varias vueltas a paso de fraile por el claustro gótico de la iglesia de San Francisco (siglos XIV y XV).
No sólo no hay absolutamente nadie que lo esté visitando, es que hasta la joven que me vende el billete está preparando sus exámenes de Derecho Constitucional. La felicito, pues por estas islas se necesita cada día más un poco de sabiduría constitucional.
No sé lo que me diría Ramón Llull (1232 – 1315 o 1316). ¡Bastante tiene con mantenerse de pérfil en su tumba!