A principios del mes que acaba hoy, anduve de paseo por Valencia. Así que, sin ninguna pretensión, dejo aquí algunas imágenes (de esculturas en su mayoría).
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De hace poco
Primero dos obras recientes, expuestas hasta ayer en el Centro de Cultura Contemporánea en el antiguo Convento del Carmen.
Entre las obras de esta exposición, que responde al título de Discursos premeditados, me he quedado con la gran rosa en hierro galvanizado que abre esta página y con otra obra de hierro y tablas ennegrecidas con grafito.
Son esculturas de dos mujeres, una mallorquina y una valenciana.
La rosa, símbolo de la fragilidad, es aquí, aunque yazca en tierra, una palabra duradera de resistencia.
Los negros paneles negros los he visto como mudos memoriales de aquellos a quienes se sujetaba con la camisa de fuerza, de aquellos a quienes privaron de nombre.
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De hace un poco más
En los Jardines del Real (o del Vivero) hay muchísimas esculturas, fuentes, árboles y plantas. Hay begonias, cactus, claveles y otras flores; quentias, ficus, araucarias, pinsapos, cipreses, helechos, ágaves, chumberas, azaleas, rododendros, cocos, dracenas, extralixis, colocasias, paudanes, palmeras, tarays, plátanos americanos…
A mí me parece que los de la foto son ceibas o ceibos. Así recuerdo que los llaman en el Perú.
De las esculturas me he quedado con una a la que unos vándalos cortaron la cabeza en el 2012, pero que ha sido restaurada. Es simple y es de piedra caliza, obra de un escultor valenciano.
Otras formas de estilizar son las de la escultura barroca, de la que es ejemplo este santo varón valenciano, que cuenta con muchos devotos en su tierra.
Dicen que a este santo dominico, durante los años de su misionar en América en la segunda mitad del siglo XVI, los crueles encomenderos de Santa Fe de Bogotá, aunque no le cortaron la cabeza como a la estatua de la meditabunda adolescente, sí que estuvieron a punto de asesinarle porque denunciaba desde el púlpito la opresión de los indígenas en aquella colonia española. Como entonces no era fácil echarse al monte como Camilo Torres, retornó a Valencia donde se ganó el cariño de sus paisanos y, después de muerto, ha sido un santo muy milagrero.
Luis Bertrán O.P. (1526 -1581) tiene en común con la joven desconocida que ambos sostienen un libro. Puede que ella, en 1952, el libro que sostiene sea Nada de Carmen Laforet. Y él quiero pensar que el volumen que sujeta sea la Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) obra de un compañero de su misma orden dominicana, Bartolomé de las Casas O.P. (1484 – 1566).
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Unos siglos antes
Bastante antes, hubo otro varón que no fue canonizado, pero es probablemente el más santificado por los valencianos. Entonces era España en gran parte una colonia árabe y, como no era suficiente con los predicadores dominicos que ya estaban catequizando Europa y liquidando herejías, el idolatrado Jaime I de Aragón el Conquistador, se dedicó entre otras cosas a reconquistar Valencia.
Así de fiero aparece su ademán en el centro de Valencia.
El escultor era natural de Barcelona y se llamaba Agapito Vallmitjana (1833 – 1905)
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Y ya que estamos en el siglo XIX…
…vayamos de paseo por los Jardines de Monforte, un lugar donde se celebran bodas, y en que encontré a varias familias que estaban tomando fotos a sus niñas vestidas de primera comunión o de labriega valenciana.
La quinta y sus jardines fueron obra y propiedad de marqueses y son hoy un ameno parque municipal, fresco refugio en días de calor.
Sus numerosas estatuas en mármol estaría yo tentado de englobarlas en una especie de “neo-clásico mediterráneo”. La reproducción o re-creación de versiones del arte clásico tuvo desde fines del siglo XVIII y en el siglo XIX numerosos cultivadores en Europa, en especial a partir del momento en que la ocupación napoleónica de Italia disparó la demanda y Antonio Canova (1757 – 1822) potenció el movimiento.
No voy a seguir, porque si no se alargaría la lista. No obstante, hay que decir que la estatua que al parecer prefieren las parejas de novios es la de otra pareja famosa.
Y como no todo es inspiración grecolatina, no olvidemos los angelotes barrocos, de los que en estos jardines hay varias muestras
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Y a comienzos del siglo XX
Este busto recuerda a un pintor valenciano, Antonio Muñoz Degrain (1843-1924), que ejerció principalmente en Málaga y está representado en colecciones privadas y públicas, con varias obras en el mismo Museo del Prado . Tuvo la capacidad de irse renovando, de tal modo que de sus primeros paisajes realistas y románticos, siempre de gran calidad técnica, fue acercándose a una visión impresionista y levantina, con escenas naturales de gran colorido y luminosidad.
Es obra del escultor Francisco Marco Díaz-Pintado (1887-1980). Cuando se realizó ya había en este mismo lugar una escultura de la madre Naturaleza que parece abrazar al pintor
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Para terminar, una escultura bastante más grande…