El castillo de Borgeby (Borgeby Slott) ya no es un castillo, lo fue hasta que lo demolieron los daneses en el siglo XVII, si no todas las construcciones sí las que hacían del conjunto una fortificación con sus torres y sus murallas, aunque ya antes, en el siglo XV, un rey sueco le había pegado fuego. De un modo u otro siempre estuvo envuelto en los conflictos armados que asolaron esa zona estratégica de Escania.
Y a fines del siglo XIX un rico agricultor los compró y se lo regaló a su hija Hanna, quien se casó con el pintor, violinista, editor y escritor Ernst Nordlin, que se dio a conocer por pintar repetidamente a las cigüeñas que volaban y anidaban en la región de Lund, pero sobre todo por haber sabido, junto con la rica heredera, emplear la fortuna de que esta disponía para atraer a su selecto cenáculo a artistas, escritores y otros protagonistas de la actualidad cultural de principios del siglo XX, algunos de ellos de renombre internacional.
Lo más interesante del lugar, gestionado por una fundación que el matrimonio dotó para después de su muerte, es la casa-museo, honesta y transparente en lo que se refiere no sólo al mundo creativo del pintor, sino a sus facetas menos logradas, sin que falten los episodios y frustraciones familiares. Es un ejemplo instructivo de como una casa-museo puede rememorar la vida de los protagonistas que la hicieron especial, en este caso Ernst (1877-1952) y Hanna (sin datos), y en la que creció y se deterioró mentalmente su hijo Staffan (1909 – 1978). Ocupa la mansión medieval, atravesada por lo que debió de ser un pasaje a la ciudadela del antiguo castillo, que seguramente en su época guerrera estuvo protegido por un grueso portón y sus rejas. Hoy comunica la fachada de la casa-museo con las instalaciones y edificios agrícolas en parte destinados a eventos sociales y exposiciones.
Lo que queda de las fortificaciones, una torre, que no se visita, en la que casi todo es de nueva planta, es lo menos interesante aunque resulte vistosa.
Hay un panel instructivo sobre el medio natural en el que se sitúa el conjunto, donde las aves son abundantes y, en particular las cigüeñas y algunas rapaces.
La instalaciones de antiguo uso agrícola son genuinas y bien mantenidas, características del sur de Suecia.
No extraña pues que, invitado a este castillo sueco, Rainer María Rilke, que era no sólo un gran poeta, sino también muy aficionado a hospedarse en románticos torreones y castillos, en los que la inspiración le visitaba, no se hiciese de rogar y se acogiese a la hospitalidad de los Nordlin en agosto del 1904. Como era agradecido les dejó un poema dedicado a Borgeby, a las sensaciones de aquella estancia y a sus piedras.
De las actividades editoras de Ernst Nordlin se expone un ejemplar de la revista en la que publicó algunos de su poemas
Y algunos de los libros de los que fue autor.
Hay también muchos de sus cuadros, en los que las aves ďominan
en especial muchas, muchas cigüeñas.
Pero estas aves no fueron motivo de felicidad para el hijo. Aparecen en sus pinturas como obsesiones de la herencia paterna. Fue un hombre marcado por una adolescencia en la que se sentía obligado por el mundo de artistas y creadores que rodeaba a sus padres y obsesionado por devenir él también un creador de éxito. El lugar ya era de por si triste, los cuadros de su padre son una muestra de cómo eran allí los inviernos y las luces del atardecer.
Staffan Nordlin escribió sobre los intentos de su adolescencia y juventud, preso de un deseo que le oprimía, el de ser reconocido como artista y escritor
Mi juventud idiota y dividida, en la que fui coleccionista de mariposas, pianista, bailarín, dibujante, pintor, arqueólogo, enterrador y delirante
El conflicto con su padre estaba servido, de tal modo que hijo y padre no aparecían nunca juntos. Tan es así que el padre se fue a vivir unos años a Asís.
La imagen de la maternidad pintada por Staffan presentaba en su fondo un niño que parece alzarse al cielo llevado por unas esquemáticas cigüeñas y no estaba inspirada en su madre real
sino probablemente en la talla de una virgen gótica y coronada que sostiene al niño y que aún se ve en una hornacina de la casa-museo
Por aquellos años, el joven intentó también consagrase como escultor, aunque no se exponga otro testimonio que el de esta foto en el estudio de un conocido escultor amigo de la familia
Años más tarde, en 1949, a Staffan le practicaron una intervención quirúrgica que disparatadamente se aplicaba entonces a los enfermos mentales: una lobotomía
Ya no fue capaz de producir ni una sola imagen. Sus últimos años, desde 1949 hasta 1978, los vivió sumido en la angustia y el rencor. ¿Habría sido diferente su destino si hubiese sido agricultor como su abuelo?