Las zonas portuarias de Gotemburgo guardan muchos recuerdos de los tiempos de la navegación mercante hacia las Indias Orientales y también de la emigración de colonos suecos hacia Norteamérica. Algunos están bien a la vista, como la copia exacta de un monumento que inauguró el presidente Roosevelt en 1938 con motivo del 300 aniversario de la fundación de “La Nueva Suecia” en el estado de Delaware en 1638. Una colonia que fue fundada por emigrantes suecos, para pasar quince años después a manos holandesas y posteriormente ser ocupada por los ingleses. Es una obra en bronce de Carl Milles (1875-1955).
Lo característico de estos monumentos que evocan los tiempos de las colonias es que se adornan con escenas de aquellos mundos lejanos. Otro, aquí mencionado hace casi cuatro años, la Fuente de los cinco continentes, de principios del siglo XX, refleja también ese imaginario occidental.
Otro, prestigioso y bien emplazado, es la base del mástil de la bandera en la plaza del consistorio, con bajorrelieves que se refieren a la historia de la ciudad, obra de Bror Chronander (1880 – 1964).
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Pero no he encontrado en los repertorios disponibles mención alguna de otro mástil de bandera, en bronce y ornado con altorrelieves, con el que me tropecé hace días en uno de mis paseos primaverales, junto a la Casa del Mundo (Världshuset), un edificio conocido como el Trasatlantic.
Aquí estuvo la sede de las compañías navieras que servían las rutas de América y África.
El edificio, en la zona del antiguo puerto, es de 1943, aunque se alza en el solar donde otros le precedieron. En él se aprecia la influencia de la época final del art déco en sus fachadas y altorrelieves en piedra.
Los motivos se refieren en su mayoría a la navegación, con algún elemento de carácter exótico.
Pero menos solemnes, algunas son ingenuas y algo toscas, las figuras de la base de mástil de bandera en la esquina de la plaza, a pesar de la pátina que las desdibuja, me parecen más interesantes desde el punto de vista escultórico y simbólico.
Estos altorrelieves son un testimonio del imaginario que los marinos mercantes de principios del siglo XX transmitían a quienes se quedaban en tierra.
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Una cierta idea del transporte rural en México (con aire de cómic) y con una pirámide mesoamericana al fondo…
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Del acarreo de mercancías en China o en el Tibet a lomo de yak…
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De los habitantes de las islas de la Polinesia…
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De la vida en lo que parece una plantación de cacao, el macho tropical con su cigarro y la mujer que carga con el peso del trabajo…
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Y hablando de la mujer y de sus cargas cotidianas…
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De la esclavitud en tierra de hipopótamos…
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De un taxista oriental con gesto de cansancio, al que un perro incordia entre las piernas…
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De los esquiladores de ovinos en las estancias de América del Sur y de un carnero agresivo que se les resiste…
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De un esquimal cazador de focas sobre los hielos del Ártico con su perro y su trineo…
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Sin olvidar la vida diaria de los trabajadores del puerto de Gotemburgo, del que partían las rutas hacia esos mares lejanos…
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A modo de conclusión
Mi intención ha sido simplemente la de compartir mi cosecha de figuras olvidadas, captadas durante uno de mis paseos. Estas pequeñas esculturas son de una singular belleza. Están dotadas de la ingenuidad de un escultor meticuloso (o puede que más de uno) que se ha debido de guiar por las estampas o fotografías de relatos de viajes del primer tercio del siglo XX.
Refleja un amoroso trabajo de modelado, guiado quizás por las sugerencias de marinos que habían visitado esas latitudes lejanas. A eso hay que añadir el buen hacer de los talleres de fundición en bronce de Gotemburgo, a los que se deben tantas esculturas y estructuras en lugares públicos de la ciudad, como balaustradas, decoraciones de puentes o farolas ilustradas. No me extrañaría que este trabajo proviniese de alguno de los coetáneos de Bror Chronander, de cuando éste, por aquellos años treinta, terminaba su pedestal para la plaza del Ayuntamiento.
Hemos hablado de la fundición en este mismo blog, en concreto de como se enseña en los talleres en la Facultad de Bellas Artes de Altea , donde por cierto, del 20 al 24 de junio, se va a desarrollar un curso de verano sobre fundición exprés (microfusión), abierto a quien quiera aprender esa técnica. El trabajo de modelado y de vaciado en bronce se sitúa en la tradición de la que forman parte estas pequeñas obras de arte, aunque hoy no atraigan la atención de los apresurados transeúntes de las calles de Gotemburgo, prendada como va su mirada de la pantalla de su androide.