El domingo pasado, el cronista estaba entre Madrid y Els Poblets (provincia de Alicante). Desde las orillas de su playa de la Almadrava, se divisa la cumbre de la sierra de Mondúver (Montdúvert en valenciano), su silueta afilada que cambia de color y de tonalidad con el pasar de las horas.
A tal distancia no se aprecian las antenas de telecomunicaciones sobre su cima de 841 metros, nada en comparación con el Everest, mucho cuando se la mira desde las playas mediterráneas del Golfo de Valencia.
Esas orillas a sus pies y el paisaje montañoso de la Comunidad Valenciana se desplegaban ante nosotros, cuando, hace poco más de una semana, marchábamos por la pista sinuosa que sube desde la Drova hacia la cima, nosotros a pie y otro, heroico, en bicicleta.
Mirábamos al mundo desde arriba, con esa sensación de que todo lo que cada día nos rodea tiene algo de sueño y apariencia. ¡Frente a tantos acontecimientos de la actualidad, cómo quisiéramos que Segismundo tuviera razón!
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.(Calderón de la Barca, “La vida es sueño”, 1635)
.
Otro soñador
En su ascensión de montañero solitario, el 23 de marzo de 1957 el destino esperaba al artista polaco de origen lituano Andrzej Wróblewski. A los veintinueve años, se despeñó en los montes Tatra.
En su escalada y desde lo alto puede que viese el mundo como un sueño del que ya nunca despertó.
He descubierto su obra hace exactamente una semana, en la exposición organizada por el Muzeum Sztuki Nowoczesnej de Varsovia, en colaboración con la Fundación Andrzej Wróblewski y Culture Poland , en asociación con el Museo Reina Sofía de Madrid, en el Palacio de Velázquez del Retiro.
Cuando ya se manifestaba su creatividad de inspiración vanguardista, este pintor y teórico del Arte, nacido en Vilnius en 1927 en el seno de una familia “burguesa” (cuyo padre murió de infarto durante el registro de su casa por los nazis), formado en Cracovia, llevado por su idealismo juvenil, creyó que la mejor forma de poner su arte al servicio de la sociedad, era afiliarse al Partido Obrero Unificado Polaco en 1949 y renunciar a su obra abstracta. Así que decidió con entusiasmo juvenil adecuarse a las normas del Realismo Socialista promulgadas por el Ministerio de Cultura Polaco.
Sin embargo, como escribieron los burócratas del Partido en su ficha, le quedaban aún “los resabios intelectuales propios de su clase”. Quizás por eso, adoptó en algunas de sus obras una técnica rebelde. La exposición del Palacio de Velázquez se titula “Verso y reverso”, que alude a sus telas de doble cara. Por el reverso el vanguardismo de corte abstracto o cubista, por el verso el realismo socialista, el que veía el público. Aun así, esa faz visible se caracterizaba por un estilo que la crítica oficial consideró neobárbaro, lo que me suena a aquello de arte degenerado, de triste memoria.
Al parecer era demasiado crudo hasta para el realismo imperante. En un buen número de cuadros reflejó los eventos más crueles de la ocupación alemana, como por ejemplo en su serie “Ejecuciones”.
El pintor había visitado en 1947 una exposición monográfica de obras de Goya en Holanda, durante un viaje de estudios de su etapa de estudios, lo que explica en parte sus fuentes de inspiración.
Pero el “reverso” de su obra trataba de cosas que hubieran sido juzgadas como “burguesas”, la pareja y el amor por ejemplo, con esa ambigüedad simbólica de los azules, que presagian o certifican la muerte del personaje así entonado.
Después de la muerte de Stalin sus acuarelas fueron juzgadas poco sinceras por la jerarquía. De hecho no había ni pena ni solemnidad en los personajes de la calle, que más parecían aliviados que entristecidos por la noticia.
Tuvo que esperar a la etapa de efímero “deshielo” (1956-1957) que siguió a la muerte del déspota Boleslaw Bierut y a la llegada de Nikita Jrushchov al poder en la URSS, para adoptar de nuevo un estilo más crítico en el que reflejaba la prosa (y el drama) de la vida bajo el régimen imperante.
Dicen que le influyeron las corrientes del neorrealismo de entonces, pero, a mi modo de ver, muchos de los anversos y reversos de su visión de la realidad pertenecían al mundo de los sueños. Algunas de las obras expuestas parecen incluso salir del mundo de las pesadillas. Por lo que a estas respecta, Wróblewski, durante su corta vida, transitó también por los caminos del surrealismo.
En una próxima entrada volveremos a la obra de este artista.
…
Por el momento, terminamos con imágenes tomadas desde nuestras ensoñadoras alturas levantinas.