Acababa mi crónica del domingo pasado con un rostro gótico de la Iglesia de St.Jacobi en Hamburgo.
Mi propósito era preparar el salto a uno de los museos que he visitado en esta breve visita a la ciudad: la Ernst Barlach Haus.
Está a las afueras de Hamburgo, en el entorno sosegado y majestuoso del Jenischpark, que desciende dulcemente hacia las orillas del Elba, en Altona.
No muy lejos, en Wedel, quise visitar también la casa natal del escultor (Ernst Barlach Museum). Pero no me alcanzó el tiempo para acercarme hasta allí. ¡Otra vez será!
A Ernst Barlach (1870-1938) le tocaron tiempos terribles. Nació cuando la guerra franco-prusiana laceraba Europa. Su vida adulta transcurrió desde las vísperas de la Primera Guerra Mundial hasta el auge del nazismo y la persecución desencadenada por Goebbels contra el arte degenerado, que arrasó con sus obras y su vida.
Creo que todo eso ayuda a entender el espíritu, tanto de su obra literaria, principalmente teatral, como el sentido de su escultura. Sus dramas acaban a menudo en el suicidio y sus esculturas parecen interpelar a un dios que se niega a sí mismo en la realidad que se supone ha creado.
Camino de la Ernst Barlach Haus, tras visitar la Jenisch Haus (de la que hablaré otro día), trabé conversación con un empleado ruso de esa aristocrática mansión-museo.
Mi interlocutor no parecía apreciar mucho la obra de Barlach, por considerarlo “un escultor de iglesias”.
Algo así les pasa a algunos críticos de arte.
Pero, a mí modo de ver, el hecho de haber ejecutado esculturas para algunos templos (en Lübeck hay magníficas muestras), no hace de él un escultor religioso. No es que el haberse limitado a la obra “religiosa” hubiera resultado en desdoro de sus creaciones, sino que lo que Ernst Barlach ha expresado en sus obras son los presentimientos y las ausencias de sentido de los seres humanos, la búsqueda pertinaz de salida ante todas las muertes que nos rodean y ante la última, la que siempre llega.
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Las raíces del expresionismo y de los tipos humanos de su escultura no son exclusivamente alemanas.
Aunque su sólida profesionalidad, adquirida en los oficios de esculpir, de modelar y de dibujar en centros de formación germánicos (Hamburgo y Dresde) expliquen la calidad exquisita de su saber hacer, modelando, tallando y vaciando al bronce (fue también un extraordinario ceramista) se detectan en su obra otras formas y otros ámbitos de la creación europea.
Hay que pensar en sus dos estancias en Francia (de 1895 a 96 y una segunda vez en 1897)
y en su año en la Villa Romana de Florencia (1909)
Influjos que, fundidos con su vivencia del arte medieval alemán, permiten a mi juicio entender las inconfundibles fisionomías de Barlach
Sin olvidar una serie de obras que tienen que ver con su breve paso por el sur de Rusia en 1906
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Nada más lejos del modelo ario que pretendió imponer Goebbels en el arte alemán a través de una persecución furibunda de los “artistas degenerados”, que se concretó, contra el escultor y dramaturgo Ernst Barlach, en un crudelísimo acoso personal y un derribo público del hombre y de su obra.
Ernst Barlach acabó muriendo, despojado de todos los reconocimientos académicos y oficiales, interdicto de actividad creadora y académica, con la moral y la salud hundidas, en una clínica de Rostock el 24 de octubre de 1938, en vísperas de la mayor explosión de barbarie en la historia de la civilización europea.
(Al final de mi visita, la amable empleada que me ayudó a documentarme en la Barlach Haus, me explicó que probablemente su muerte fue una libre decisión, es decir un suicidio, aunque la versión oficial es que murió de infarto)
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NOTA: Las fechas de las obras en bronce no son necesariamente las de su vaciado sino las de su modelado.