Un encuentro de colegas en pensión y la llamada de antiguas amistades nos han traído a Gotland a primeros de mayo. Veintiocho años separan esta visita de la primera que hice a esta isla de fascinante geología, fósiles y runas, base de vikingos, murallas, históricas contiendas medievales y campo de batallas entre daneses y suecos, hoy cuidada por cincuenta y cinco mil residentes todo el año e inundada en verano por más del doble de veraneantes y turistas.
Llegamos a Visby lloviendo y tuvimos unas horas para darnos un garbeo por la ciudad, de la cual no es difícil encontrar imágenes en Internet. Las que ofrezco, menos espectaculares, son algunas de las modestas fotos que yo hice.
Murallas, torres y puertas medievales de un recinto extraordinariamente conservado a pesar de todas las guerras y asedios que ha soportado.
Y también calles y casas de postal
Brucebo
Aunque no sea una iglesia, parece sin embargo una capilla, por los recuerdos que encierra del matrimonio de artistas que lo habitó.
El canadiense William Blair Bruce y la sueca Carolina Benedicks-Bruce se habían conocido en París, en 1885, cuando ella ampliaba sus estudios de escultura y él los de pintura, ejercitándose al aire libre a la manera de la escuela de Barbizon.
Ante las dificultades para vender sus cuadros en Francia y para salir de la precariedad en la que vivía, la familia convenció a William de que enviase su producción de varios años al Canadá, donde se podrían vender con éxito.
El barco se hundió con toda su preciosa carga.
Sólo Carolina, con la que se casó en 1888, logró sacarle de la depresión en la que cayó y conseguir que se pusiese de nuevo a pintar. Ella era rica.
En Gotland, cerca de Visby, está la propiedad y la casa, el Brucebo (“el hogar de los Bruce”), que renovaron y ampliaron para convertirlo en un espacio de creación fascinante.
Se puede visitar en grupo reducido. En nuestro caso lo hicimos con nuestros amigos Lotta y Stefan, que habían tenido la feliz idea de llevarnos allí, guiados por Susanna Carlsten, profesora de historia del arte y de anticuariado en la Escuela de Bellas Artes de Visby e intendente de la Fundación propietaria del sitio.
La casa se conserva llena de lienzos de William y esculturas de Carolina, amén de obras de otros artistas de la época y numerosas piezas de arqueología adquiridas por la pareja en sus viajes por el mundo.
Él murió en 1906, justo cuando la renovación del edificio se había completado según los diseños y designios que habían hecho juntos. Ella le sobrevivió, sola en esta mansión romántica y decadente, hasta su muerte en 1935. Allí fue acumulando y disponiendo las obras de ambos, fruto de su actividad artística en común.
Al recorrerla se tiene la sensación de que quiso convertir este lugar en un templo a la memoria del amor y la devoción por su marido y su obra, y en recuerdo de los años en que vivieron y trabajaron juntos.
La obra pictórica de William Bruce no podemos juzgarla en su conjunto pues lo que se hundió con el barco era lo mejor de su producción joven. Los cuadros que se conservan en Brucebo son muestras de una técnica competentes y de la temática paisajística de fines del siglo XIX en Francia. Sus autorretratos son de la misma calidad que los de otros buenos pintores de la misma época.
Por lo que se refiere a las esculturas (todas en escayola con algún vaciado en bronce) de Carolina Benedicks, se puede decir que asimiló bien el academicismo de fines del mismo siglo y siguió practicándolo dignamente a la manera del simbolismo y, a veces, con cierto humor, sin desechar inspiraciones de la vida cotidiana.
Primer día de tour por el sur de la isla
Como un milagro de los predicadores y monjes que sembraron Gotland de claustros e iglesias, la primavera nos abrió dos días de sol y luz, cuando, hacia el sur el primer día y por el norte el segundo, dimos toda la vuelta a la isla en el autobús de Lasse Bjorkegren, siguiendo a nuestra inagotable e incansable guía, Anna Ulmstedt, coronada de una anchísima pamela color fucsia que, además, la hacía imperdible.
No puedes vagar por Gotland sin que veas la torre de una de sus más de cien templos medievales, pimpantes en sus muros de albayalde o de clara piedra silúrica, que jalonan sus casi tres mil kilómetros cuadrados.
Todo ello sin contar no sé cuántas otras iglesias en ruinas, en particular en Visby
Todas las iglesias de Gotland (salvo un par reciente) fueron construidas entre 1100 y 1350 y, sobreviviendo a incendios, deterioros y pillajes, fueron ampliadas y remozadas a lo largo de la historia.
Algunas conservan, como la de Wamlingbo, sus ingenuos frescos para susto de pecadores y escarmiento de reyes. Curiosamente, el fraile que aparece cerca del rey a punto de irse al infierno, si sus buenas obras no equilibran la balanza, tiene que ser San Pedro de Verona (1205-1252) San Pedro Martir, pues en la iconografía tradicional se le representa con una podadera que le abre la cabeza, como se aprecia en este fresco, que es la forma como los herejes mataron a este inquisidor italiano en 1252.
Así que sospecho que aquel templo debió de pertenecer a lo Orden de Predicadores y el fresco nos da idea de la época.
Esta lucha entre el demonio y el bien se representa visiblemente en un capitel en la iglesia de Lau, el Cordero (Cristo), que es también el símbolo de la bandera de Gotland, rescata al alma de las garras de la bestia demoníaca.
De los vitrales historiados me dicen que poco queda y yo no encontré sino pequeños restos, pero el que me pareció interesante es uno contemporáneo en la Catedral de Santa María, que representa la Visby medieval en el recinto de sus famosas murallas.
Casi todas las iglesias están rodeadas por sus cementerios, es decir de lo que se llama el Kyrkogården (“el jardín de la iglesia”) donde se han ido enterrando los que las frecuentaron durante más de setecientos años.
Visitas instructivas
Los gotlandeses de hoy (descendientes de los gutai de Ptolomeo) se esfuerzan por dar a conocer a quienes vienen a Gotland, en especial fuera de la temporada turística, sus realizaciones innovadoras para garantizar la actividad económica y social de su región y conseguir que las nuevas generaciones encuentren alicientes y un futuro en su tierra. Que no se vayan pues a poblar otras tierras, como hicieron sus antepasados desde los siglos III y IV, cuando llegaron -dice la leyenda- hasta Grecia.
Con este motivo estuvimos en Vamlingbo, donde en terrenos que eran de la Iglesia se desarrolla un proyecto de experimentación hortícola y una empresa ad hoc, Heligholm,que ha creado el museo de Lars Jonssons, renombrado (y caro) pintor de pájaros, así como un espacio de información geológica y naturalista, interactivo y pedagógico, el Naturum, muy visitado por escuelas y turistas. Además en el restaurante se consumen excelentes productos locales
Otro proyecto es una antigua granja, Gotlandsgården, transformada en fábrica artesanal de chocolates y de los pralinés de Lotta, a la mejor manera belga, quien nos informó de que el cacao se lo compran a la antigua compañía Callebaut de Bélgica.
La promotora de los proyectos de la zona nos explicó cómo están fructificando esta y otra iniciativas con ayuda de los fondos agrícolas europeos
En la comuna de När visitamos la empresa de iniciativas locales Virudden AB que promueve proyectos para desarrollar los recursos de la zona y estimular a sus habitantes, especialmente a los jóvenes, a seguir viviendo en När: http://www.virudden.se/index.shtml.
Y también la Gangvidefarm, otra empresa familiar, innovadora en todos los sentidos, incluida la experimentación y desarrollo de las nuevas fuentes de energías renovables.
No abundo en ello pues tienen una excelente página web en inglés: http://www.gangvidefarm.se/eng/index.pab Sólo comentaré una de sus actividades veraniegas más populares entre los niños de los veraneantes: el alquiler a las familias de conejos, gallinas y ovejas, que vienen restituidos al acabar las vacaciones, suponemos que indemnes y gorditos.
Me detengo aquí por hoy.
El próximo domingo completaré el recorrido, el segundo día por el norte de Gotland y por su isla adyacente de Fårö, cuyo paisaje sobrevuelan las obsesiones de Ingmar Bergman