Como decía Heráclito, «no nos bañamos dos veces en el mismo río». La nueva exposición de pintura de Juan Carlos Savater (han pasado cuatro años y medio de la anterior) confirma también que sus paisajes con figuras se renuevan y fluyen, de modo que no estaremos dos veces ante el mismo pintor y ante los mismos símbolos.
Aunque el sea la misma persona, sin embargo en su pintura estamos ascendiendo a un nuevo círculo de la búsqueda de sí mismo, de su persistente escucha de las claves que una naturaleza transfigurada le ofrece. El pintor se recrea a sí mismo en sus tablas que plasman su territorio intangible.
Juan Carlos Savater es un eremita en movimiento, de una exposición a otra su obra fluye, está en tránsito, en los cuadros del 2020 buscaba su talismán.
en la actual nos descubre su sortilegio
El manantial sigue brotando en su pintura, mas en lo que era un paisaje de su Tebaida desliza una piña y un cardo como los que encontramos en la sierra madrileña…
es hoy un roquedal y unas aguas que parecen salir de un fresco medieval, donde un ángel furtivo, escapando de algún códice sagrado se asoma
Las aguas de ese manantial nos conducen hoy al río en cuyas márgenes se agrupan los símbolos de una meditación a la que el pintor nos invita con sus hierofanías
El árbol que quería ser flor ha sido desterrado de un bosque que le rechaza y cae junto al río en una pradera de la que brotan las ramas implorantes de ocultas raíces.
En otra tabla, reducido a flor marchita y rota, muere solitario al amanecer.
No es el único árbol caído. Río abajo, sobre un vado, ángeles de humana raza trasportan un árbol desenraizado. No sabemos hacia dónde transitan y si será trasplantado.
Me recuerda otro tránsito sobre un río en la exposición del año 2020, que entonces no era por un vado sino sobre un puente.
Aquel río no recuerdo que llegase al mar; en la actual exposición, es un río de sobrio simbolismo que no tiene su fin en ningún Edén (del que nos hablaban algunas tablas de entonces), sino que se abre en estuario y se funde con el mar, a cuya orilla el sortilegio de la flor-árbol o del árbol-flor prospera.
En su estilizada planta me recuerda a un códice miniado en el que el árbol del Edén florece, muy similar al que Juan Carlos Savater ha imaginado y del árbol caído ve surgir una flor, mientras en el códice miniado encierra un conocido desenlace.
En esta ocasión no he podido visitar la exposición de mi admirado pintor y amigo, por lo que habrán observado que las imágenes proceden esta vez del catálogo que me ha enviado. Quedan ya pocos días pues se cierra el viernes en la Galería Leandro Navarro de Madrid.
En todo caso, cierro los ojos e imagino que capturo algo de lo que su obra me sugiere, a la vera de su río creativo, que sigue fluyendo y nunca se repite, como si yo fuera ese pescador que más que pescar ha sido pescado por sus ensoñaciones.
Y si quieren escuchar al artista hablando de su pintura sintonicen con sus propias consideraciones.