El otoño cubre de colores los árboles de hoja caduca en los bosques y parques de gran parte de Europa. Es un proceso que a menudo empieza por los amarillos en sus diversas tonalidades, triunfa con los rojos de sangre y culmina con los marrones y los ocres. Progresivamente las hojas en esas tonalidades crean alfombras multicolores sobre las praderas silvestres y los céspedes urbanos.
Cerca de casa hay varios parques. A la entrada de uno de ellos, el de la «Sociedad de los jardines» (Trädgårdsföreningen) hay una escultura de la Primavera que pacientemente acepta al principio del otoño la paulatina invasión de las hojas moribundas.
Sobre los caminos del parque el pantone (*) vegetal va plasmando sus colores.
No muy lejos en el Vasaparken asistimos a la misma evolución y paulatinamente la sanguina se va abriendo paso
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La técnica de la sanguina
Por esas asociaciones que el recuerdo nos trae, he pensado en los dibujos de Leonardo Da Vinci, de quien en estos días estoy leyendo el estudio biográfico que le dedicó Robert Payne (**) en 1978, libro que ha caído hace poco entre mis manos en la librería de viejo (bok antikvariat) de mi barrio.
Son muchos los artistas que han dibujado a la sanguina pero me voy a limitar a algunos admirables dibujos de Leonardo y a los hallazgos propuestos por Payne a propósito del rostro de aquel hombre que señala con pasión como
el padre de la era moderna: el visionario inventor de máquinas, el estudioso de las corrientes de agua, de la fuerza que proviene de las aguas y de los vientos y del sol y las lentes incendiarias. Aquél que consideró al hombre como el señor de la naturaleza, el conquistador de los recursos de la tierra. El que en el silencio de la noche, escribiendo en sus inacabables cuadernos de notas, invocaba al futuro, hasta el punto de que nosotros seamos simples sueños de su mente desbordante.
(…)
Esa enorme ave extendió sus alas y voló más y más lejos y más arriba de lo que cualquier hombre antes había volado, e incluso hoy nosotros volamos a su sombra.
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conclusión de la obra de Robert Payne (pág.307) sobre Leonardo Da Vinci
A mi modo de ver lo más sobresaliente de esta obra del escritor inglés, además de la enorme cantidad de fuentes que estudió para su trabajo y de museos que visitó, son las hipótesis que entonces planteó sobre la fisionomía del genio, a quien siempre se había atribuido un rostro que, según Payne, es en realidad el rostro de Piero da Vinci, padre del genio del Renacimiento.
Por varias razones que en la obra se exponen, el famoso retrato de un anciano que muchos siguen pensando es el del artista, no es el suyo, sino que sería el de sus padre. En todo caso la cuestión sobre el rostro verdadero de Leonardo Da Vinci se sigue debatiendo.
Ya en 1978 el historiador ingles se inclinaba por considerar que otro retrato a la sanguina de la Colección del Windsor Castle atribuido a Francesco Melzi o al mismo Leonardo, su maestro, es el el más fidedigno. No obstante, en su libro se reproduce una versión casi idéntica de la Pinacoteca Ambrosiana de Milán.
Siguiendo con sus hipótesis, piensa que Leonardo, a la edad de veintinueve o treinta años, se habría retratado en el lateral inferior derecho de su obra La adoración de los magos.
Y es más, citando una obra sobre los dibujos de Leonardo de Louis Desmonts (***) opina que hay un retrato en la colección de El Louvre que se sospecha sea un autorretrato de Leonardo en su madurez.
Concluyendo las hipótesis barajadas por Robert Payne en 1978, la cuarta posibilidad que reproduce en su obra es un «probable retrato hecho en un cuaderno de notas por uno de sus alumnos».
Sea como sea, hemos comenzado aquí por los colores de las hojas de los árboles de Gotemburgo en otoño, para seguir con los dibujos a la sanguina de Leonardo Da Vinci y finalizar esta entrada con las hipótesis de Robert Payne sobre el verdadero rostro de aquel genio. Esas cuatro hipótesis corresponden respectivamente a retratos a la sanguina, al óleo, al carboncillo y a la tinta negra (de esta última no cita en qué archivo o museo está el cuaderno al que alude).
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Por mi parte, colorín colorado, mis divagaciones por hoy han acabado y espero no haberme desbocado.
Notas:
(*) En 1963, se desarrolló el sistema Pantone (que significa «todos los colores») que estructuró la definición técnica precisa de los colores. Gracias a este sistema, los diseñadores gráficos pueden ver exactamente, por ejemplo, cómo se vería el “amarillo” u otro color en el papel y así proporcionar al impresor el número Pantone para asegurarse de obtener la tinta deseada.
(**) Robert Payne, Leonardo, London, Robert Hale, 1978, 344 páginas.
Robert Payne (1911-1983) fue historiador prolífico novelista, poeta y biógrafo, en resumidas cuentas un infatigable polímata inglés, al que da gusto leer.
(***) Louis Desmonts, Drawings by Leonardo Da Vinci, Paris, Albert Morancé, 1922 (no he podido encontrar algo sobre este autor)
(****) El «rearing horse» es uno de los bocetos de caballos de la colección del Windsor Castle que Leonardo dibujó para el enorme cuadro, no acabado y hoy desaparecido, de la Batalla de Anghiari.
Las Colecciones Reales británicas albergan 563 dibujos y notas de la mano de Leonardo Da Vinci y 190 documentos, incluidos también notas y dibujos, que se refieren a su obra.
Fuente: Royal Collection Trust.