Entre envidiosos
Dante y Virgilio se pasean ya por la segunda cornisa del Purgatorio donde los justos purgan sus envidias para poder llegar al Paraíso. Es difícil distinguir las sombras de las ánimas del pálido color de la piedra contra la cual están apoyados unos junto a otros con los párpados cosidos para purgar así la excesiva atención de la vida ajena que en vida les carcomió.
E come a li orbi non approda il sole,
così a l’ombre quivi, ond’io parlo ora,
luce del ciel di sé largir non vole;
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ché a tutti un fil di ferro i cigli fóra
e cusce sì, come a sparvier selvaggio
si fa però che queto non dimora.
…
Como a ciegos a que el sol no toca
así a las sombras de las que aquí hablo
del cielo la luz les es negada,
…
a todos hilo de hierro los párpados perfora
y cose, como al salvaje gavilán
se le hace para que esté tranquilo.
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Purgatorio, XIII, 67-72
Cuando el poeta se encuentra con Sapia, una mujer de Siena que, según dudosa leyenda, no fue sabia sino envidiosa, hasta el punto de desear la derrota de sus conciudadanos en la “battaglia del Colle” en 1269, donde los florentinos mataron a más de mil sieneses.
Sea cierto o no, la pobre purga sus envidias y exclama:
Savia non fui, avvegna che Sapìa
fossi chiamata, e fui de li altrui danni
più lieta assai che di ventura mia.
…
Sabia no fui, si bien Sapia
me llamaba, y del daño ajeno fui
más contenta que de la ventura mía.
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Purgatorio, XIII, 110-111
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Penitencias de los iracundos
Y sube que te sube, los viajeros ascienden a la tercera cornisa de este monte donde quienes para llegar al cielo tienen que purificarse de sus pecados capitales, no obstante haber muerto demandando perdón.
En este tercer círculo (girone) están envueltos en el humo del fuego de su ira los que se dejaron arrastrar por esta cegadora pasión.
Entre ellos uno noble cortesano del siglo XIII, Marco Lombardo, a quien no le bastó para alcanzar el cielo ser noble, digno y buen consejero del Conde Ugolino, pues tenía la costumbre de dejarse llevar de su ánimo furioso.
Pero no todo es castigo, pues en este círculo los iracundos ruegan e invocan a Dios con sus preces, cantando el Agnus Dei (“Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo…”) y reflexionan sobre los excesos de la ira. Para ello se les presentan ejemplos de mansedumbre, la virtud que se opone a la ira: el primero es el de la Virgen María y el segundo el de Pisístrato, señor de Atenas, que, comprensivo con el amor, fue paciente con el joven que besó a su hija, como cuenta Valerio Massimo (Facta et dicta memorabilia, VI. 1).
El tercero es San Esteban, lapidado por una turba de iracundos:
Poi vidi genti accese in foco d’ira
con pietre un giovinetto ancidere, forte
gridando a sé pur: “Martira, martira!”.
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E lui vedea chinarsi, per la morte
che l’aggravava già, inver’ la terra,
ma de li occhi facea sempre al ciel porte,
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orando a l’alto Sire, in tanta guerra,
che perdonasse a’ suoi persecutori,
con quello aspetto che pietà diserra.
…
Vi a gente encendida por el fuego de la ira
matando a un jovencito, con vocerío
animarse : “¡Al tormento, al tormento!”
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Y a él veía inclinarse, por la muerte
que le vencía ya, hacia la tierra,
mas con los ojos al cielo dirigidos,
.
pidiendo al Altísimo, en tanta guerra,
que perdonase a sus perseguidores,
con aquel aspecto que la piedad revela.
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Purgatorio, XV 106-114,
Por hoy, dejaremos a Virgilio y Dante en su ascenso hacia la cuarta cornisa del Purgatorio, algunos de cuyos detalles ilustrarán de nuevo a modo de ékfrasis los grabados de Gustavo Doré en posterior etapa.
NOTAS:
Las ilustraciones de Gustave Doré para la Divina Comedia han sido materia de numerosas ediciones francesas e inglesas desde fines del s.XIX. Hoy son de dominio público. Por mi parte me he guiado por la edición de los 135 grabados editados recientemente por Gabriele Baldassari en La Divina Commedia di Dante Alighieri, Gustave Doré, Mondadori, 2021.
Mis comentarios se basan en parte en el aparato crítico de la obra en: Alighieri, Dante, La Divina Commedia, Testo critico de la Società Dantesca Italiana, riveduto e rifatto da Giuseppe Vandelli (Firenze, 1937). Ristampa facsimile a Milano, Ulrico Hoepli Editore-Libraio, 1960. Esa la edición que utilizo para el texto italiano.
La traducción al castellano de los versos de la obra es mía.