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La ruta hacia el sur (II): Abadías

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Sobre la D125 hacia la abadía de Acey.  Foto R.Puig

 

Abandono la “Comtoise”, es decir la E60,  y por carreteras departamentales me encamino hacia la Abadía de Acey.

El cielo es hermoso y amenazante, contrastando con los trigales en sazón.

En la abadía de Acey

(Franco Condado Dpto.del Jura)

Llego poco antes de las cinco de la tarde, hora del canto de Vísperas de los cistercienses.

Vista aérea de la Abadía de Acey

Vista aérea de la Abadía de Acey

Me quedo a escucharlos mientras contemplo el desnudo y sobrio interior de su iglesia, que la fachada exterior no permite sospechar. Es como si la historia se hubiese detenido ahí, en esa comunidad de contemplativos, dedicados a sus trabajos de orfebrería y joyería artesanal, del que según he leído se mantienen. Es domingo y la tienda y la librería están por desgracia cerradas. Creo que también se financian con la hospedería.

Oficio de Vísperas en la Abadía de Acey. Foto R. Puig

Oficio de Vísperas en la Abadía de Acey. Foto R. Puig

Pero me viene a la memoria una polémica afirmación de Erasmo de Rotterdam en su Enquiridion: Monachatus non est pietas, frase que en su época era considerada una perniciosa herejía y causó gran escándalo,  pues retirarse a un monasterio y vivir en una comunidad de castos célibes era considerado superior a cualquier otra forma de vida, incluido por supuesto el matrimonio, que, ya lo había dicho San Pablo (más vale casarse que abrasarse), era un mal menor, teniendo en cuenta nuestra frágil concupiscencia.

Decir que “el monacato no es la piedad”, es decir no es la única ni la mejor de las formas de la vida buena, iba a la contra de la tradición medieval. De hecho, casi no hubo príncipe ni señor feudal que no propiciase la donación de tierras y la erección de abadías en los parajes más hermosos de Europa, y en particular de Francia.

Hoy las pocas comunidades de monjes que quedan en algunas de ellas no representan ya aquella alianza entre del poder y las órdenes religiosas que suscitó las iras iconoclastas durante las guerras de religión y la arrasadora furia de la Revolución Francesa.

El “ora et labora” es cosa de pocos y no de las miríadas de contemplativos de épocas pasadas. Erasmo añadía (pues la frase se cita incompleta): sed vitae genus pro suo cuique corporis ingeniique habitu, vel utile, vel inutile, es decir: el monacato es “una forma de vida que puede ser útil o inútil según sea la disposición corporal o mental de cada uno”.

A Erasmo sus votos y su paso por un monasterio de monjes agustinos no le dejaron unos recuerdos muy edificantes sobre la vida comunitaria que allí se practicaba.

Gótico de transición. Acey. Foto R.Puig.

Gótico de transición. Acey. Foto R.Puig.

Sea como sea, de esta variante contradictoria de la historia de los hombres y las creencias, yo me quedo con esta maravilla arquitectónica y con la hora de silencio y de cantos semi-gregorianos de estos cistercienses de hoy.

La mayoría de los que en Acey concluían la hora de Vísperas con el canto del Magnificat ya son ancianos y las expectativas ‘demográficas’ de continuidad de esta forma de vida, al menos para esta abadía, parecen reposar en los novicios venidos de la inmigración.

¿Una metáfora de Europa?

Virgen con el niño. Nave central. Acey.  Foto R.Puig

Virgen con el niño. Nave central. Acey. Foto R.Puig

 

También me producía una extraña sensación, en este lugar fuera del tráfago y de las noticias de los telediarios,  esa afirmación de una de las estrofas del canto que el Evangelio atribuye a la madre del fundador del Cristianismo:

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos

Al menos, este puñado de monjes lo cantaban convencidos.

 

Valcroissant

(Ródano-Alpes, departamento del Drôme)

Campos de lavanda por la D93 camino de Valcroissant. Foto R.Puig

Campos de lavanda por la D93 camino de Valcroissant. Foto R.Puig

Para llegar a Valcroissant hay que dejar la Autopista del Sol (E15) en dirección a Die. La D93 es una carretera panorámica que te invita a pararte en numerosas ocasiones en su recorrido, bordeando a contracorriente el Drôme que desciende en busca del Ródano. En algunos tramos el olor de la lavanda entra por las ventanillas de mi Caravelle y me acompaña.

A poco menos de cinco kilómetros de Die, por una mínima carretera que serpentea bajo grandes rocas se llega a esta recóndita abadía cisterciense, hoy una explotación agropecuaria dentro del parque de Vercors (Hautes-plateaux de Vercors), en medio de los bosques de Glandasse, donde existe una pequeña población de osos.

El Pie Farré desde el camino de Die a Valcroissant. Foto R.Puig

El Pie Farré desde el camino de Die a Valcroissant. Foto R.Puig

Una leyenda testimonia de la cohabitación razonable de los monjes con los osos de la zona.

El 23 de diciembre de 1270 un monje llega corriendo donde el Padre Abad.

-        Padre mío, no hemos quedado sin trucha, los osos han roto el hielo del estanque y han pisoteado las orillas

El prior va a la fuente para hablar con los osos y les dice:

-        Osos de Valcroissant, desde que llegamos a este valle no ha habido ninguna disputa entre nosotros y no tenemos ni perro que guarde las ovejas. Lo que habéis hecho esta noche es una grave atentado a la hermandad entre nosotros. Si no sois unos descreídos, arrepentíos y sigamos viviendo en paz. ¡Que así sea!

A la mañana siguiente los osos habían devuelto las truchas al estanque.

Interior del refectorio. Valcroissant. Foto R.Puig

Interior del refectorio. Valcroissant. Foto R.Puig

Este monasterio, fundado en el siglo XII sobrevivió tras las guerras de religión gracias a que los monjes lo dedicaron desde finales del siglo XVIII a granja y explotación agropecuaria, hoy gestionada por la Sociedad de Amigos de Valcroissant.

Es también hospedería y granja escuela y un lugar de conciertos y recitales.

Roseton del ábside. Valcroissant. Foto R.Puig

Rosetón del ábside. Valcroissant. Foto R.Puig

A pesar de que llegué demasiado temprano para beneficiarme de la hora de visita, una hortelana que cuidaba de las flores del jardín me autorizó a circular libremente por el lugar, sin que me aceptase el precio de la entrada.

El jardín de la abadía de Valcroissant. Foto R.Puig

El jardín de la abadía de Valcroissant. Foto R.Puig

Valmagne

(Languedoc-Rosellón, departamento del Hérault)

Ojivas y bóvedas. Valmagne. Foto R.Puig

Ojivas y bóvedas. Abadía de Valmagne. Foto R.Puig

La comunidad cisterciense de la abadía de Valmagne no sobrevivió a la Revolución Francesa, los monjes huyeron y se refugiaron en Barcelona.

Entrada de Jesús en Jerusalén. Bajorrelieve mutilado. Sala capitula de Valmagne. Foto R.Puig

Entrada de Jesús en Jerusalén. Bajorrelieve mutilado. Sala capitula de Valmagne. Foto R.Puig

Esta abadía era una de las más ricas de Francia. Confiscada y declarada “bien público”, tras una temporada en manos de un viticultor burgués que la uso como bodega, acabaría siendo propiedad de los condes de Turenne, cuyos descendientes explotan hoy sus extensos viñedos y la mantienen con los ingresos del turismo y de la venta de caldos de la denominación Languedoc.

Valmagne. Vista de la abadía desde su jardín medieval. Foto R.Puig

Valmagne. Vista de la abadía desde su jardín medieval. Foto R.Puig

La fundó el vizconde de Béziers en el siglo XII para tener en sus tierras a los monjes del Cister y, acabó, por obra y gracia de una revolución, por revertir, ya desprovista de contemplativos, a la manos de un conde. Del vizconde al conde gracias a una revolución.

Viticultura semiorgánica en tierras de la abadía de Valmagne. Foto R.Puig.

Viticultura semiorgánica en tierras de la abadía de Valmagne. Foto R.Puig.

Si los monjes predicaban el ora et labora creo recordar que fue también un tonsurado quien inventó aquello de amigo, bebe, que la vida es breve.

Sea o no cierto, entre máximas discurre la historia.

Cubas gigantes del siglo XIX en la nave central de la iglesia. Foto R.Puig

Cubas gigantes del siglo XIX en la nave central de la iglesia. Foto R.Puig

Las naves de la iglesia son quizás la única muestra de un templo medieval transformado en inmensa bodega. Almacenaron el vino hasta comienzos del siglo XX.

Ahora sus cubas son una muestra de lo que eran capaces de fabricar con madera de bosques de Rusia los maestros toneleros franceses.

Valmagne. El claustro desde la sala capitular. Foto R.Puig

Valmagne. El claustro desde la sala capitular. Foto R.Puig

Pero el día que yo visité Valmagne, el vino me lo vendió Claudia, una alemana de Munich, licenciada en Historia del Arte, que hace ya años reside y trabaja en este lugar.

Compré seis botellas y certifico que el vino de Valmagne no está nada mal. Además, bajo estas bóvedas góticas y junto a las cubas centenarias que albergan, aquella estrofa de una oración que nos hacían recitar en el colegio adquiere un sentido inesperado:

¡Sangre de Cristo, embriágame!

Saint Marie

(Languedoc-Rosellón, departamento de los Pirineos Orientales)

Bajorrelieve de la tumba de Guillaume Gaucelme en la abadía de Santa María en Arles sur Tech.  Foto R.Puig

Bajorrelieve de la tumba de Guillaume Gaucelme en la abadía de Santa María en Arles-sur-Tech. Foto R.Puig

Me habían hablado muy bien del camping Riuferrer en Arles-sur-Tech, al pie de los Pirineos de la “Cataluña del norte” francesa. Ya me aprestaba a pasar el atardecer calmadamente y escuchando el rumor del río, cuando unos vecinos suizos me explicaron que en el pueblo daban el Suiza-Francia en pantalla grande. La verdad es que estos simpáticos vecinos de Ginebra no se merecieron el resultado

Pero les quedé muy agradecido por mostrarme que bastaba un corto paseo para plantarse en el pueblo.

Nave central de la iglesia de Santa María en Arles sur Tech. Foto R.Puig

Nave central de la iglesia de la abadía de Santa María en Arles sur Tech. Foto R.Puig

Acabé descubriendo que la abadía benedictina de Sainte Marie y la amable acogida de las chicas que vendían las entradas y los folletos me esperaban.

No sólo eso, la jovencita pelirroja que me vendió el folleto descriptivo me enseñó su antebrazo, afirmando, más convencida que una maría magdalena en día de Pascua, que el agua que fluye del sarcófago del patio, que según tradición acoge desde siglos los restos de los mártires santos Abdón y Senén, le curó milagrosamente un eczema que ningún médico había conseguido sanar.

Retablo de los santos Abdón y Senén. Abadía de Santa María. Arles sur Tech. Foto R.Puig

Retablo de los santos Abdón y Senén. Abadía de Santa María. Arles sur Tech. Foto R.Puig

Deben de ser tiempos de sequía, pues, por el momento, el sarcófago, también denominado la Santa Tumba, está seco, a pesar del grueso fascículo que explica por siete euros todos los estudios científicos que se han hecho para tratar de comprender el fenómeno.

Hasta hoy sin resultado.

Sarcófago del siglo V en la abadía de Santa María en Arles sur Tech. Foto R.Puig

Sarcófago del siglo V, la “Santa Tumba”, en la abadía de Santa María en Arles-sur-Tech. Foto R.Puig

Yo me quedo con el milagroso silencio del claustro y la hermosura de ese pueblo, donde ya venían los romanos a aliviar dolores en sus fuentes termales.

Claustro de la abadía de Santa María en Arles sur Tech.  Foto R.Puig

Claustro de la abadía de Santa María en Arles sur Tech. Foto R.Puig

Creo que volveré a pasar por ese valle. Todavía encierra muchas sorpresas.

A la mañana siguiente ascendí hacia España por el pequeño pueblo de Coustuges en el Alto Vallespir.

Continuará.



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