En el Jardín del Recuerdo de Dublín la escultura de Oisín Kelly plasma la leyenda de los Niños de Lir que partiendo de mitos precristianos narra como los amados hijos del rey Lir fueron trasformados en cisnes por su madrastra celosa y como, al cabo del tiempo, San Patricio, el patrón de Irlanda que trajo a la isla la fe cristiana, los liberó de su cautividad.
Estos cisnes que nacidos de los sufrimientos alzan el vuelo se convierten así en una escultura que recuerda simbólicamente como tras duros siglos de colonización británica los irlandeses alcanzaron su libertad gracias al sacrificio de muchos.
No es esta la única muestra de las obras de arte que en Dublín y a lo largo de la geografía irlandesa hermanan la creatividad de sus artistas con lo vivido por los irlandeses durante la dominación de su poderoso vecino. La historia de Irlanda está bien documentada (*) y lo vivido en Irlanda, en particular tras la creación de una religión de estado anglicana fundada en la Reforma protestante a partir del reinado de Enrique VIII, cruelmente acentuada por las leyes penales que durante casi tres siglos oprimieron a los irlandeses, en especial reprimiendo a los de confesión católica tras la invasión de las tropas de Oliver Cromwell (1599-1658).
Justo enfrente del jardín del recuerdo está la Hugh Lane Gallery con su magnífico recorrido del arte moderno europeo. Pero en el caso de mi visita me centro hoy sobre todo en la pintura irlandesa en este aspecto de su relación con la historia de Irlanda antes de su independencia, la parcial de 1921, que culminaría con la proclamación de la República de Irlanda en 1948.
El lienzo de Daniel Maclise (1806 – 1870) sobre el movimiento Rockite, una lucha que desde 1820 enfrentó a los aparceros irlandeses, sujetos a diezmos abusivos, contra la explotación por parte de los lores propietarios afines al dominio británico que se habían ido apoderando de las tierras de los católicos irlandeses desde el siglo XVII en adelante, muy en particular tras el Tratado de Limerick (1691) a partir del cual se implantaron duras leyes penales contra los católicos irlandeses.
Parecido orden de cosas, fue el generado por la gran hambruna (1845- 1852) que partiendo de la plaga de la patata acabó con la vida de una multitud estimada en un millón de personas, sobre la cual Sir Charles Trevelyan, decidió limitarles la ayuda alimentaria declarando que “the judgement of God sent the calamity to teach the Irish a lesson” (el juicio de Dios envió esta calamidad para dar una lección a los irlandeses).
Muchos grandes propietarios aprovecharon la situación para desahuciar a sus aparceros…
Como ilustra Robert George Kelly en su cuadro «Un desahucio en Irlanda». (1848. National Gallery of Dublin):
Ya desde el Tratado de Limerick se habían producido las emigraciones de los oficiales y soldados católicos derrotados, perseguidos y con su tierras y propiedades expropiadas, algunos de los cuales vinieron a servir, con cartas de recomendación de los obispos irlandeses, en España y otro países europeos. Esta es una historia, de la que un antepasado del que aquí escribe formó parte (**), pero que merece capítulo aparte.
En mucha mayor medida la great famine del siglo XIX superó, con su inmensa mortandad y la emigración que se derivó, la depredación y la emigración de refugiados que en en los siglos XVII y XVIII había producido la violenta dominación británica.
Edwin Hayes. Barco de emigrantes en la bahía de Dublin. (1853). National Gallery of Ireland
Para terminar y volviendo a la Hugh Lane Gallery, vale la pena resaltar el trabajo que en ella se ha hecho, para recuperar y recolocar pieza a pieza el ingente caos del pintor de unas metamorfosis que en su plástica experimenta la imagen del ser humano, por no decir de la descomposición de la figura humana, a través de una expresión exclusivamente suya, que nos sigue impactando, sea que comprendamos su proceso pictórico-mental (pocos pintores contemporáneos se han expresado tanto) o que no logremos acompañarle en esa vivencia de la corporeidad (***).
He aquí una imagen de ese estudio, en el mismo y preciso caos en que Francis Bacon (Dublín 1909 – Madrid 1992) amaba pintar y tal como lo dejó a su muerte y lo recolocó al milímetro el equipo de Barbara Dawson, la directora, en la Hugh Lane Gallery, gracias a la donación de los herederos del pintor.
Notas:
(*) Por ejemplo: The course of the Irish History, edited by T.W. Moody & F.X. Martin, enlarged edition, The Mercier Press, Cork, 1984, 479 pp. (hay ediciones que completan el recorrido hasta nuestros días).
(**) Patrick De Lacy O’Carroll (Portumna, Galway, 1706 – Valencia 1758).
(***) En este blog: Convergencias de arte y literatura (I): Francis Bacon y Thomas Bernhard. La compasión despiadada (22 de setiembre 2013).
Observación: algunos problemas inesperados del sistema han producido algunos defectos de formateado en esta entrada, que espero no se repitan en las próximas, y que han retrasado la entrada de este post.